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El glamour
El glamour
Christopher Priest
Título original: The Glamour
Trad. Rubén Masera
Minotauro, 1999

La ciencia-ficción es el género ideal para jugar con el concepto de realidad; o, lo que es lo mismo, definirnos a nosotros mismos a través de la contraposición de nuestro mundo interior frente al mundo exterior.

Éste sería un punto de partida realmente estimulante, y en no pocas ocasiones habremos visto o leído libros o películas que tratan sobre la estructura íntima de la Realidad, así, con mayúscula, o de las infinitas realidades, minúsculas, posibles y mutuamente excluyentes, entre las que los personajes han de escoger. Desafortunadamente, gran parte de ellas se quedan en la pirotecnia especulativa, tremendamente espectacular pero poco satisfactoria para el lector exigente. Sin negar el desasosiego que puntualmente puedan producir, no cabe duda que no profundizan demasiado en la psicología de los personajes más allá de los efectos de la percepción.

El británico Christopher Priest, para aquellos que no lo conozcan, es un narrador simplemente excepcional, un gran estilista de prosa serena y brillante, extremadamente sutil a la hora de enhebrar tramas y crear personajes. En El glamour, Priest infunde vida a tres personajes a través de las memorias de dos de ellos. Memorias que deja claro, nada más abrir las tapas del libro, no son infalibles: el protagonista, Richard Grey, está ingresado en una clínica privada recuperándose de las secuelas de un coche bomba que, además de las lesiones físicas, le ha causado una amnesia traumática. Su mente, en una de las típicas jugarretas a la que nos tiene acostumbrados, ha aprovechado el atentado para deshacerse de los recuerdos, algunos presumiblemente desagradables, de las últimas semanas de su vida. Ni siquiera la visita de Susan Kewley, una chica de belleza enigmática, es capaz de desbloquear su memoria y abrir su pasado, a pesar de que ella afirma que habían sido amantes.

Grey se ve en la necesidad de tener una historia, un pasado, de rellenar los huecos innaturales de su mente. En compañía de Susan, su Sue, trabajan para salvar su memoria; es decir, para ensamblar el pasado común de ambos. En este punto, Richard Grey toma las riendas de la narración, relatando el viaje a través de Francia en que conoció a Sue, y cómo una relación que tanta felicidad les prometía se ve envenenada por la sombra de la presencia de Niall, un ex de Susan Kewley que parece tener la facultad de seguirla adondequiera que ella vaya. En la memoria readquirida de Richard, Niall es un personaje sin rostro, una presencia enigmática, el vértice invisible y omnipresente de un triángulo amoroso decididamente imposible. La angustia, la inseguridad y el deseo insatisfecho pasan a formar el eje alrededor del que empiezan a girar sus vidas, hasta que Richard decide forzar a Susan a escoger entre él o Niall. De forma incomprensible para Grey, Susan le confiesa que le es imposible romper con Niall, pues su glamour la atrae poderosamente, igual que el de Richard.

En su memoria, Richard elude todo recuerdo sobre qué es exactamente el glamour.

A su debido tiempo, Susan retoma la narración, relatando su encuentro con Richard y el vínculo que, a través de la relación que forja con el protagonista, trata de romper con Niall, un hombre de un ego inconmensurable que oculta su complejo de inseguridad. Tal es la única herramienta de que dispone para sobrellevar con dignidad el estigma que marca a los tres, cada uno en diferente grado: el glamour; cuyo descubrimiento llevó, de forma casual, a la desgracia de Richard, tras volver de su viaje por... Gales.

Podría desvelar aquí qué es el glamour. La verdad, no tiene demasiada importancia: es la aguja que engarza la trama pero, sobre todo, es el hecho que niega la fiabilidad de la memoria; pero, ojo, no tan sólo de Richard, sino la de Sue, Susan para Niall. A lo largo del texto son muchos los detalles, comunes en la historia de ambos, pero que dan lugar a explicaciones diferentes y a múltiples contradicciones.

Sin memoria, o sin una memoria falsa, manipulada por él mismo, Grey no es capaz de definir su vida ni, por extensión, a su propio ser. Y esa angustia traspasa el papel cuando pensamos en qué poco fiable es esta herramienta, la única de que dispone el ser humano para dar sentido a su vida, pues lo que conocemos como presente viene definido indefectiblemente por el pasado; si éste no es fiable, nuestro propio ser se tambalea.

Sin embargo, como ya he comentado, son muchos los detalles que denotan una fractura mucho más profunda de la realidad, pero no tan sólo la que percibe Richard, sino también la de Susan... y la del lector, a poco que se deje atrapar, cautivo, por las implicaciones del sorprendente desenlace. ¿Quién creen que puede ser ese Niall, un personaje caprichoso, omnipresente, a veces terrorífico, que parece manejar los hilos de la vida de todos los personajes?

Además de articular una trama inteligente con una cadencia suave pero firme, y de la innegable satisfacción que causa desentrañarla, cabe hacer hincapié en la belleza formal de la obra. El glamour es una novela para deleitarse con voluptuosidad, paladeando cada episodio, cada frase, cada inflexión, dejándose sumergir en la consciencia de Richard y de Susan, con el corazón abierto al licor espumoso de sus sentimientos y con la mente bien atenta para dejarse cautivar por el que, casi con absoluta certeza, es uno de los mejores autores del momento.

Álex Vidal

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