¿Se puede escribir una buena novela basándose en una única anécdota? Durante algún tiempo esa pregunta me apartó de la lectura de Soldados de Salamina, eso y el que fuera otra novela más sobre la guerra civil (la foto del Robert Capa de la portada así lo anunciaba a los cuatro vientos), y reconozco que la razón por la que acabé devorando sus 209 páginas fue el no querer enfrentarme a la película de David Trueba sin conocer primero el original literario. Todo ello viene a demostrar que los prejuicios no siempre son una buena manera de elegir una buena lectura.
La anécdota a la que me refería es el fusilamiento en 1939 de Rafael Sánchez Mazas, miembro fundador de Falange y uno de sus ideólogos principales; de hecho, como no se cansa de decir su personaje en toda la novela, en aquel entonces Sánchez Mazas era el miembro más antiguo del partido fascista que seguía con vida. La novela de Javier Cercas se estructura a partir de este incidente, del que Sánchez Mazas parece que escapó milagrosamente. En ella, el protagonista, que no es otro que el mismo autor, se embarca en una investigación sobre aquellos hechos en la que realidad y ficción se van a entrelazar de una manera admirable. Partiendo de una misteriosa carta recibida, Cercas relata las distintas entrevistas con personajes algunos reales y otros no tanto como los amigos del bosque que salvaron a un Sánchez Mazas medio ciego y hambriento de una muerte cierta, o el mismo Rafael Sánchez Ferlosio, hijo de Sánchez Mazas, que van relatando la salvación de éste gracias a un misterioso miliciano que le dejó escapar.
El libro está estructurado en tres partes. En las tres se nos cuenta la historia de un periodista y escritor medio fracasado que ha decidido darse una última oportunidad, y encuentra una historia que contar a raíz del incidente de 1939. No es pues un libro sobre la guerra civil, sino un libro sobre el acto mismo de escribir. En la primera parte podemos ver al escritor en un proceso de documentación para una historia en la que en el fondo no cree y que está a punto de abandonar en repetidas ocasiones. La historia del miliciano salvador, así como las relaciones y vivencias del autor, se entrelazan en esta parte formando un todo que se lee con gusto y hace que no queramos parar. A destacar el personaje de Conchi, la novia bruja de Cercas que es sin duda el más atrayente y desquiciado del libro, por lo que no ha podido obviarse como otros en la versión cinematográfica, dando lugar a una absurda relación lésbica con el protagonista al que Trueba cambia de sexo en beneficio de Ariadna Gil, su mujer.
Pasamos luego a una segunda parte que, en teoría, sería el manuscrito del libro sobre Sánchez Mazas tal cual quedaba en principio. Y aquí hay que decir que en esta parte estuve tentado de dejar la lectura, cosa que luego no me hubiera perdonado. La historia de Sánchez Mazas desde su conversión al falangismo y su posterior captura y fusilamiento (le fusilaron mal, como a Gila) no es demasiado atrayente en sí, pero la posterior vida del personaje como jerarca del franquismo es todo lo aburrida que una historia puede ser. Hay que decir además que se han oído voces en contra de la novela por cómo da por cierta la historia del fusilamiento: parece ser que la verdadera historia de Sánchez Mazas es muy diferente. A decir de varios historiadores, a la traición que acabó con la detención de toda la quinta columna de Barcelona le siguió un encarcelamiento, y luego tuvo que inventar la historia de su fusilamiento para justificarse y no volver a ser fusilado por traidor. En cualquier caso, Cercas pinta en esta parte un personaje antipático, cobarde y medio convencido de las historias que inventa, que nos hace preguntarnos una y otra vez si merece la pena dedicarle todo un libro.
Y ahí quedaría la cosa si no fuera porque existe una tercera parte. En ella, Cercas se da cuenta, ayudado por Conchi, de que la historia tal y como está escrita la historia no vale un duro, y que muy probablemente la culpa la tiene el mismo protagonista. A punto de tirar la toalla una vez más, una conversación con el recientemente fallecido escritor chileno Roberto Bolaño sobre lo que significa ser un héroe le lleva a descubrir una pista sobre el posible paradero del miliciano que salvó la vida de Sánchez Mazas. Su búsqueda y el posterior misterio al que se enfrenta sobre la identidad del miliciano es sin duda la mejor parte de la novela. Que acaba siendo una novela sobre héroes, pues empieza con la pretensión de los falangistas de ser el pelotón de soldados que a última hora salvan la civilización que decía Spengler y acaba en una residencia de ancianos de Francia, que es donde solían acabar los héroes verdaderos. Delirante sin duda es la parte en la que Bolaño cuenta la aventura de la columna Leclerq en África del norte, y por fin encontramos el personaje atractivo que habíamos buscado todo el tiempo en la persona de Miralles, el soldado abandonado por todos y remiso a recordar sus aventuras, que es el único al que la versión cinematográfica ha sabido tratar a mi entender.
Con todo lo anterior, la novela sobre una anécdota, la novela sobre la guerra civil que decía al principio, pasa a ser un libro imprescindible sobre el heroísmo, sobre las guerras sí, pero también sobre una generación que tuvo sobre sus hombros la responsabilidad de cambiar el mundo, y sobre la satisfacción de escribir, pero también sobre la soledad de la tarea y las ganas de abandonar que le dan a uno a cada paso. Un libro imprescindible en cualquier caso, aunque no pueda decir lo mismo de la película; de hecho, lo único bueno de ésta creo que es que me hizo leer el libro antes.
José Antonio del Valle
|