La colección Albemuth, que en enero de 2003 ha editado su quinto título, una antología de relatos de autores españoles, nos ofrece en este libro dos novelas cortas de Daniel Mares: Una luz en la noche, que presta su nombre al volumen, completada con otra novela corta titulada Vigésima Tierra.
Daniel Mares es un autor que goza ya de un amplio palmarés en la ciencia-ficción española. Ha sido por dos veces segundo en el premio UPC, premio Ignotus por La máquina de Pymblicot y premio Pablo Rido por Gómez Messeguer y el ogro Santa Olalla.
La primera de las dos novelas, Una luz en la noche, viene a tratar un tema que ha sido ampliamente utilizado en la ciencia-ficción: el primer contacto. Mares nos narra cómo la humanidad se ha extendido por el universo gracias a que el viaje espacial se puede realizar a una velocidad mínimamente adecuada. Los hombres se han convertido, por tanto, en exploradores y descubridores. La historia nos narra la historia de una expedición terrestre que tiene como misión catalogar una anomalía estelar. Encontrarán un planeta, en un sistema solar binario, que no debería ser como es. En él descubrirán una civilización alienígena con un apreciable nivel tecnológico y cultural.
Los primeros encuentros casi siempre han sido tratados, en el ámbito de la ciencia-ficción, como choques culturales de improbable solución. Por una parte tenemos la posibilidad de que la cultura humana interaccione con la extraterrestre y la modifique, y por otro se da, en muchas ocasiones, la práctica imposibilidad de comunicación entre las dos culturas. Éste es el caso que Mares nos narra: la diferencia cultural es tan grande que la comunicación se torna imposible.
Un hecho diferencial de este relato lo constituye la caracterización de la tripulación. Una tripulación muy poco al uso. No son curtidos astronautas y expertos en disciplinas científicas. Estos tripulantes son, de alguna manera, parias en su planeta, que han formado parte de este viaje forzados por las circunstancias. Tres condenados y tres científicos de segunda fila, como ellos mismos se consideran, son el extraño batiburrillo de expedicionarios.
La novela está configurada sobre dos puntos de vista: el de los humanos y el de los habitantes de Laberinto, como se viene a bautizar al planeta. Esta forma de relatar, con dos ópticas diferentes, suele ser muy explicativa para el lector, pero no para los personajes. Es decir, mientras que el lector dispone de todas las claves, los personajes sólo conocen una parte de la verdad. Esto proporciona un buen recurso argumental al autor, que hace que sus personajes se comporten de la única manera posible, ya que no son plenamente conscientes de todo lo que ocurre. Estos personajes se ven, por tanto, en una situación imposible de solucionar plenamente. En este aspecto, Mares hace trampas con sus creaciones, convirtiéndolos en unos meros títeres del destino, destino que no ofrecerá una plena satisfacción a ninguno.
La escasa extensión de la novela parecería que podría limitar las posibilidades de desarrollo de las características de los personajes. Sin embargo, pese a las someras indicaciones de cómo son sus personalidades, el autor nos da, al menos, unas claves mínimas para que el comportamiento de éstos no resulte irreal, dentro de la irrealidad de una novela de ciencia-ficción.
Los estudios del autor, astrofísica, se hacen patentes en el texto, donde no duda en mostrarnos sus conocimientos acerca del universo, y el comportamiento de objetos estelares. En beneficio de Mares hay que decir que las explicaciones se hacen asequibles, incluso para un lego en la materia.
La segunda novela, Vigésima Tierra, podría encuadrarse perfectamente como perteneciente al género negro. Sin embargo, el componente de ciencia-ficción no es una mera excusa para elaborar una novela de detectives. Este componente es realmente el motor de la investigación que llevan a cabo los personajes. Sin él, no habría habido argumento posible.
Mares diseña un mundo, Tierra XX, en el que la religión hinduista tiene vigencia real. La teoría de la perfección como consecuencia de la transmigración se da aquí en el ámbito planetario. Son las Tierras diferentes las que ascienden en el escalafón ético, además de los individuos. Un descubrimiento científico, el Río, que es una onda capaz de transportar naves espaciales más rápido que la luz, hace que la humanidad se expanda por el universo, colonizando diversos mundos. En Tierra XX el gobierno esta en manos de los brahmanes, la casta superior que decide quién puede ascender, físicamente y mediante el viaje espacial, a una Tierra superior. La teoría es que sólo unos pocos elegidos viajarán a esas tierras, que se suponen superiores, con lo que la humanidad en cada salto va mejorando éticamente.
En Tierra XX va a comenzar la vigésimo primera transmigración. Un millón de elegidos van a abordar sus naves para desplazarse a Tierra XXI. La acción se complica cuando un director de una publicación, casi un cartero cósmico, como él llega a denominarse, descubre que hay diez cadáveres desaparecidos y decide investigar este hecho. En un planeta en el que la policía ni siquiera usa armas, se produce un intento de asesinato. Ése será el despegue de la trama policíaca, que vendrá a complicar la vida de los protagonistas.
La novela se estructura desde varias ópticas que conciernen a los variados personajes que, aunque al principio parecen desaparecer de la narración una vez presentados, veremos que es una estrategia para unirlos a todos en la resolución del misterio de Tierra XX.
Es una novela que reflexiona sobre el poder y sus acciones sobre las personas. Mares refleja un pesimismo hacia la jerarquía del que, según él, no saldrá la humanidad, por muchos avances éticos que se produzcan. Resulta muy curiosa la sociedad desarrollada de preponderancia ideológica hindú. No se nos dan explicaciones del porqué se ha desarrollado este tipo de sociedad, pero se acepta sin ningún problema.
Destacaría dos personajes principalmente: el director de la revista, con una evolución de comportamiento muy bien llevada, y un escritor de temas paranormales, que miente y sabe que miente. Un cínico que verá, muy a su pesar, las consecuencias de su vida de mentiras y engaños.
El volumen es un buen exponente de que se puede escribir cf en España que, sin ser absolutamente original (¿qué puede serlo hoy en día?), está a la altura de cualquier escritor anglosajón, e incluso por encima en muchos conceptos.
Alfonso Merelo
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