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Malignos
Malignos
Richard Calder
Título original: Malignos
Trad. Núria Gres
Gigamesh, 2003

Que nadie se lleve a engaños. Malignos, la primera novela traducida de Richard Calder, probablemente no guste a los seguidores de la ciencia-ficción más convencional, pero sí que resultará interesante a los amantes del terror y de las historias de aventuras.

Los seguidores del terror disfrutarán al apreciar su fuerte dependencia del decadentismo decimonónico. La atracción por lo mórbido, lo perverso, la recreación en la crueldad y el gusto por lo enfermizo y por el mal son algunos de los rasgos definitorios de Malignos. Por su parte, el deseo sexual, especialmente hacia lo demoníaco, también está muy presente. Aparece incluso la imagen de la femme fatale. Además, el ambiguo agnosticismo, la admiración por lo arcano y el esoterismo propios de D'Annunzio tienen, así mismo, eco en la obra.

Los “malignos” son auténticos demonios que llegaron de una realidad paralela tras un cataclismo. Se instalaron en nuestro Submundo, bajo tierra, y comenzaron una batalla contra los humanos por salir a la superficie. Algunos desertaron y se pasaron al otro bando, como la pareja del protagonista. La novela, ubicada en el futuro, se sitúa tras haber finalizado dicha guerra. Pero la convivencia entre ambas especies dista mucho de ser pacífica.

La importancia de los narcóticos en la historia es básica. De hecho, es la razón por la cual el protagonista, Richard Pike, se lanza a viajar por el Submundo, dando lugar a la parte más aventurera del libro. Hacia ellos, Calder lanza una crítica al mostrarlos como un elemento de sumisión; como un método de control.

Pike es, a su vez, uno de los centros de atención de la obra. Sin duda, Malignos también es una novela de personaje. A lo largo del relato, contado en primera persona por él mismo, vemos cómo va evolucionando su personalidad a la vez que se va profundizando en ella. Así, descubrimos que es una persona presumida, egoísta y aristocrática; totalmente opuesta al altruismo y al amor de su novia. Es un proceso muy interesante pero que se descuida en esos pasajes más aventureros. La vanidad es el aspecto más desarrollado y da lugar a situaciones cómicas y absurdas narradas con algo de sarcasmo.

Los personajes, en su mayoría fracasados, están en continua lucha por su supervivencia. Esto les obliga a rebasar sus convicciones morales. Calder aboga, entonces, por la superación de los tabúes. Aparecen los marginados, los habitantes de la periferia de la sociedad, muchas veces con valor simbólico: los niños de la calle, los pobres, los amorales... El escritor explora el miedo a lo diferente y critica la alienación y la masa.

Esa parte aventurera a la que antes he aludido ocupa el cuerpo central y más extenso del libro. Lamentablemente, es lo más convencional de Malignos. Refleja un viaje al centro de la Tierra en el que Pike, espadachín, navegante y explorador, se encuentra con distintos personajes y tiene que sortear diferentes peligros. Aunque tratada con buen pulso, desplaza la interesante atmósfera decadentista que es la principal aportación del escritor.

Como estilista, la verdad es que Calder, en este texto, resulta simplemente correcto. No es seco ni parco pero tampoco deslumbra. Habrá que esperar a Chicas muertas, una obra menos mesurada, para descubrirle como tal.

A modo de conclusión, pues, podríamos decir que Malignos es una combinación de terror macabro de inspiración decadentista con la novela de aventuras más típica. Una lectura entretenida.

Alberto García-Teresa

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