Hay dos civilizaciones. Una es la Tierra, superpoblada y exhausta, dominada por enormes bóvedas de metal selladas, capaces de albergar y mantener a millones de personas al precio de la libertad individual de sus habitantes. La otra civilización se desarrolla en decenas de Mundos Exteriores, apenas poblados, donde la enfermedad ha sido erradicada y los robots llevan a cabo las tareas más pesadas. Ambas civilizaciones se han enfrentado en el pasado, y los Mundos Exteriores acabaron derrotando militar y tecnológicamente a la agotada Tierra.
Años después de finalizada la confrontación, la Tierra lucha por mantener su identidad, por volver a ser un mundo floreciente y no un pueblo enclaustrado en sus (aparentemente) seguras cuevas de acero. Y eso significa el rechazo a todo lo que provenga de los Mundos Exteriores: su filosofía, sus robots, sus embajadas científicas en la Tierra... Un rechazo que acaba provocando el asesinato de un científico de los Mundos Exteriores.
Resulta increíble el trabajo titánico que Asimov desarrolló a lo largo de las 250 páginas que componen esta novela, no sólo por lo bien llevada que está la trama, sino por el detallismo y el realismo que acaba dando al mundo futuro. Desde la forma de funcionar de esa sociedad, hasta las expresiones o la religión, Asimov nos va sumergiendo a cada capítulo en un mundo más y más gris y creíble. Más que ciencia-ficción, ésta es una novela negra llena de detalles sobre los protagonistas, capaces no sólo de darnos una idea muy clara de quiénes y cómo son, sino de ir hilándose junto a la trama, de tal forma que hasta el más inocente suceso estará íntimamente relacionado con la resolución final de la novela.
Como buen escritor, Asimov va a jugar con nosotros a lo largo de la novela. Va a darnos pistas, proponer sospechosos, y luego va a echar por tierra todo lo que creíamos saber. Incluso los personajes principales, el detective terrestre Elijah Baley y el detective robot Daneel Olivaw, van a ir evolucionando y dándonos sorpresa tras sorpresa. Y todo ello a un ritmo que, a cada capítulo que leemos, se vuelve más frenético, llegando a ser una auténtica marcha a contrarreloj.
Pero lo que realmente hace que esta novela valga la pena, además de estar bien escrita y mejor resuelta, es la cantidad de temas a los que Asimov da cabida. La crítica a la pérdida de la individualidad, a la fanatización y a los prejuicios hacia lo ajeno (de hecho, un detalle curioso es que en la obra de Asimov llaman a los robots "muchachos", de la misma forma que en los EE.UU. de los años 50 se llamaba genéricamente a los individuos de color). Pero no todo es crítica, pues la esperanza en el futuro, la posibilidad de cambiarse a uno mismo, la capacidad de aprender a aceptar lo desconocido, son ideas que también tienen eco en la novela.
Por último, creo que hay que comentar que esta novela de Asimov tiene muchos puntos en común con ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (vamos, con Blade Runner), de Philip K. Dick. Esto se ve en la similitud de ambos escenarios (planeta Tierra decadente, frente a unos Mundos Exteriores pujantes que utilizan entes mecánicos), de los personajes (detectives de la policía que viven rodeados de ese odio hacia los robots/replicantes), y de la tecnología (el test detector de replicantes, consistente en preguntas que miden el tiempo de reacción del sujeto, ya nos lo adelanta Asimov, al igual que el aparatito que aumenta y gira el ángulo de las fotografías).
Asimov hace justo medio siglo que escribió esta novela, pero lejos de haber envejecido, yo diría que ha ganado más realismo con los años. Es lo que tiene la buena ciencia-ficción: la tecnología tal vez no sea la misma que hoy día, pero los temas planteados sí que lo son.
José Joaquín Rodríguez
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