El Valle de los Lobos era uno de los tres libros que teníamos que leer en el colegio durante este curso. Cuando lo tuve en mis manos, lo primero que hice fue ojear la cubierta, echar un vistazo al resumen de la cubierta posterior y leer por encima la primera página. Entonces pensé: ¡Buah!, vaya libros que nos mandan leer. Lo volví a dejar en la estantería y me olvidé de él durante unos meses. Una fría y lluviosa tarde de invierno, de puro aburrimiento, cogí el libro y empecé a leerlo diciéndome a mí misma que a ver si me lo quitaba ya de encima. Con el primer capítulo reconozco que me aburrí y estuve a punto de dejarlo (aunque, por experiencia con otros libros, seguí leyendo). A medida que fui avanzando me enganché cada vez más y no pude dejarlo hasta que lo acabé.
El escenario de esta historia es la Torre, una Escuela de Alta Hechicería en la que sólo viven un elfo misterioso, una enana y un Maestro con oscuros propósitos y a la que va a parar Dana, una pequeña granjera que tiene un amigo al que sólo ella puede ver y oír.
Fenris, el elfo, es a mi juicio uno de los personajes más logrados de la novela junto con Dana, la protagonista. Es la típica persona (bueno, elfo) solitaria, antipática y amargada por un oscuro pasado; además de que se odia a sí mismo por ser quien es y como es. Tampoco perdamos de vista a Kai, el amigo de Dana al que sólo ella puede ver, quien no abandonará a su amiga ni en la noche en la que los lobos del Valle les persiguen mientras buscan a un unicornio, aunque él no pueda hacer nada por ella.
Es, además, una mezcla entre Harry Potter y El Señor de los Anillos, pero la combinación de estos últimos no da como resultado El Valle de los Lobos. Hay que añadirle algo. Se centra más en unos personajes determinados y no se basa en la continua pelea contra criaturas monstruosas y malignas. Quizá es el misterioso lugar donde se desarrolla, o sus fascinantes personajes, los que hacen que sea un libro magnífico. Además, no ha tenido que pasar por el traductor para llegar a nuestras manos. Para que luego digan que en España no tenemos a J.K. Rowling o a J.R.R. Tolkien; los tenemos españoles, aunque todavía no nos hayamos dado cuenta de ello. Aquí tampoco falta la magia, que es la esencia del libro, ni las sorpresas y descubrimientos sobre quiénes son los personajes.
Es mi novela favorita (con sus secuelas La maldición del Maestro y La llamada de los muertos, por supuesto, y sin contar Yo, Claudio) y ya la he leído unas cuantas veces, cosa rara en mí, que no suelo releer muchos libros. Pero éste me ha cautivado de una manera especial (lo que a la hora de presentar el trabajo correspondiente hizo acto de presencia, ya que no pude resumirlo en menos de siete folios, una locura por mi parte), y cada vez que oigo hablar de elfos, enanos, aprendices y magos no puedo evitar pensar en los personajes de esta novela.
Blanca Martínez
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