Les comentaba en uno de los primeros Umbrales las excelentes cualidades de esta obra, y me preguntaba al final qué hacía falta para que una obra cumbre de la historieta de todos los tiempos tuviera su reedición en nuestro país. Ya está aquí, por fin. Ya la tenemos. En lujosa tapa dura, con un cuidado en la edición exquisito y a un precio absolutamente asequible (18 euros), la historieta de terror, poesía y ciencia-ficción que en el lejano 1962 crearan dos monstruos del cómic mundial puede por fin ser disfrutada de nuevo por el público español.
Mort Cinder es una historieta que trasciende la historieta, es un cómic donde los ambientes y los personajes dominan la belleza y la serenidad de las historias. Un poeta de la pluma como fue Oesterheld se alía con un artista de primer orden que, incluso estando en horas bajas anímicamente (la esposa de Breccia estaba enferma y el dinero en medicinas era muy superior a lo que podría cobrar con sus historietas) da el do de pecho en este tebeo. Ambos crearon una leyenda.
Mort Cinder es el hombre de las mil y una muertes, la consciencia o el recuerdo mismo de la raza humana: esclavo, guerrero, presidiario, ballenero... Gigantesco y lacónico, ha vivido y ha sufrido, y de sus vivencias y sus sufrimientos somos testigos gracias a sus recuerdos, sabiamente relatados al otro gran personaje, el anticuario Ezra Winston, un anciano débil y pusilánime, un doctor Watson que comparte la admiración por el pasado y quizá envidia a Mort Cinder por haber estado en esos tiempos.
Hay historietas inolvidables en este libro, pero sin duda la que se lleva el gato al agua es la situada en las Termópilas. Poesía y sangre, guerra y muerte, soledades y miserias, todo eso relata Mort Cinder, en medio de claroscuros inauditos, de rostros cincelados a pincel y cuchilla, de masas negras y seres monstruosos que se parecen tanto a nosotros que luego hasta nos da pánico mirarnos en el espejo.
Una obra única en la historia de la historieta. Un cómic plenamente adulto, realizado por dos hombres que sabían cuál era el potencial que podía desplegar el género.
Ojalá esta cuidada edición, donde se han reconstruido minuciosamente viñetas y que además trae como complemento un guión nunca plasmado en imágenes, sirva para recuperar en breve la otra gran obra de Oesterheld, El Eternauta.
Rafael Marín
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