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Experiencias Extremas S. A.
Experiencias Extremas S. A.
Christopher Priest
Título original: The Extremes
Trad. Claudia Casanova
Minotauro, 2003

El mismo año en el que dos de los nombres más repetidos han sido Matrix y Columbine, aparece en nuestro país, con un lustro de retraso, Experiencias Extremas S. A., un libro de Christopher Priest que trata los temas de la realidad virtual y las masacres perpetradas por individuos desequilibrados. Tras el excesivo bombardeo mediático, se podría pensar que esta novela difícilmente iba a aportar nada nuevo, sino que más bien se sumaría al maelstrom de información y especulación generado al respecto. Error, ya que la personalísima visión literaria de Priest conduce la narración por caminos poco trillados, dejando el esperado poso de crítica social, sí, pero convirtiendo también al conjunto en un ejercicio metaficcional que dinamita algunas de las barreras de la ortodoxia literaria. Y no en su forma, donde casi todo está ya probado, sino donde es más difícil, en su estructura interna.

La acción gira en torno al drama personal de Teresa Simmons, agente del FBI cuyo trabajo incluye la incursión en recreaciones virtuales de las masacres realizadas por los denominados mass murderers, con el fin de estudiar el proceso mental que los lleva a cometerlas. Teresa pierde a su marido en una de esas matanzas, en Texas, tras lo cual viaja hasta la pequeña localidad inglesa de Bulverton, en parte para paliar el sentimiento de pérdida y en parte porque allí, en la misma fecha, se produjo una tragedia semejante. Su investigación, realizada a medias entre realidad y RV, le hará conocer de primera mano el drama personal de los afectados y las secuelas producidas en los habitantes del pueblo, así como los extraños detalles del suceso.

Priest es un autor de ciencia-ficción, pero su forma de narrar y abordar los temas es más propia del mainstream. El autor comienza su relato con una suma de historias particulares, centrada en los problemas de los personajes, para bien entrada la novela agrandar el paisaje y mostrar un mundo mucho más amplio. La sensación inicial de aislamiento de la protagonista en un pueblo emocionalmente apagado a pesar de la aparición de sus gentes, del tráfico o de los comercios abiertos, está magníficamente transmitida. La información se ofrece a retazos. Poco a poco se introducen episodios concretos del pasado, así como nuevos elementos. Los progresivos flashbacks y la incorporación de los distintos dramas personales, mezclados con aleatoriedad, produce un efecto collage contundentemente efectivo, potenciando la riqueza de los personajes y de la historia.

En cuanto a la ficción, la técnica de recreación virtual, basada en los recuerdos que guardan los testigos de un acontecimiento determinado, es realmente ingeniosa y generosa en implicaciones. Ofrece un nuevo punto de vista desde el que estudiar la relación de la memoria con la personalidad y, especialmente, con la realidad. Una RV de consumo, que el autor hace cercana al dotarla, cara al usuario, del mismo modus operandi que Internet. Su utilización en la novela tiene, además, otro trasfondo, pues Priest aprovecha para construir una crítica del mercantilismo actual de la violencia y del peligro que conlleva la libre comercialización de armas de fuego. De hecho, no es casual que la protagonista sea norteamericana de adopción.

Pero, como decía al principio, lo realmente impactante de esta novela es, una vez más, el sello Priest. Quien sólo disfrute con las fórmulas narrativas habituales se sentirá decepcionado, pues el escritor se las salta en el último cuarto de novela al personalizar y cargar el desenlace en una sola figura, desentendiéndose del tema central de la relación entre masacres y RV, un sacrificio dirigido a centrar la atención en las evoluciones finales de su protagonista.

La resolución de los enigmas propuestos no es importante. El escenario, la acción, todo lo presenciado no tienen validez más que como un elemento de evolución en la cabeza de la agente, como el percutor que la lleva finalmente a extraviarse en los recovecos de su memoria. La historia es un instrumento para la evolución de Teresa; una vez cumplida su función, se deja a un lado. Con ello, Priest va aún más allá que en sus últimas obras, pues en ellas el uso de la primera persona apoyaba tal artificio. En ésta, narrada en tercera persona, todo es más impersonal, pero aún así, igual de subjetivo. El principio mismo de la novela, contado desde un recuerdo posteriormente trastocado, es una prueba más de que el patrón de lo real y lo irreal está en la percepción de Teresa Simmons.

Obras como ésta, o como la excepcional Vurt, de Jeff Noon (donde la influencia carrolliana es mucho más marcada), logran realizar lo que en estos tiempos parecía un imposible: jugar con la realidad de un modo original y lograr rehuir la etiqueta de dickiano.

Santiago L. Moreno

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