Perucho es uno de los pocos escritores españoles que ha cultivado la literatura fantástica como base de su obra en una época en que era un género poco apreciado; hasta que Borges no vino a redimirla, la crítica apenas sí la consideraba literatura. Aunque todavía es un género poco cultivado en nuestro país, con destacadas joyas no obstante, ahora poca gente puede quitarle el mérito como gran escritor a este prolífico autor, con obras recomendadas en planes de estudio y el reconocimiento del público y la crítica.
Publicaciones como Les històries naturals (1960) o Les aventures del cavaller Kosmas (1981), por nombrar algunas de sus más conocidas, sirven como ejemplos de la gran imaginación y de la calidad literaria de Perucho y por sí solas podrían justificar un lugar de honor en cualquier biblioteca.
Dentro de su dilatada obra, más de cien títulos, que abarca la poesía, la crítica y, sobre todo, la novela, publica en 1984 Un viatge amb espectres (rebautizado en 1989 como Laberints de Bizanci. Un viatge amb espectres) al que podemos ver como un erudito libro de viajes.
También podríamos identificarlo como un libro curioso o incluso gracioso. Pero entonces estaríamos haciendo poca justicia a una obra, quizás menor en el conjunto de la obra del autor, pero llena de imaginación y de saber hacer literario.
A través de las páginas nos encontramos con personajes, situaciones e historias en las que se mezclan la realidad y la ficción de una forma tan magistral que el lector se encuentra preguntándose en más de una ocasión qué es o no real, y qué es fruto de la imaginación o de la erudición, dos elementos que van de la mano a lo largo del libro y de la obra general de Perucho.
En este viaje tenemos unos acompañantes de excepción los comissionats secrets, misteriosas figuras al servicio del gobierno español del XIX, a quienes seguimos (¿o nos siguen?) a través de la geografía bizantina, descubriendo sus maniobras políticas, los peligros a los que se enfrentan; sin duda la aparición del Golem es uno de los momentos más conseguidos de la novela.
Organizado en cuatro partes ("Vers les set esglésies de l'Apocalipsi", "Els perfums d'Orient", "Les cúpules daurades" y "L'ombra de Santa Helena"), Perucho nos guía en su viaje por las ruinas de Imperio Bizantino. Así visitamos la Grecia del cristianismo oriental y sus historias bíblicas o de la lejana Troya donde conoceremos al mismo Schliemann o a la bella Helena, recorremos Estambul o la URSS, Venecia o Alejandría.
El tiempo se difumina con la mirada de Perucho y así los personajes, los espectros, nos acompañan en los paseos, y las ensoñaciones serán partes fundamentales de las descripciones: los lugares están marcados por las personas que los visitaron, por quienes los habitaron o imaginaron. Veremos, por ejemplo, en Alejandría a la Justine de Durell, o al mismísimo Poirot a punto de coger el Orient Express, o al general Prim acudiendo a bailes en Constantinopla.
Referencias reales a personajes, sucesos históricos o citas eruditas se entremezclan con la literatura y las ensoñaciones ficticias, todo sazonado con humor y una magnífica prosa en una combinación que hace de esta obra el libro de viajes que más de uno quisiéramos poder escribir o, cuanto menos, el que nos gustaría que nos contaran. Una manera entretenida de acercarse a un autor quizás poco conocido por el gran público fuera de Cataluña.
Raquel Vallés i Navarro
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