A mediados de los 90 el panorama del cómic USA era de vergüenza, de auténtica crisis. Las colecciones de mutantes tenían cerca de diez títulos y eran imposibles de leer debido a las subtramas y a los cabos sueltos, sin importar que al año sacaran unos 120 cómics (130 si contamos especiales, auales, etc.) en los que cada vez todo estaba más enfarragado. Spiderman tenía cuatro colecciones a la vez, y estaba sumergida en una saga horrible, la del clon, que era igual de liante y monótona que las colecciones de mutantes. En los 50 números que duró la parte principal de la saga, apenas ocurría nada: suposiciones, sospechas, peleas peleas peleas... y una trama que no avanzaba.
Pero eso no era lo peor, no. Lo peor era que los personajes eran geniales: poderosos, inteligentes, atractivos... pero no hacían nada. Todos nos preguntabamos: ¿si la Patrulla X es tan poderosa, por qué no se cuela en la base de Apocalipsis y le revienta las visceras?, o, ¿por qué Spiderman no se deja de chorradas clónicas y le pega una paliza a los narcotraficantes y los proxenetas de Manhattan?
Y entonces llegó Warren Ellis. El pobre guionista británico debía de pensar algo muy parecido a lo que yo he expuesto, pues trabajó en varias series y crossovers mutantes. Agobiado con las limitaciones que le imponían, logró hacerse cargo de una serie de segunda fila, por la que nadie apostaba nada: Stormwatch.
El Stormwatch anterior a Warren Ellis era una gran idea: en un mundo de amenazas cada vez mayores, la ONU tenía un grupo de acción rápida que intervenía en casos de crísis. Se acabó llamar a Los Vengadores o a la Liga de la Justicia, ahora eran los propios gobiernos lo que controlaban al mayor y más poderoso grupo heroico de la Tierra... o al menos en teoría. Al final resultó que los muchos héroes de Stormwatch eran nada más que muñecotes sin personalidad, estereotipados a lo sumo, que mes sí y mes no peleaban contra amenazas absurdas: villanos que nadie sabía de dónde salían, ecologistas y grupos anti-globalización (verídico), Sadam Hussein (verídico) o ayudaban a los marines del Vaticano a vencer robots enemigos (tristemente verídico).
La cancelación de la serie estaba a punto de ser un hecho, pero antes el editor quiso darle la última oportunidad a la serie y a los personajes con un nuevo guionista y un nuevo dibujante. Eran Ellis y Raney.
El cambio fue radical. El exceso de personajes de la serie se solucionó echando a los que no aportaban nada, y concentrandose en tres triadas de personajes: Stomwatch Red, Prime y Black. Encargados, respectivamente, de trabajos que requieran fuerza bruta, operaciones tácticas, y operaciones encubiertas. Y los enemigos también cambiaron: ahora las mayores amenazas de la humanidad no serían mutantes mercenarios ni terroristas musulmanes, sino los gobiernos del primer mundo.
De hecho, el mayor enemigo de Storwatch llegará a ser el gobierno de los EE.UU., que no acepta que ninguna fuerza externa lo controle. Esto acaba llevando las situaciones hasta el límite, y Stormwatch acabará dividida en dos facciones: una que quiere dirigir el mundo para evitar males mayores, y otra que cree que cada nación ha de seguir libremente su camino, o acabarán convirtiendose en lo mismo que querían evitar.
El dibujo de Tom Raney mejoró mucho la serie. Le dio solidez a los personajes, uniformes con toques realistas (hay personajes que realmente parecen ir vestidos como militares o paisanos, mucho antes de que a Marvel se le ocurrieran los uniformes de cuero para X-Men), y aporta una caracterización perfecta. Por sus caras y expresiones, los personajes se vuelven más reales, más cercanos al lector. El lenguaje burdo y cotidiano que emplea Ellis se refleja en un dibujo bueno, donde los personajes no parecen todos clones unos de otro, y donde hay una gran riqueza de escenarios y fondos. De hecho, uno de los episodios de Raney será un claro homenaje a dibujantes clásicos como Bob Kane (Batman), Will Eisner (Spirit), Dan Barry (Flash Gordon), Jack Kirby (Vengadores, 4 Fantásticos, X-Men...) o Dave Gibbons (Watchmen) donde, para asombro de todos, logrará mimetizar el estilo de cada autor en su mejor época, todo un gustazo de homenaje a los cómics de las editoriales clásicas (lo cual es curioso, ya que las editoriales clásicas intentaban por esa época hacer que sus cómics fueran iguales que los de Image, la editorial que publicó esta serie).
Stormwatch, curiosamente, sólo publicó en España su etapa "mala" y un tomo recopilatorio de cuatro números llamado Stormwatch: Nuevo Orden Mundial, que no debió de venderse muy bien, ya que todo el mundo pensaba que iba a ser más de lo mismo, lo que provocó quea serie fuera cancelada. Aunque posteriormente se recuperaron los últimos números de la serie, y su sucesora The Authority, a nadie se le ocurrió antes recuperar los diez números inéditos que faltaban en las estanterías de los seguidores de la serie.
Estos números tienen la ventaja de ser historias sueltas, autoconclusivas, que nos muestran la forma de ser y de pensar de los personajes preferidos de Ellis. Son cinco historias algo cafres, muchas de ellas capaces de hacernos reflexionar, un poco tristes (especialmente la historia de Jenny Sparks) y, sobre todo, muy divertidas y muy bien contadas.
Realmente uno se da cuenta que Ellis disfrutaba haciendo esta serie, donde hizo un trabajo mucho mejor que en The Authority (aunque no cuente con los deslumbrantes dibujos de Brian Hitch), donde las historias estaban muy estiradas y aportaban poco de novedad (en cuanto que los personajes evolucionaban muy lentamente y la acción ocupaba toda la escena). Es una pena que esta obra comprometida, liberal y cínica, donde los personajes están perfectamente definidos, haya sido dejada en el olvido. Así que ya sabéis: aquí tenéis una oportunidad para leer tebeos de superhéroes donde todo es posible.
José Joaquín Rodríguez
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