Cuando me enteré de la noticia de que Luis G. Prado y Julián Díez se embarcaban en la misión de crear un fanzine dedicado en exclusiva a relatos y de carácter semestral debo reconocer que esa idea me sorprendió. Nadie publicaba en exclusiva relatos y era un camino diferente. Pero el diseño no era el de un fanzine al uso, sino mucho más cuidado, y la línea editorial apostaba por un estilo más refinado y por una búsqueda de la excelencia literaria, una opción contrapuesta al sobrevalorado concepto de la cf como exclusiva "literatura de ideas" que en realidad escondía un escaso nivel literario patrio en la mayoría de los casos, sin que ello supusiera una renuncia a la especulación y a la brillantez de las ideas que se le supone al género. Ya han pasado cinco años. Con la perspectiva que concede el paso del tiempo, puede afirmarse que ASE se ha convertido en un escaparate para muchos autores, algunos de los cuales han acabado consolidándose como tales y han visto publicadas novelas (o no les falta mucho para ello) y/o ganado premios literarios. Tal vez Luis y Julián fueran unos visionarios que habían vislumbrado dónde llegaría ASE. Yo no me lo imaginé. Lo cierto es que se ha convertido en la publicación de ficción de referencia de este inicio del siglo XXI para quienes deseen conocer por dónde transita el fantástico español. Ahí es nada.
Abre el volumen José Antonio Cotrina con "Amanecer", un relato de atmósfera agobiante por momentos. El joven protagonista descubre una mañana al despertarse que el mundo parece haberse detenido y todos sus habitantes han desaparecido. El superviviente a esa extraña catástrofe, cual moderno Robinson, inicia la exploración de la ciudad en busca de signos de vida. Náufrago en un mundo detenido, sumido en una especie de tiempo muerto, sin tecnología, cae en la desesperación hasta que un día avista una pareja formada por un hombre y una niña, que desaparecen sin que pueda darles alcance. Sin ser un tema novedoso (¿queda alguno?), la morosidad inicial del relato desaparece a medida que el protagonista inicia su periplo exploratorio y empezamos a atisbar los misterios del nuevo mundo. El planteamiento de la historia exigía cierta habilidad para cerrarla con coherencia y José Antonio Cotrina lo consigue en buena parte, aunque echo de menos una conclusión algo más extensa, más satisfactoria. Imagino que es debido a cuestiones de espacio al tratarse de una obra presentada a un premio literario y, por tanto, con unas limitaciones de extensión. (*)
En "Piscis: Arabesco", Víctor Conde retoma a su descarada heroína Piscis de Zhintra y estrella su nave en un planeta, donde se verá inmersa en las disputas entre los dos últimos representantes de una dinastía real que se extingue por la imposibilidad de procrear. La procacidad de Piscis la obligará a realizar una peligrosa misión para salvar su vida. Con toques de historia a lo Mil y una noches, detalles tipo Alicia en el País de las Maravillas y un rompecabezas digno de Indiana Jones, Piscis será un instrumento de los intereses contrapuestos de ambos hermanos. Víctor es otra de esas jóvenes realidades que ha eclosionado en el género nacional, con un dominio del ritmo narrativo que le hace especialmente destacable cuando trata la aventura y el space opera. Añadamos a ello la falta de pudor de su heroína y sus ramalazos políticamente incorrectos y tenemos a un autor único en el panorama actual, al que debemos felicitar por la reciente publicación de su novela Mystes en Minotauro.
Luis Astolfi, con "Sólo el inocente", nos demuestra que el fantástico español también se nutre del boom histórico (pseudohistórico en muchas ocasiones) que triunfa entre los lectores de mainsteam, y en el caso que nos ocupa con notable acierto. Un hombre recibe la noticia de que debe trasladarse a Florencia para hacerse cargo de una misteriosa herencia. Rico y poderoso, no le atrae la idea del viaje a Florencia, pero la curiosidad vence finalmente. Una vez allí tendrá que optar por hacerse cargo de una herencia que ha pasado de generación en generación de su familia, a pesar de las advertencias que le previenen en contra. Astolfi sabe crear una ambientación adecuada y perfila con tino a un protagonista vil y arrogante, así como su evolución posterior. El único pero es la moralina que domina la parte final de la historia, por otra parte comprensible considerando la línea seguida por el relato.
