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El hombre completo
El hombre completo
John Brunner
Título original: The Whole Man
Trad. Antonio Ribera
Col. Solaris nº 23
La Factoría de Ideas, 2002

Igual que el “Free As a Bird”, que Lennon relegó en el fondo de un cajón hasta que McCartney y el inefable Jeff Lynne resucitaron a The Beatles, o el “Suspicious Minds” que Elvis perpetró cuando ya estaba más cerca de ser una vedette con sobrepeso en Las Vegas que no del king of rock'n'roll, hay obras en la ciencia-ficción que fueron escritas para que jamás fuesen publicadas; incluso de autores que, con otros títulos, han demostrado su valía con creces. El hombre completo, por desgracia, es una de ellas. Quien haya probado la miel (y la hiel) que deja en la boca Todos sobre Zanzíbar, El rebaño ciego o El jinete en la onda de shock bien puede que se pregunte en qué estaría pensando el escritor inglés al pergeñar esta novelita de escaso interés y deficiente ejecución.

La trama es bien simple. Gerald Howson nace en mal momento, justo cuando el mundo atraviesa una crisis mundial que socava sus cimientos y de la que resurgirá con todo un nuevo orden establecido; una fulgurante Nueva Era en la que, bajo la tutela de un cuerpo que reúne a casi todos los hombres y mujeres con capacidad telepática, integrado en la Organización Mundial de la Salud, cuyo cometido es el de abordar cualquier conflicto, en cualquier lugar del mundo, y zanjarlo antes de que estalle en violencia.

Sí, Howson es telépata, pero hijo de madre soltera; su padre había sido un radical activista fugitivo, y además, sufre la desgracia de ser deforme. Sin conocer ningún tipo de amor, rechazado por sus aspecto grotesco y criado, si es que se puede decir así, por una madre apática, se convierte en un ser solitario, plenamente consciente de su aislamiento. Cuando semejante situación conduciría al ser humano medio al límite, Howson se sitúa fuera del colectivo, haciendo de su alienación un punto de observación singular, y se convierte en observador privilegiado de la sociedad que lo ha excluido.

Siendo esta premisa rabiosamente original y dotada de enormes posibilidades, cabría esperar de Brunner un desarrollo inteligente e imaginativo. Por desgracia, y a diferencia de las obras antes mencionadas, este punto de partida deriva hacia una trama muy sencilla: Howson intenta sacar provecho de sus habilidades, cuya naturaleza y trascendencia desconoce; posteriormente, formará parte del cuerpo de telépatas para acabar siendo uno de sus miembros más importantes; una vez hallado su lugar en la sociedad, buscará aquello que le fue negado en su infancia, el aprecio que le faltó, e irá a buscarlo en el mismo barrio donde creció.

Quien busque al Brunner incisivo, el que viviseccionaba la sociedad occidental con sus visiones inquietantes sobre el futuro cercano, el que radiografiaba las fobias y los miedos, el que alertaba sobre la corrupción y el desmembramiento del alma humana, ya se puede ir olvidando. Aquí encontrará a un autor diligente, ágil en cuanto al ritmo narrativo, pero deficiente en cuanto al contenido y torpe en su resolución. Gerald Howson está a años luz del telépata atormentado por excelencia, el David Selig de la obra de Silverberg Muero por dentro, y el resto de personajes no son más que meros comparsas. La historia pierde interés apenas el lector finaliza el primer libro y se da cuenta de que apenas ha pasado nada. La novela falla en sus clímax, en unas situaciones que se plantean de forma bastante ramplona y abusando del factor casual (¿alguien es capaz de creer que justo en el bar de su infancia encontrará al desequilibrado y a la amiga que le ayudará a darse cuenta de lo que anda buscando?). Pero en el aspecto en que más defrauda Brunner es en la sociedad que describe, demasiado simplona para todo un doctor en Sociología, y para un narrador tan brillante y completo como llegaría a ser años después.

Por si fuera poco, la edición de este El hombre completo viene a ser poco menos que un insulto al lector: la traducción es absolutamente demencial, llena de retruécanos que dificultan la comprensión del texto y hacen del placer de la lectura una penitencia difícil de soportar. Dejando aparte la absoluta falta de una corrección de estilo, de forma que se pueden leer auténticas barbaridades como cuatro tratamientos diferentes para los motes de sendos personajes en el mismo párrafo, faltas de ortografía a punta pala, neologismos a cada cuál más delirante (hay quien tiene dañadas las cuerdas bucales, mientras el protagonista sufre de infratamaño, y así hasta llegar al capítulo treintaiuno)... Y todo al precio de 18,95 euros, bajo el epígrafe “El clásico olvidado de la ciencia ficción”. Una tomadura de pelo. Si dispone usted de 19 euros en el bolsillo y se encuentra en una librería, olvídese de El hombre completo y busque otra cosa. Me lo agradecerá.

Álex Vidal

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