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Pasos sobre cristal
Pasos sobre cristal
Iain Banks
Título original: Walking on Glass
Trad. Jorge Lech Polianski
Mondadori, 2000

La segunda novela de Iain Banks es un laberinto. O quizá una partida de ajedrez. Posiblemente ambas cosas.

Pasos sobre cristal se va desarrollando en tres frentes paralelos. Los dos primeros en el Londres contemporáneo. El tercero en un escenario que parece una especie de desquiciada fantasía fruto de una imposible colaboración narrativa entre Lewis Carroll y Jorge Luis Borges y que con el tiempo (y siempre que aceptemos lo que allí ocurre como real) deriva en un escenario de pura ciencia-ficción.

Al principio uno tiene la sensación de que el autor nos está engañando, de que, no queriendo escribir una novela, ha cogido tres novelas cortas y ha ido alternando la acción de una con la de otra. No parece que en ningún momento lo que pasa en cada uno de los hilos argumentales vaya a influir en nada con lo que ocurre en los otros dos.

Poco a poco vamos viendo que no es así, que en realidad están unidos en una madeja de difícil desenmarañamiento en la que, sin embargo, el autor ha sabido ir siguiendo cada uno de los hilos sin perder nunca el norte. Si al acabar la novela volvemos sobre nuestros pasos nos damos cuenta entonces de que esa relación, esa causalidad que hay entre cada una de las tres tramas de la historia, ha venido produciéndose prácticamente desde el principio: simplemente en una primera lectura no tenemos los suficientes datos para darnos cuenta.

Banks ha construido una novela que es como un artificio de espejos, como un pasatiempo matemático por el que uno avanza a ciegas pero sin poder evitar el deseo de continuar caminando: pisando tal vez un cristal frágil en cuya superficie aparecemos nosotros mismos una y otra vez distorsionados por lo que Valle-Inclán llamaba "la matemática de los espejos deformantes". Tres historias que se entrecruzan sin que, en un solo momento, cado uno de sus protagonistas lo sepa y en la que cada paso está medido y calculado para llevar al desenlace (ese momento en que lo que ocurre en cada una de las historias es el reflejo o la consecuencia de lo que pasa en las otras dos), no por inevitable menos sorprendente.

Al final de la novela no hay respuestas, solo confusión: ¿qué parte de lo que hemos visto es real y qué parte es un engaño que no hace más que ocultar otro engaño más profundo? No lo sabemos: Banks nos ha llevado de la mano a un viaje a través de la locura y la traición y no se ha molestado en traernos de vuelta a nuestro cómodo universo de rutina.

Así que cerramos el libro con una sensación incómoda. Y con el deseo casi irresistible de volver a leerlo.

Rodolfo Martínez

(Reseña publicada originalmente en La página de Rodolfo Martínez)
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