Volumen a volumen, la colección Artifex va tejiendo un tapiz que nos permite contemplar la evolución del género fantástico en España (con independencia de las aportaciones puntuales de diferentes autores hispanoamericanos) y al que todavía le quedan hilos por enhebrar. Los tiempos cambian que es una barbaridad, reza la letra de una popular zarzuela, y esos cambios también se hacen patentes en la literatura fantástica nacional. Poco tienen que ver, temática y formalmente, los relatos de la serie Artifex, hijos de los 90 y de este joven siglo XXI, con muchos de los relatos que leía en los fanzines nacionales de los 80 (y ya no digo nada los de épocas anteriores). ¿Mejores los de ahora a los de entonces? Cuestión de gustos. ¿Diferentes? Sí.
Siempre habrá lectores ávidos de aventuras, de emociones, de grandes ideas o de ideas grandiosas, para quienes los personajes son meras correas transmisoras de la acción, arquetipos del héroe o del mal, sin más complicaciones; aficionados para quienes la excelencia literaria pasa por un relato sin faltas de ortografía y gramaticalmente correcto, porque entienden que la ciencia-ficción o el fantástico no tienen porque formar parte de la literatura. Para quienes han superado esa fase, a mi entender, de simplismo literario, tan respetable como la que más, o quienes por edad o formación nunca la conocieron, y para los lectores de literatura en general, Artifex ofrece una acertada visión de lo que el género fantástico español puede y debe ser: literatura sin complejos.
Abre el presente volumen Alejandro Carneiro con Desde el tercer círculo del infierno, un relato humorístico que toma como base el relato de Dante para describirnos cómo es en realidad el infierno, poco parecido al que nos inculcan desde la liturgia tradicional cristiana. El protagonista, un capitán de la Guardia Civil fallecido en acto de servicio, nos muestra su lado más ácrata y acaba descubriendo que, en ocasiones, el infierno consiste en soportar una vida rutinaria y gobernada por convencionalismos que aceptamos por obligación pero en los que no creemos.
Visión de los vencidos, del mexicano Gabriel Benítez, nos relata en clave de crónica la etapa previa a la llegada de los conquistadores españoles a México y cómo fue la presencia invasora de los extraterrestres la que debilitó el ánimo y las fuerzas de los pueblos mexicas, propiciando la rapidez del avance de unas fuerzas españolas clarísimamente inferiores en número. Relato correcto, es una ucronía que juega con la leyenda de Quetzalcóatl y los dioses precolombinos, lo que puede hacerla un tanto confusa para los lectores no familizarizados con dicha mitología.
Manuel Ruiz Torres, con El pintor de los esqueletos, nos ofrece un breve relato en el que, como el propio título indica, un pintor, a causa de un accidente de tráfico, ve modificada su percepción de las personas, contemplando sólo sus huesos. Eso le convierte en un ser que atrae y causa repulsión por la misma causa: su capacidad para diseccionar a sus semejantes desde otra perspectiva¼ hasta que el amor entra en su vida.
Quercus Alba, de Luis Astolfi, es un buen ejemplo de lo que comentaba en los primeros párrafos. Un relato literario, sin grandes aventuras, huérfano de héroes, con un levísimo toque fantástico, pero digno de leerse. Un hombre sabe que le quedan pocos meses de vida y decide disfrutar marchándose con un amigo a recorrer parte de la Ruta de Santiago. En tierras riojanas conocen a un par de hermanas. El enfermo se medio enamora de la mayor, pero a causa de la enfermedad no se atreve a insinuarle sus sentimientos. Ella lo lleva a su casa, le presenta a sus padres y le muestra su bodega, con vinos centenarios. A partir del vino, tan presente en la cultura y las tradiciones de buena parte de España, llegará a intuir el secreto de la familia.
Carnaval en Uitenhage, de Julio Ramos, comparte cierto aire de carpe diem con el relato anterior. Un hombre que se acaba de separar, regresa a su ciudad natal tras años de ausencia, con motivo de los carnavales. Se reencuentra con sus viejos amigos y deciden revivir los viejos tiempos de juerga y desinhinbiciones en la fiesta. Reencuentros, viejas leyendas tribales que toman cuerpo, sueños premonitorios, y cotidianidad pasada por el turmix de un futuro cercano en Sudáfrica.
José María Faraldo, con María la Mataculebras, continúa su serie de relatos basados en leyendas castellanas. La mujer del título es la encargada de acabar con la vida de toda áspid que los lugareños se encuentren en los sembrados y pueblos. Liquidar la maldición que encierran esos animales la convierta en una mujer independiente y segura de sí misma. Recibe la llamada de un pueblo vecino para matar a una culebra muy peligrosa, una serpiente como ninguna con la que se ha enfrentado antes. La heroicidad cede paso al sentido de supervivencia, y la falta de seriedad de los contratantes en el pago por sus servicios sirve de excusa a la hora de decidir qué camino tomar. Como en cualquier buena leyenda popular, al final se impone el sentido común.
Cierra el libro Ora Pro Nobis: Llena eres de gracia, de Rafael Marín. Una monja, tras superar una extraña ordalía en las entrañas de la Santa Sede, pasa a formar parte de Ora Pro Nobis, una organización secreta formada por otros dos sacerdotes, bajo el auspicio directo y único del propio Papa, cuya misión es terminar con las diversas formas que adopta el Mal en la Tierra, al precio que sea, por ilegales que sean sus métodos. Tema que puede sonar ligeramente familiar a quienes hayáis leído El último catón, de Matilde Asensi. El trío de ángeles exterminadores se enfrentará a otro trío de bellas mujeres que ahora se dedican al mundo de las pasarelas, pero que han sido retratadas por diversos artistas en los últimos siglos, lo que desata las sospechas sobre su origen demoníaco. Una novela corta que se lee con agrado, no en vano el autor es, posiblemente, el más brillante con el que cuenta el género hoy por hoy. Esperamos poder leer nuevas aventuras de esos tres cruzados contra el mal, pecadores a su vez para eliminar el pecado que amenaza el Reino de Dios. Espero, también, que Rafael Marín, como hicieron otros escritores de talento dentro del género, se decida a probar sus armas fuera de los límites del fantástico y dé buena muestra de sus capacidades como escritor.
Un volumen que huye de los héroes, salvo los protagonistas de Rafael Marín (que darían cualquier cosa por no serlo), donde la cotidianidad del día a día nos muestra que hay género fantástico también más allá de las naves interestelares, con personajes que demuestran que las personas normales -de carne y hueso- (separados, enfermos, campesinas ¼) son material de primera para cualquier historia si tienen entidad propia y son creíbles. Un volumen, como han sido los anteriores y como confío que serán los venideros, ahíto de buenas historias, un mosaico del género fantástico español actual.
Manuel Díez Román
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