La reciente edición de Luz, precedida de una ristra de premios y del aplauso unánime de la crítica, ha puesto en el candelero a su autor, M. John Harrison. Además, el escritor británico recalará en la próxima HispaCon de Getafe en calidad de invitado de honor y estará presente en dos actos, uno obviamente como protagonista absoluto, y también en la mesa redonda sobre La ciencia ficción anglosajona, en compañía de Sue Burke, Juan Manuel Barranquero, Lawrence Schimel y Domingo Santos.
Esta súbita muestra de interés contrasta con la escasa difusión que ha tenido su obra en castellano. Las loas de sus colegas o afirmaciones tajantes como la de Clive Barker, M. John Harrison es el mejor escritor británico que cultiva actualmente el relato de terror y a todas luces el más original, difícilmente pueden ponerse en entredicho al constatar la calidad de la antología El mono del hielo (Ultramar), donde Harrison se evidencia como una lectura obligada para los estudiosos del terror contemporáneo y cuya principal virtud descansa en una creación de atmósferas opresivas que raya en la maestría.
Precisamente uno de los cuentos que componen el volumen, La cantera, un descenso a los infiernos de un poder alucinatorio comparable con los pasajes más vesánicos de Narración de Arthur Gordon Pym, se integraría en el octavo capítulo de la novela El curso del Corazón, lo que explica Harrison por su costumbre de probar una novela escribiendo primero un relato. De esta manera, se entiende que además esté impregnada del espíritu que caracteriza parte de su obra breve: la descripción de un Londres mohoso y reconocible, los personajes desahuciados que se refugian en lúgubres librerías de viejo y en vidas aún más sombrías, la urgencia del desesperado por buscar la remisión a través de antiguas amistades que lo conocieron en tiempos mejores. Igualmente destaca la prosa pulida que sin necesidad de recurrir a alardes rehuye la inmediatez formal que domina buena parte del género.
Con todo, esa desazón que en forma de relato satisface por lo sofisticado del trazo, depara al alcanzar mayor extensión una novela complejísima, a menudo hermética y frustrante, un órdago a grande en el que Harrison hace partícipe al lector de la confusión existencial en la que están sumidos los protagonistas. Éstos viven traumatizados por una experiencia que les marcó durante sus estudios en Cambridge. Iniciados en la magia por un torvo individuo, participaron en una ceremonia a fin de desentrañar el misterio que rodea al Corazón, la manifestación del Pleroma gnóstico, una especie de puerta a un nuevo estado de conciencia que ha permanecido cerrada durante siglos. Las consecuencias les perseguirán durante años, literalmente: a cada uno de ellos le corresponde una visión que muy a su pesar le acompañará y romperá las barreras de la realidad y de su propia cordura.
La filosofía vital de Harrison, más amigo de abrir interrogantes que de facilitar respuestas, se apodera de una novela sorprendente por la viveza de las imágenes, que impresiona por la construcción de ambientes, y donde quizá la confusión entre fantasía y realidad, y la escasa información acerca de un enigma insondable, acaba por producir cierto desconcierto pese a lo fascinante de algunos aspectos.
Es posible que ésa fuese una de las metas de Harrison, a tenor de declaraciones como las siguientes: Creo que es indigno leer por evasión. Una vez has crecido, debes empezar a leer con otros propósitos. Debes entablar una relación más compleja con la ficción que el mero deleite. Si lees por evadirte nunca tratarás de cambiar tu vida.
El curso del Corazón, sus otras aportaciones al género de terror, las incursiones en la fantasía heroica u otros trabajos de muy distinto signo, como Luz, son algunas de las cuestiones que en breve se plantearán por nuestros pagos a este autor inconformista, en lo que se prevé un encuentro apasionante.
Pablo Herranz
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