En este segundo volumen del ciclo de la Puerta de la Muerte, Haplo cruza la Puerta de la Muerte por segunda vez a bordo de Ala de dragón (llamada así en honor a su viaje a Ariano) para dirigirse al Reino del Fuego de Pryan. En este viaje, Haplo no tendrá tanto cuidado en ocultar su identidad y pronto casi todos sabrán quién es, aunque no le traiga muchos problemas.
Pryan es un sofocante reino con permanente luz solar y abundancia de lluvias, lo que ha dado lugar a una exuberante jungla y grandes praderas de musgo. Debido a ello, los elfos han instalado sus ciudades en las copas de los árboles; los humanos, en las praderas de musgo; y sólo los enanos en las proximidades del suelo. El patryn no tendrá que llevar a cabo su misión de sembrar el caos para prepararle el terreno a su Señor ya que las continuas guerras entre razas se han encargado de ello. Con la raza élfica dominante, los humanos son considerados como animales, obligándolos a trabajar como esclavos.
Calandra Quindiniar, hija de un rico comerciante elfo de armas, lleva el negocio familiar desde que, tras la muerte de su madre, su padre enloqueciera y se dedicase por completo a hacer experimentos para lograr que sus cohetes llegasen a las estrellas. Su hermano Paithan es el encargado de llevar las mercancías a su destino y negociar con los compradores. Su hermana pequeña, Aleatha, sólo se dedica a asistir a los eventos sociales y coquetear con los elfos de alto rango.
Por otra parte, Ronald y Rega, unos hermanos que fingen ser marido y mujer por pura supervivencia, ultiman un trato de contrabando de armas élficas con un enano llamado Drugar (y conocido por ellos como Barbanegra). El enano afirma que los Titanes (unos enormes monstruos de apariencia humana y cubiertos de hojas y ramas para mimetizarse con la selva) han vuelto para destruir el mundo y que necesita esas armas para defender a su pueblo.
Paithan será el encargado de entregarles el cargamento y los humanos le convencerán para que les acompañe hasta el Reino de los Enanos alegando que necesitan los tyros (unas bestias de carga) para trasportarlo hasta allí. Se internarán en la jungla sin saber muy bien el camino y serán atacados por los Titanes. Todos los enanos han muerto (todos menos Drugar, quien ahora quiere vengar la muerte de su pueblo) y los hombres no tardarán en sucumbir.
Mientras tanto, la llegada a la morada de los Quindiniar de un mago chiflado llamado Zifnab (y su dragón-mascota) hará que empeore la situación de Lethan, desquiciando los nervios de Calandra. Zifnab anuncia la llegada de un Salvador: el hombre de las manos vendadas que les llevará a las estrellas. Haplo no pretende ser ningún Salvador pero se verá obligado a llevar a un grupo de humanos y elfos (y al enano Drugar) a las estrellas, donde descubrirá los secretos de Pryan y algo más sobre los sartán.
Todo esto mezclado con una pequeña historia de amor entre un elfo y una humana y grandes dosis de fantasía. En este libro, el toque de humor lo pone el mago Zifnab y su dragón que, cuando está bajo los efectos de un hechizo, se cree un mayordomo. Las referencias que el mago hace a algunas cosas pertenecientes a nuestra sociedad (tales como reactores nucleares, referencias a algún pasaje del Éxodo, comentarios sobre guionistas, menciones a Gandalf el Gris, incluso mentando a Clark Gable...) bien podrían ser considerados Ooparts (acrónimo correspondiente al término anglosajón out-of-place artifacts) si estuviesen situados en un contexto histórico y arqueológico. Pero aún nos quedaremos con la duda de quién es en realidad este mago ya que no reaparece hasta el quinto volumen (La mano del caos). Tampoco se sabe con certeza qué ocurre con Paithan, Rega, Ronald, Aleatha y Drugar el resto de humanos y elfos, y si consiguen sobrevivir en las estrellas.
Esta segunda entrega de la saga no me ha decepcionado y estoy intrigada con lo que sucederá en el próximo viaje de Haplo con destino al Reino de la Piedra.
Blanca Martínez
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