Alexander Cold, un muchacho americano de 15 años aficionado a tocar la flauta y al montañismo, se ve obligado a acompañar a su abuela, la aventurera, escritora y periodista Kate Cold, a una expedición a la selva amazónica organizada por la International Geographic y cuyo objetivo es capturar a la Bestia. Allí conocerá a su nueva amiga y compañera de viaje Nadia Santos y junto con un chamán llamado Walimai intentarán salvar a la gente de la neblina. Se internarán en el corazón del Amazonas y el muchacho descubrirá un mundo sorprendente y fantástico.
Alexander sufrirá una drástica metamorfosis de su personalidad durante el viaje, de ser una especie de niño bien al que le dan casi todo en bandeja pasa a convertirse en Jaguar, protector de la gente de la neblina, y es proclamado entre los indios como jefe para negociar con los nahab (o sea, los extranjeros a la tribu).
Sinceramente, tener una abuela como la que tiene este chaval no me agradaría ni un pelo. Bueno, ni a nadie. Eso de tener a un miembro de tu familia aficionado a los viajes por tierras extrañas y que explora medio mundo mientras tú te sigues peleando con la flauta porque no sabes lo que le pasa para que no te dé la nota Do, puede resultar ventajoso si la cosa va de presumir delante de tus amigos de que tienes una superabuela; pero, ay, ¿y si a tu pariente se le ocurre incluirte en una de sus aventuras? Sabiendo que éste considera aventura el internarse en la selva amazónica para capturar a una bestia gigantesca (lo que quiere decir que tiene una forma de ver el mundo opuesta a la tuya si consideras que para ti una aventura es acercarte a una montaña de más o menos altitud media y treparla bien sujeto a una cuerda y con papi cubriendo la retaguardia), directamente puedes decir que ya estás muerto.
Hay momentos en los que la fantasía y la realidad se funden de tal modo que es difícil poder distinguir qué cosas pertenecen a cada elemento. Lo curioso es que no te pierdes en ningún momento, aunque no estaría fuera de lo posible el hacerlo. Me recuerda en cierto modo a Los últimos días del Edén, la película protagonizada por Sean Connery bajo la dirección de John McTiernan (que ya me he tragado mil y una veces mientras intentaba evitar ver la telebasura) en la que un científico intenta descubrir una medicina milagrosa para curar el cáncer experimentando con los indios; pues aquí la doctora Omayra Torres quiere vacunar a los indios para evitar que se contagien de las enfermedades de los blancos (las malditas vacunas no dejarán de levantar sospechas durante todo el viaje para que al final no sean lo que parecen). También me recuerda a una película de dibujos animados de Disney titulada La ruta hacia El Dorado en la que dos españoles consiguen encontrar la ciudad de oro, solo que ésta es al revés: El Dorado no es de oro ni los dioses son los extranjeros; aquí destruye por completo el mito de la legendaria ciudad y, si todavía hay alguien en el mundo que crea en su existencia, después de leer esta novela se le quitarán todas las ganas de salir a buscarla.
Me ha gustado bastante y me ha parecido una lectura ideal para gente de todas las edades, mayores o pequeños: la aventura y la fantasía están aseguradas.
Blanca Martínez
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