Spiderman podía luchar contra el Doctor Octopus, contra el malvado Duende Verde o contra todas las mafias de la ciudad juntas, pero a muchos lectores nos daba realmente igual contra qué peligro luchara el arácnido a la hora de comprarnos sus cómics. Todos buceábamos en las páginas de Spiderman para encontrarnos con ella, con Gwen Stacy, la chica de nuestros sueños.
Rubia, cariñosa, inteligente... demasiado real para lo que habría cabido esperar en un tebeo de superhéroes de principios de los 70. Era un poco hippie, iba a las manifestaciones estudiantiles, y su padre había muerto recientemente. Era demasiado fácil identificarse con ella, hasta el punto de que para mí (y para muchos más lectores, de eso no cabe duda), Gwen era el auténtico aliciente a la hora de comprarse un tebeo de Spiderman.
Quizá aquellos tebeos nos gustaban tanto porque Peter Parker, Spiderman, era demasiado parecido al adolescente que todos hemos sido. Confuso, preocupado por sus amigos, y a veces enojado con un tiempo que él creía que no era el suyo, Parker era nuestro alter ego. En el mundo de Parker/Spiderman, donde la muerte podía venir de manos de cualquier loco disfrazado, Gwen era su refugio, lo único que realmente valía la pena, lo que le obligaba (más que la culpa por la muerte de su tío Ben) a hacer de aquella loca ciudad llamada New York un lugar más seguro para él y aquella chica angelical, en el que pudieran soñar ser felices, tener un futuro.
Gracias a la linea Excelsior!, especializada en recuperar material clásico de Marvel, podemos volver a disfrutar de las últimas aventuras de Gwen Stacy y de su trágica muerte (y no creo que ningún fan se lleve las manos a la cabeza cuando digo esto, que ya hace casi treinta años que se escribió este tebeo).
Los números 121 y 122 son el final perfecto para una etapa perfecta. Primero de la mano de Stan Lee y John Romita, y luego con Gerry Conway y el espléndido Gil Kane al timón, Spiderman llevaba más de treinta números sin darnos un solo respiro. Los problemas de drogas de Harry Osborn, la muerte del capitán Stacy, los problemas de conciencia del ex-soldado Flash Thomson, y cómo no, la corrupción política, las luchas de bandas, los movimientos estudiantiles. Un viaje por los Estados Unidos de principios de los 70, con sus luces y sus sombras, que termina trágicamente con la inesperada muerte de "nuestra" Gwen.
Dicen que la idea fue de John Romita, cuando ya no sabían ni guionistas ni dibujantes qué hacer con una niña tan perfecta y tan angelical. Sea o no cierto, lo que ha quedado es un tebeo que aún hoy (tantos años después) sigue pareciendonos fresco, bien dibujado, con una de las mejores historias que el cómic yanqui nos ha podido regalar. Una muerte y un personaje que son el colofón de un cómic que, aún hoy, sigue siendo un cómic maduro y bien contado, mucho más que otros muchos productos "adultos", que sólo tienen ese nombre porque los personajes despotrican más que hablan y beben más que mean.
En conclusión, que por algo más de tres euros la linea Excelsior! nos ofrece uno de los cómics que hicieron grande a Marvel, y a todo el género superheroico.
José Joaquín Rodríguez
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