Año 476. El Imperio Romano se desmorona y cada vez son más las incursiones bárbaras. Rómulo Augústulo (o Augusto), con trece años, es el nuevo emperador de Occidente. Tras ver con sus propios ojos cómo las tropas bárbaras aniquilaban a su familia, es apresado por Wulfila, un general germánico al servicio de Odoacro, y llevado a Capri junto con su preceptor, Meridio Ambrosino (o Myrdin Emreis, como le llaman en su tierra natal). Tres soldados de la destruida legión Nova Invicta: Aureliano Ambrosio, Rufio Vatreno y Cornelio Batiato; junto con Demetrio, Orosio y Livia Prisca, una joven que es la jefa de la expedición, intentarán rescatarles y ponerles a salvo en las lejanas y peligrosas tierras de Britania. Un recorrido a través de la Europa de finales del siglo V en el que continuamente son perseguidos por las tropas de Wulfila.
La elección del nombre de Livia ha sido, a mi parecer, de lo más acertada, ya que esconde tras de sí un fuerte carácter acompañado de una gran inteligencia y habilidad. ¿Cómo iba a llamarse esta mujer que lucha como un verdadero legionario romano, sino como la mayor emperatriz de la historia de Roma, madre del emperador Tiberio y timonel oculto del Imperio?
Batiato es el personaje más peculiar de toda la novela: un gigante etíope de más de seis pies de alto y dotado de una fuerza impresionante. En aquella época un hombre así sería considerado un monstruo colosal, que es lo que sería entre toda aquella gente.
Valerio Massimo Manfredi, arqueólogo de formación, se puso en la cabeza de las listas de ventas de nuestro país con Aléxandros, su trilogía sobre la figura histórica de Alejandro Magno. Después de otras novelas de igual éxito, ahora vuelve a la carga con La última legión, una novela ambientada en el final del Imperio Romano y en la que muestra, como arqueólogo y especialista en el mundo antiguo, su magnífico conocimiento de la época. El desenlace artúrico me ha parecido de lo más acertado, ya que arroja luz sobre el posible principio de este ciclo tan popular y conocido. Personalmente, conozco esa historia de memoria, pero nunca he conseguido saber con cierta claridad, aunque fuese ficticia, de dónde provenían Pendragón o el famoso mago Merlín; y menos aún la procedencia de Excalibur. La explicación del nombre de esta espada maravillosa es, según Manfredi, una inscripción latina en la hoja que decía: la espada calíbica de Julio César, y de la cual sólo son legibles las nueve letras que componen el nombre del arma.
El último capítulo es el que me ha parecido más emocionante, quitando las huidas de Rávena y Capri y el rescate de Vatreno, Batiato, Orosio y Demetrio; los demás creo que son pura rutina. Sinceramente, he de decir que yo me esperaba un poco más de acción pero, aun así, me ha parecido bastante buena. A mí, que soy muy exigente con todos los libros actuales que están relacionados con el Imperio Romano, sí que me ha gustado y me la leería de nuevo.
Blanca Martínez
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