"El demonio y su señor", de Javier Montellano, adopta la estructura de fábula. Un mago intenta rescatar a un demonio atrapado por un párroco con la única arma de su ingenio. Breve y correcto.
"El jardín automático" deja patente, una vez más, la capacidad de Eduardo Vaquerizo para crear mundos y seres artificiales, ajenos a nuestra realidad. Como el propio título indica, nos hallamos en un jardín de engranajes, hierba metálica y plantas de acero donde vive el último habitante de una ciudad granítica y solitaria, de horizonte perfilado por los rascacielos. Ese ser, sumido en sus rutinas, empieza a hacerse preguntas, a despertarse de su letargo metálico, y contempla a unos seres globosos que vuelan hacia el edificio más alto de la ciudad. Inicia entonces un viaje para descubrir si los sueños que le desazonan son un mero producto de su imaginación o la evocación de recuerdos del pasado. Poco puede decirse de Eduardo que no conozcan ya los seguidores habituales de ASE. Describe con intensidad esa ciudad metálica, nos hace cercana esa ciudad sin alma. Y esa frialdad metálica se filtra en el relato, con estilo pausado, espartano, que sería lo propio en un mundo estéril como el descrito, pero que acabará desvelando su peculiar fecundidad. Eduardo Vaquerizo es un ejemplo de versatilidad literaria y probablemente sea el más destacado exponente de la vertiente hard en nuestro país. Queda esperar que su próximo proyecto vea pronto la luz: los lectores de ASE recordamos la imaginería desplegada en Negras águilas (ASE 9) y con esos mimbres la novela surgida de dicho relato puede ser todo un éxito.
Una de las características señeras de ASE es la de descubrirnos primeras obras de autores que apuntan buenas maneras. Es el caso de "Lobos", de Jaime Serrano. Un ingeniero se traslada con un par de ayudantes a un recóndito rincón de Extremadura para preparar la construcción de una carretera. La nieve les atrapa en el trayecto de vuelta y su coche cae por un terraplén. Al dolor causado por las heridas se le añade el pánico generado por una manada de lobos que hace acto de presencia. Relato correcto, al modo de algunas historias que forman parte de la mitología popular o el folklore de algunas comarcas y pueblos españoles. A destacar su estilo directo y sin florituras.
En "Asedio", de Javier Cuevas, descubrimos en toda su crudeza los efectos devastadores sufridos por una ciudad tras una hecatombe de la que vemos sus efectos pero apenas sus causas, aunque entrevemos algunos retazos de los culpables. El protagonista encarna al antihéroe, desencantado y obligado por las circunstancias a ejercer un papel de modelo social que le incomoda; un hombre que dejó de creer y al que no le quedan esperanzas, y mantiene a duras penas las apariencias como parte de su trabajo para que el débil entramado que mantiene en pie a esa sociedad castigada no se desmorone y llegue el caos total. El género es prolífico en relatos postcatastrofistas como el presente. Sin embargo, Javier Cuevas, con gran oficio, lo justifica con un final sorprendente, como mandan los cánones de la cf tradicional.
En "Al caer la noche", Santiago Eximeno apenas nos da pistas del mundo en el que transcurre la historia. Sólo sabemos que se trata de un pueblo acobardado, posiblemente por las circunstancias que les toca vivir, de gentes desconfiadas. Durante la noche, un misterioso visitante interrumpe la cena de una pareja y su hija, temerosos porque reciben extrañas visitas nocturnas. El recién llegado era esperado, aunque no se deseaba su visita. Es un tallador que debe modelar una misteriosa figura. Convive con la familia hasta que concluye su tarea, un trabajo que va más allá de la propia talla. Santiago Eximeno crea un ambiente opresivo, trufado de medias verdades y desconfianza. No descubrimos el motivo de tanto misterio hasta el final, inesperado, cuando se hace patente la verdadera condición del tallador.
