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Momo
Momo
Michael Ende
Título original: Momo
Trad. Susana Constante
Alfaguara, 1994

Michael Ende, autor también de La historia interminable, fue uno de esos escritores que supo escribir para niños sin hacer historias tontorronas ni moralistas. Consideró que sus lectores eran suficientemente inteligentes para leer historias que se saliesen de lo corriente y cotidiano.

La historia de Momo vino a nacer cuando Ende ya era bastante conocido, por encargo de la telivisión alemana, que quería adaptar alguna de sus historias. En vez de retocar y recortar alguno de sus libros, decidió crear la historia de Momo. Al final, por motivos que no vienen a cuento, la televisión no utilizó la historia y Ende la convirtió en novela corta.

Momo es una historia fantástica que uno no sabe si encuadrar hace unos años, hoy mismo, o dentro de algún tiempo (y la propia novela juega a dar esa sensación, sobre todo en el epílogo). Una crítica a los tiempos en los que vivimos, en los que olvidamos las cosas realmente importantes y que nos hacen felices, y las sacrificamos a cambio de intentar conseguir más cosas. El ahorro del tiempo para disfrutarlo en un futuro que nunca llega, y la obsesión por tener más y no por ello vivir mejor, es el tema de la historia.

La obra no es una explosión de arte ni de saber literario, no es una revolución del género fantástico, y desde luego no tiene mucha complejidad. Momo es una novela para niños, pero tan bien enlazada y forjada que puede disfrutarse siempre, da igual la edad que tengamos. Sin ser la mejor historia de Ende, sí que es una de mis favoritas.

Desde el principio, la historia tiene algo que te cautiva. Al contarse desde la visión de la niña Momo, no es de extrañar que el relato sea bastante simple. Y es justo esa simpleza lo que empieza a engancharnos, porque Momo (y por fuerza su relato) ve y describe su mundo de la misma forma que nosotros lo hemos visto de niños, y de la misma forma que, de haber sabido, nosotros mismos lo habríamos descrito en nuestra niñez.

Cuando la historia acaba, todo está ya dicho y atado. Y sin embargo Michael Ende se da el gustazo de añadir un brevísimo epílogo que da un último y genial giro de tuerca a la historia. Y todo ello sin moralina ni moraleja, simplemente con una reflexión sobre las cosas realmente importantes. Todo un gustazo de libro que se lee en un visto y no visto.

José Joaquín Rodríguez

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