Posiblemente ésta sea una de las mejores novelas gráficas jamás editadas, aunque uno a veces se pierde a la hora de diferencias una novela gráfica de un cómic con el doble de páginas.
La novela gráfica surge con fuerza (aunque antes ya existía) a principios de los 80. El nombre mismo nos indica que se intentaba un planteamiento más serio de las historias, con menos peleitas superheroicas, y más historia, más drama y reflexión, y más espacio para resolverlo. La idea sería muy nueva para los yanquis, pero en Europa eso se venía haciendo ya desde hacía muchos años, y el Teniente Blueberry de aquel entonces, o los hoy famosos XIII o Thorgal son muy similares a lo que las editoriales yanquis creyeron "inventar".
Al final las novelas gráficas resultaron ser un producto bastante pobre. Tenían el doble de páginas que un tebeo normal, pero eran bastante más caras. En EE.UU. proliferaron hasta los 90, y aquí en España pudimos verun buen puñado: Lobezno-Nick Furia intentaba alejarse de los superhéroes y hacer una historia puramente de espionaje, Punisher: Regreso de Gran Nada y Punisher: Sangre en los páramos aprovechaban para contarnos la cruzada de Frak Castle contra el crímen, La Masa contra La Cosa nos presentaba un enfrentamineto realmente épico entre ambos personajes, y un buen puñado de novelas gráficas de Spiderman hicieron las delicias de sus numerosos fans... pero realmente no valían el dinero que costaban. A fin de cuentas, por muy "novela" que quisieran ser, no dejaban de ser historias autoconclusivas sobre un superhéroe, que nos presentaban al personaje, lo enfrentaban a una amenaza, y finalmente nos lo devolvían al mismo statu quo del que había salido: sin evolución, sin cambios.
Por suerte hubo autores que sí se soltaron, como Elektra Lives Again de Miller, que nos contaba una historia alejada de los superheroico; La muerte del Capitán Marvel de Starlin con un planteamiento tan maduro como el del personaje que muere no a manos de un villano, sino a causa del cáncer; o Silver Surfer de Stan Lee y Moebius, que realmente es un tebeo europeo por su estilo, pero también por el excelente desarrollo del personaje y los vistos de ciencia-ficción que posee.
Pero la joya de la corona fue Dios ama, el hombre mata. Y es que Claremont supo ver las posibilidades de una historia que no estaba limitada a "continuarás", ni a veinte míseras páginas, ni tan siquiera a un villano ni una continuidad. Y es que esta novela gráfica rompe esquemas y se vuelve una crítica contra la sociedad.
Lejos de lo que uno esperaba verse, la Patrulla X no se enfrenta a un grupo de supervillanos malvados, sino a un predicador y a un ejército privado que consideran las mutaciones como algo diabólico, ya que no aparecen en la Biblia. La idea puede parecer de risa, pero no olvidemos que los Testigos de Jehová se niegan a las transfusiones de sangre porque en la Biblia se hace un supuesta referencia al tema sanguíneo, o que los judíos siguen tradiciones que tenían sentido en la sociedad de hace dos mil años pero no en la actual (y no hablo del fanatismo religioso católico de la Semana Santa porque luego me llaman intransigente). Lo dicho, que el fanatismo existe hoy día igual que siempre, y la Patrulla X va a ser testigo de ello cuando descubra que ese grupo religioso está matando niños mutantes (y a sus padres, de paso).
Es sobrecogedora una frase que dirán los asesinos cuando una niña de seis años les pregunte que ha hecho para merecer morir: "Haber nacido". Así de duro y de rotundo.
A la historia se suman personajes de lujo, como un Magneto cansado por el odio hacia los mutantes, el reverendo Stryker y su ferrea convicción de como acabar con los mutantes, o un Charles Xavier engañado y obligado a ser Judas (de hecho, la película X-Men 2 bebe mucho de esta historia).
El final es inesperado, esperanzador y a la vez desolador. La Patrulla X no se enfrenta a un malvado, sino al hombre de la calle, a sus miedos y al "todo vale" del que se hace gala cuando existe un pánico colectivo.
A este guion de sobresaliente se le suma un Brent Anderson muy realista, alejado de lo heróico, que hace de la historia un reflejo de nuestro propio mundo. Hay elementos de ciencia-ficción, claro, pero no vemos naves espaciales, ni rayos lásers. Solo está el mundo real, con hombres y mujeres normales. Un Magneto envejecido, una Kitty Pryde que es poco menos que una cría, un Scott Summers delgado y estirado...
El papel es de lujo, como el que se utiliza hoy día en la publicación de tebeos. Esto permitió que el color no fuera el típico de los puntitos (ese tan odioso y del que tanto se abusaba), sino que se pareciese mucho al que hoy nos vemos en los cómics.
Es difícil que una historia de tanta calidad consiga mantenerse fresca veinte años después de su publicación... pero aún es más difícil que el nivel gráfico y técnico se mantengan a la par. Y es que ésta sí fue una novela gráfica, una historia rompedora como pocas, crítica contra el racismo y el fanatismo, un tema que desgraciadamente sigue siendo de actualidad en nuestro día a día.
José Joaquín Rodríguez
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