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Detective sin licencia
Detective sin licencia
Rafael Marín
Col. Letra Negra, nº14
Ediciones de la Diputación de Albacete, 2003

No se llama Sam Spade, nunca buscó un halcón de oro y joyas preciosas, y ni siquiera tiene licencia de detective privado. Y lo mejor de todo: no le hace falta nada de eso. Y es que Torre(s), el protagonista de Detective sin licencia, es la antítesis de todo lo que debería ser un personaje de novela negra. Si además decimos que es Rafael Marín quien escribe, sólo podemos prepararnos para leer una de las mejores y más atípicas novelas de detectives jamás escritas.

Reconozco que soy un gran fan de la ciencia-ficción de Rafael Marín, que me parece bastante original y bien escrita, pero aún así me asombró gratamente el ver lo bien que manejaba el género negro. Y es que Rafa se dedica a destrozar uno por uno los clichés de este género. Si el protagonista no es el detective duro que uno podría esperar en este tipo de historias, más lejos está aún de ser un Holmes o uno de los personajes de Agatha Christie. Torre no tiene ni idea de cómo investigar. Por eso, su periplo nos va a llevar a lo largo de Cádiz, de su geografía, de sus fiestas, e incluso de sus personajes típicos. En todo momento sabemos lo que piensa Torre, y sus digresiones y recuerdos más de una vez acaban relegando a un segundo plano la investigación. Sus recuerdos nos van a hacer descubrir quién es él, cómo era realmente su amigo muerto, y quiénes eran los que le rodeaban.

Torre no es más que un tipo ya entrado en años, antiguo boxeador para más señas, y antiguo matón de un mafiosillo local. Vive en Cádiz, y le gusta irse a tomar el sol a la playa y allí ver a las niñas en topless, beberse una cerveza y picar algunas tapas a media mañana. Vamos, que más que un superdetective a mi me recuerda a mi vecino del segundo.

Y puestos a destrozar cuanto tópico pueda, Rafa incluye unos secundarios de lo más geniales: la mujer del amigo muerto y la amante congoleña de éste, condenadas a vivir bajo el mismo techo; el Angelito, hijo adolescente del difunto, un poco atontado y algo flipado con el manga; una secretaria algo puta; una farmacéutica que será toda la ayuda CSI que vaya a recibir el desorientado Torre... Vamos, que ni mujeres fatales, ni malvados en la sombra, ni mafias internacionales.

Los sitios que frecuenta son aún más estrambóticos: bares de tapas, cervecerías, la playa, calles y pastelerías típicas de Cádiz. Incluso hay una referencia a Ángel Torres Quesada, puesto que Torre fue gran lector de las novelitas de a duro del Orden Estelar. Vamos, que el universo de Torre es un recorrido que cualquiera puede hacerse por el Cádiz real, comiendo y bebiendo lo mismo, y posiblemente encontrándose a la misma gente que aparece en el libro.

Quizá lo que menos importe en Detective sin licencia sea la investigación, pues el conjunto de los personajes, los lugares y las situaciones acaban haciendo al lector cómplice de ese mundo de novela negra que, ya lo he dicho, rompe todos los clichés de la novela negra. Pero ojo, que sea lo que menos importe no significa que no vayan a encontrase con una historia adictiva y con un final sorprendente. Aunque no me crean a mí: compruébenlo ustedes mismos.

José Joaquín Rodríguez

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