Cuando era niño, antes de saber leer siquiera, me encantaban las películas de espadachines, de romanos, de grandes guerras y grandes imperios. Quizá no fuesen historias especialmente brillantes, tal vez tuvieran poco de realismo histórico, y posiblemente contasen con héroes muy buenos y villanos muy malvados... pero nada de eso impedía que me encantaran. Algunas historias son tan universales que, por más fallos que podamos sacarles, nunca dejan de gustarnos.
Y ahora, tantos años después, siento que soy otra vez un niño al leer las aventuras de Conan. Y por más que sepa que ésta es una literatura de segundo orden, por más que sepa que sólo es una aventura de bárbaros buenos contra malos civilizados, las historias de Robert E. Howard siempre me hacen disfrutar con su fácil lectura y su acción trepidante.
En particular, este libro recoge una novela completa de Howard, fácil de leer y llena de los elementos que a lo largo de varias décadas han conseguido poner de moda la fantasía de espada y brujería. Tenemos princesas, piratas, brujos estigios y viajes al fin del mundo, y a un poco heroico Conan atrapado en medio de todos estos personajes y acontecimientos y obligado por las circunstancias a salvar la situación.
La trama bien podría adaptarse a alguna película de aventuras pues, a pesar de poseer todos los elementos típicos del género de espada y brujería, recuerda bastante a las historias de piratas. Y es que esta entrega de la vida de Conan nos presenta al vástago de Cimmeria como bucanero en las aguas de la Costa Negra, ocupado con sus asaltos a ricas embarcaciones y el reparto del botín, incluso con un antiguo mapa lleno de secretos que le es robado. El destino del reino de Zingara está en juego, y Conan no dudará en atravesar todos los océanos conocidos y las peligrosas tierras de las amazonas para enfrentar su espada a la magia perversa de Toth-Amon de Estigia.
Robert E. Howard, el joven que setenta años atrás escribiera esta novela (y muchas otras), creó la Edad Hyboria como una era anterior a la propia humanidad, una era en la que los continentes aún no poseían su forma actual. Un tiempo posterior al hundimiento de la mítica Atlántida, con una humanidad salvaje o, en el mejor de los casos, que forma decadentes reinos condenados a extinguirse.
Los relatos de Howard fueron publicados en los años treinta en revistas pulp como literatura juvenil y adolescente, una diversión barata en tiempos de crisis económica. Es por ello que Conan es tan fácil de leer y tan lleno de acción, porque "simplemente" pretendía entretener. Y digo "simplemente" entrecomillado porque Howard se tomó la molestia de crear una elaborada mitología, una cronología que comenzaba con el joven Conan recién salido de las bárbaras tierras de Cimmeria, y que concluían con su reinado sobre el mayor reino de occidente: Aquilonia.
En 1967 se publicó la primera novela de Conan en formato libro, y a pesar del tiempo transcurrido, logró enganchar a toda una generación. Tal fue su éxito que pocos años después Marvel Comics compraría la licencia para publicar cómics de Conan. Y tal fue el interés que causó el personaje que, de la mano de otros autores, se acabó recontruyendo la vida de este héroe legendario.
Conan fue uno de los primeros personajes de fantasía heroica, con todas las limitaciones que conlleva ser pionero, y más debiendo escribir sus aventuras con el espacio limitado (de ahí que esta novela larga sea una excepción, pues el Conan de Howard está basado sobre todo en relatos cortos). Pero al igual que con las películas que veía en mi infancia, espero que me perdonen si ante estas historias primigenias obvío fallos y erratas y me quedo con una infinidad de aciertos.
Datos curiosos
R.E. Howard murió bastante joven, pero es curioso cómo su obra supera con creces a la de otros escritores más longevos. Y es que tras la muerte de Howard en los años treinta, y la progresiva fama que en los sesenta adquirió su obra, sus relatos "inéditos" comenzaron a aparecer, casi diría que a llover, en el mercado. Algunos eran relatos nunca publicados, otros relatos inconclusos, y la mayoría relatos de otros autores a los que endosaron la autoría del difunto autor.
Los grandes "continuadores" de Howard fueron L. Sprague De Camp y Lin Carter, que adaptaron gran cantidad de relatos y tuvieron el gusto (o disgusto, según la opinión de cada fan) de completar y serializar las aventuras de Conan, añadiendo nuevos relatos, retocando algunos y atando cabos como buenamente supieron.
Hoy día, la fama de De Camp y Carter proviene de una doble fuente. La primera son los cómics de Conan, en especial los escritos por el guionista Roy Thomas, que aceptó como legítima la aportación de estos escritores. La segunda proviene de las novelas que Forum en los años ochenta y Martínez Roca en los noventa publicaron sobre el personaje: algunas de ellas escritas y firmadas por este par de autores, y otras escritas por ellos pero firmadas con el nombre del difunto Howard. Y, como Rodolfo Martínez bien me hizo notar, tanto por la forma de narrar como por los personajes y la extensión de la historia, es muy posible que esta novela no sea obra del legítimo creador de Conan (aunque en el título y en la bibliografía del autor que incluye este libro así se diga), sino un refrito de De Camp y Carter.
Y es que la habilidad de escribir y ganarse las albóndigas aprovechando lo que creó y escribió otro, según parece, no fue un invento exclusivo de los herederos de Tolkien y de Frank Herbert.
José Joaquín Rodríguez
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