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Haunter
Haunter
Charlee Jacob
Leisure Books, 2003

Hablar del horror literario contemporáneo es percibir de inmediato la existencia de dos “modos de hacer” opuestos, pero en ocasiones complementarios. Por una parte, se consolida en la small press, en círculos más o menos restringidos, el terror nebuloso y sugerente, ése que huye de estridencias y cuya estrategia es crear una pequeña red de personajes en la que inyectar con calma una pizca de inquietud. Por otra, tenemos a los que optan por el cuajarón de sangre y la víscera a cielo abierto. El primero lo suelen practicar escritores bastante hábiles (por ejemplo, Ramsey Campbell). Para el segundo no hace falta más que una gramática correcta. Excluyo de esta taxonomía simplista a los grandes best sellers.

Pues bien: ¿en qué saco meter a Charlee Jacob? Su Haunter pertenece, sin duda, al segundo “modo de hacer”: es horror extremo en estado puro, está repleto de destripamientos, cuchilladas, hachazos y perversiones sexuales grotescas, hasta el punto de que a uno, a medida que lo iba leyendo, se le quedaba corto aquel clásico del splatter pijo y con pátina de denuncia social, American Psycho, de Bret Easton Ellis. Sin embargo, muchas de las atrocidades que Jacob nos arroja a la cara no están narradas con la desgana habitual de los practicantes del gore literario (recordemos con horror reverencial a los infaustos Shaun Hutson o Guy N. Smith) sino, en bastantes ocasiones, con un escalofriante tono poético. Es Haunter, pues, un libro que desconcierta.

Su hilo argumental es bastante débil y se pierde en algunos vericuetos que lo vuelven confuso. Se trata de una continuación sui generis de la primera novela de Jacob, This Symbiotic Fascination -que no he leído-, con la que comparte dos personajes, los hermanos Harry y Elliot. A pesar de que pueda disfrutarse de forma independiente, tal vez todo quede un poco más claro si se consulta dicha opera prima.

Los citados hermanos son los protagonistas de esta extraña fábula de tránsito moral. Tras una infancia traumática (contada en This Symbiotic Fascination) marcada por una familia desequilibrada hasta la monstruosidad (uso literalmente esta palabra), sus caminos se separan durante la guerra de Vietnam. Por una parte, sin que se explique muy bien por qué, tras una experiencia onírica junto a un templo ancestral, Harry se transforma en una especie de corporeización hermafrodita de Shiva que reúne a una corte de adoradores, lisiados supervivientes del horror de los jemeres rojos camboyanos. Elliot, una vez acabada la guerra, trabaja como mercenario. Durante una misión en Camboya, se reencuentra con Harry y ambos emprenden un particular viaje de huida hacia un mundo mejor junto a los sectarios del Shiva redivivo.

Los paisajes de Jacob, que se extienden desde Camboya y Tailandia hasta Texas, son infiernos en la Tierra, ciénagas en la que se revuelcan como moscas en la cochiquera prostitutas menores de edad, europeos rijosos, asesinos y seres sobrenaturales, depredadores unos, redentores otros. Las escenas en Bangkok, que abren la novela, son lo mejor de este relato tan fascinante como irregular. Por el medio de la historia principal se cuelan subtramas sobre los soldados compañeros de Elliot, una droga (Soma) que conduce a quien la toma a un estado que no se sabe muy bien si es Nirvana o Purgatorio y muchos, muchos personajes desencajados, expulsados a un mundo viscoso y hostil. Y muchos otros etcéteras, algunos pertinentes, otros no, que confieren al relato un ritmo entrecortado que lo beneficia poco.

Recomendada para estómagos vacíos y fuertes y para degustadores de rarezas de todo origen.

Alberto Cairo

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