Ursula K. Le Guin pertenece al escaso número de
escritores de ciencia-ficción que han obtenido la consideración de la crítica
literaria fuera del género. Ello se debe a un rico estilo narrativo y, sobre
todo, al uso que hace de la cf como herramienta especulativa de alto nivel.
"Toda ficción es metafórica", dice Le Guin. "Lo que diferencia a la cf de las
otras viejas formas de ficción es el uso de nuevas metáforas." Toda su obra
evidencia la fidelidad de la autora a este principio. Le Guin utiliza sus
numerosos cuentos y novelas no como un simple entretenimiento, sino como
vehículo con el que hacer llegar al público sus inquietudes en los terrenos
social y humano. Así, las novelas del Ecumen, a las que pertenece La mano izquierda de la oscuridad, no
son más que trasposiciones de los problemas reales que alberga nuestra sociedad
a mundos imaginarios convertidos en lugar de estudio donde desarrollar esas
nuevas metáforas.
En este caso, ese mundo es Gueden, llamado Invierno
por los ecúmenos debido al gélido clima que soporta. Hasta allí llega Genly Ai,
enviado con el propósito de contactar con sus habitantes y proponerles unirse a
una liga de planetas de carácter humanista conocida como el Ecumen. Los
guedenianos tienen una particularidad que los hace únicos: son hermafroditas, y
adoptan uno u otro sexo exclusivamente en la época de celo, denominada kemmer. Ai contacta sucesivamente con
las dos grandes naciones de Gueden, y acaba siendo utilizado y perseguido por
ambas. Ayudado por Estraven, un ex alto cargo exiliado, logrará huir hacia los
helados desiertos del norte. En la esforzada travesía se producirá finalmente
la mutua comprensión de los dos individuos, representante cada uno de sus
respectivos modelos sociales.
El lector acompaña al protagonista en ese largo
camino hacia la aceptación de una sociedad ajena y diferente. De las intrigas
políticas y palaciegas de Karhide a la distopía burocrática de Orgoreyn, y
finalmente a la forzada fuga a través de los hielos. Es en esta última parte
donde el estilo de Le Guin luce de forma definitiva. La travesía de Estraven y
Ai entronca directamente con la mejor literatura de viajes polares. La larga
lucha por la supervivencia en tan duras condiciones y la correspondiente
proximidad humana, junto con el uso alternativo por parte de la autora de la
narración en primera persona, hacen comprensible el inevitable acercamiento
entre los dos personajes principales y sus causas.
En breves capítulos, intercalados con la acción y
ajenos a ella, se van conociendo detalles importantes de los guedenianos a
través de sus leyendas. La sociedad guedeniana carece de diferenciación “real”
de sexos, así como de instinto sexual continuo. De ello resulta una falta de
pasión (el paralelismo con la gelidez del planeta está magníficamente plasmado)
cuyas consecuencias se traducen en una cierta laxitud evolutiva social y
cultural y un total desconocimiento de la guerra. Un principio causa-efecto
algo discutible, quizás una visión en exceso parcial de las posibles
consecuencias alternativas.
En todo caso, asuntos menores al lado del verdadero
objetivo de Le Guin. La metáfora de la escritora invita a calibrar desde una
nueva perspectiva la importancia que en nuestra sociedad ha tenido y tiene la
división hombre/mujer y el instinto sexual. Un interesante estudio acerca de la
asunción de roles y lo que esto supone en la construcción de la civilización
misma, tal como la conocemos. Una novela con un claro mensaje: la diferencia
entre sexos sólo existe en los ojos del que mira. Dos sexos distintos un solo
ser. ¿Están ustedes de acuerdo?
Santiago L. Moreno
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