Francia. Año 997 de nuestra era. Michel, un joven monje cluniacense, va a embarcarse en una peligrosa misión. Según las revelaciones del ermitaño Bernardo de Turingia el mundo se acabará en el año 1000 y sólo hay una manera de evitarlo: invocando al Espíritu del Tiempo y dándole una razón para que le conceda a la humanidad mil años más. Pero antes hay que reunir los tres Ejes sobre los que gira la Rueda del Tiempo. ¿Dónde se encuentran? Nadie lo sabe.
Junto con Mattius, un juglar trotamundos, y Lucía, una joven gallega que quiere ser juglaresa, recorrerá la Europa medieval en busca de las joyas. Aunque continuamente tendrán que hacer frente a los miembros de la Cofradía de los Tres Ejes, una secta que predica el reinado del Anticristo y quiere evitar que el Espíritu del Tiempo sea invocado. A García Núñez, el maestre de la Cofradía, le matan unas cuantas veces a lo largo de la novela pero, por más que lo hacen, siempre vuelve a revivir. Alinor de Bayeux es la aparentemente inofensiva dama normanda (y hay que reconocer que un poco feminista) que mueve todos los hilos de la Cofradía de los Tres Ejes; al final, los cofrades descubrirán su traición y se vengarán de ella.
La ambientación en la Edad Media es sorprendente y los escenarios, estupendamente logrados, van desde la Península Ibérica, donde luchan por arrebatarle territorio a los moros, hasta las Islas Británicas, donde los vikingos tienen aterrorizada a la población. Continuamente están presentes la guerra, el hambre y las injusticias, y nos da una visión del mundo actual mezclándolo con el pasado; cosa que, aunque parezca que no, va concienciando poco a poco de que si quieres que el mundo cambie, el primero que tiene que hacerlo eres tú.
Tiene cierto toque de misterio al estilo de El nombre de la rosa, pero su lectura es más ágil; aparte de que no se está dos o más capítulos hablando íntegramente de teología, cosa que hace que no sea pesada en ningún momento. Ésta fue la primera novela que Laura Gallego García publicó y por la que recibió el Premio El Barco de Vapor 1998, y la verdad es que se lo tiene bien merecido. La autora siempre suele utilizar el mismo estilo sencillo y sin demasiados adornos para todas sus novelas, siendo la sorpresa el factor que más utiliza. En todos sus libros que he tenido la oportunidad de leer siempre hay algo o alguien que no es lo que parece y, como no se descubre casi hasta el final, te tiene durante toda la historia pensando que el malo es el que parece ser el enemigo del protagonista y luego resulta que es quien menos te esperas.
Es una de las novelas juveniles que más me ha gustado y no me canso de recomendarla, sobre todo a los amantes de la novela histórica ambientada en el medievo; una época llena de guerras libradas por los poderosos reyes mientras que el pueblo se sumía en la miseria y la Iglesia se corrompía cada vez más, algo que este libro refleja estupendamente.
Blanca Martínez
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