Cierra el volumen "Tu vida y algo más", de José Antonio del Valle, un relato fáustico ambientado en la guerra de Marruecos. El protagonista es un joven que tras sufrir un desengaño amoroso se alista como voluntario. No hay mejor manera de castigarse y purgar las penas de amor que enfrentarse día a día con la muerte. Somos testigos de los ecos del desastre de Annual, del desmoronamiento del ejército español que arrastra los últimos jirones del sueño imperial, de muestras de heroísmo individual que no sirven para nada. Y entre tanta muerte, el protagonista consigue escabullirse milagrosamente mientras sus compañeros de armas y sus amigos caen como moscas. Pero al final debe pagarse un precio por haber esquivado a la parca. José Antonio del Valle recrea con acierto la ambientación de la época: paisajes, hechos históricos, expresiones de la época, dotando al relato de una gran fuerza descriptiva. Vemos la descripción del protagonista desgarrado por un amor no correspondido en cuanto se arruinó, la contradicción humana entre la búsqueda de la muerte como castigo o huida y el alivio causado por sobrevivir un día más. Un relato en el que destaca la recreación de una página negra de nuestra historia moderna, campo en el que el autor ya ha demostrado con anterioridad su sobrada capacidad. Un filón poco explotado en el género y del que José Antonio del Valle es su exponente más destacado.
Volumen en el que se conmemora el quinto aniversario de ASE, destacable por su equilibrio narrativo y el alto nivel de sus relatos. Si se quería hacer un regalo de calidad a sus lectores, puede decirse que se ha logrado. Una vez más. Nada sorprendente para quienes hemos tenido la suerte de seguir la evolución de este proyecto desde sus inicios.
Y como suele concluirse en todos los aniversarios, sólo me queda desear que tengamos ASE por muchos años más. Sus lectores se lo agradeceremos.
Manuel Díez Román
(*) Me voy a permitir una digresión a cuenta del autor. Como no tiene que ver directamente con la reseña de esta edición de ASE no es necesaria su lectura si no se desea. Y ahora entro en materia. No hace mucho leía en un foro que, si Las fuentes perdidas (La Factoría de Ideas) de José Antonio Cotrina se hubiera publicado en una época menos fértil a la hora de editar cf española, dicha novela se podía haber convertido en una obra de culto para los aficionados nacionales. José Antonio Cotrina es un autor con hechuras, con las condiciones necesarias para ganarse el favor de los lectores. Su éxito dependerá de él, de su calidad, no de lo que hagan o dejen de hacer otros autores. El responsable de aquel comentario pretendía elogiar al escritor, pero sin querer no le estaba haciendo ningún favor porque su opinión puede equipararse al deseo del reinado del tuerto en el país de los ciegos. Me explico: si apenas publica nadie, las obras de los afortunados que lo consiguen pueden tener más repercusión. Cuantos más escritores publican novelas, más difícil es destacar, considerando que en un mercado limitado como el nuestro en teoría sólo se publican las mejores obras del fantástico nacional. La atención del público y las ventas entonces se reparten entre más. Es importante que exista competencia, sirve de estímulo para todo escritor que aspire a crecer y a ver editada su obra. Vivimos una época de bonanza en cuanto a la edición de autores españoles. Alegrémonos de ello. Es la oportunidad que muchos esperaban y se merecían. Ahora sí que cualquier novela que realmente sea buena tiene oportunidad de ver la luz y triunfar, y una oferta más o menos abundante permitirá que el público elija lo que más le guste.
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