Que J.G. Ballard firme uno de los títulos clave del año pasado con una obra decididamente menor dentro de su producción no es algo que hable en favor del resto del gremio. No menos llamativo resulta el hecho de que Super-Cannes sea una novela importante, pese a que Ballard esté empezando a quedarse rezagado como escritor visionario y en algunos pasajes de la novela parezca influido por autores influidos por él mismo, en lo que constituye un curioso fenómeno de retroalimentación. En efecto, los peores momentos de Super-Cannes parecen escritos por un émulo aventajado de Ballard en lugar de por el original y, sin embargo, nos hallamos ante una novela que, con todo y ser una bocanada de aire fresco en la literatura del cambio de milenio, da la impresión de estar un tanto desaprovechada.
Paul Sinclair es un aviador a quien un accidente obliga a abandonar la profesión. Convaleciente aún, viaja con su mujer, Jane, una jovencísima y brillante pediatra, a Edén-Olimpia, un complejo residencial de élite de la Costa Azul francesa. Jane se encuentra con un problema: en Edén-Olimpia apenas hay niños, pues se trata de una urbanización para altos ejecutivos, una especie de Silicon Valley europeo, de modo que se dedica a realizar experimentos inmunológicos. Su vida es alienante, sin apenas tiempo libre para su matrimonio, como la mayoría de los residentes en Edén-Olimpia. Todo lo contrario que Paul, ocioso debido a su postración. Paul se siente interesado por el predecesor de Jane en el cargo, David Greenwood, médico británico que un día, sin apenas motivo aparente, quebró la paz de la urbanización, matando a diez de sus habitantes. Paul comienza a investigar por su cuenta, sin más indicios que su intuición, algunos hallazgos casuales y la complicidad de Frances, una equívoca mujer cuyo papel en el desarrollo de los acontecimientos tal vez fuera más importante de lo esperado. La trama se complica según se produce un alejamiento entre Paul y Jane, cada vez más absorbida por su trabajo, las infidelidades mutuas y los compromisos con la élite de Edén-Olimpia: una élite dentro de la élite. El paraíso tecnológico del tiempo libre muestra la verdadera calaña de sus responsables: el psiquiatra Wilder Penrose, especie de Doctor Moreau del subconsciente de sus pacientes (muchos de ellos abatidos por Greenwood); Zander, el jefe de seguridad; Halder, el aspirante a jefe de seguridad, cuyo papel en el final de Greenwood se vislumbra fundamental; y Alain Delage, el cerebro de Edén-Olimpia... Sinclair tiene que reconstruir un rompecabezas algunas de cuyas piezas faltan, en una trama que se va enredando y excediendo el ámbito de Edén-Olimpia.
Super-Cannes contiene algunos de los elementos que hicieron grande a Ballard: la obsesión por la manera en que la tecnificación influye en el hombre, por ejemplo, así como una reflexión (acaso lo mejor de la novela) sobre los peligros de los individuos iluminados que pueden arrastrar tras de sí a las masas (Los Adolf Hitler y Pol Pot del futuro ya no vendrán del desierto, sino de centros comerciales y complejos industriales corporativos), aunque con un cierto toque que podríamos considerar incluso moralista. Y aquí radica el punto débil de Super-Cannes: a lo largo de una carrera de cuarenta años, los personajes de Ballard, en especial los iluminados del tipo Vaughan (en Crash) o Penrose (en Super-Cannes) poseían una dudosa moralidad que el autor no justificaba ni condenaba. En Super-Cannes, por el contrario, Ballard parece alertar explícitamente contra el fascismo de fin de semana que Penrose y Delage propugnan como terapia para sobrellevar la existencia en Edén-Olimpia, advertencia que parece reforzarse con el recurso a una trama policíaca algo traída de los pelos. De este modo, Ballard firma una novela que, ya hemos dicho, parece más propia de uno de sus émulos (podría decirse que contiene ideas de El club de lucha, de Chuck Palahniuk, novela que a su vez no hubiera podido existir sin El mundo sumergido, del propio Ballard), bien es verdad que con el brío narrativo y el retrato de personajes que han hecho de él uno de los puntos de referencia inexcusables de la literatura contemporánea, sea cual sea su género. Ballard ha vuelto a ofrecernos un retrato descarnado de la condición humana y de sus neurosis.
Juanma Santiago
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