"Ayer, cuando amanecía, un regimiento francés ha hecho algo... ha hecho o ha dejado de hacer algo que un regimiento que está en primera línea no debe hacer o dejar de hacer y, como resultado, el conjunto de las operaciones militares en el occidente de Europa se detuvo ayer a las tres de la tarde."
Con este párrafo podría resumirse el argumento de esta novela poco conocida de William Faulkner, el autor de El ruido y la furia o Luz de agosto, con la que ganó el premio Pulitzer en 1954. Sin embargo, el resumen no haría justicia a un libro complejo y de múltiples lecturas.
Partiendo de un hecho que sucedió en realidad el 17 de abril de 1917, Faulkner nos describe la guerra con toda su crudeza, rayando a la altura de grandes novelas antibelicistas como Sin novedad en el frente de Erich María Remarque y Los desnudos y los muertos de Norman Mailer o de la obra cinematográfica Senderos de gloria, basada en el mismo incidente de la Primera Guerra Mundial y dirigida por Stanley Kubrick, quien probablemente se inspiró en algunos capítulos de Faulkner, dado que la película es posterior. Pero además, Una fábula es una obra en la que podemos encontrar multitud de elementos fantásticos: la guerra se detiene por un extraño soldado que, al parecer, ha muerto varias veces quien recorre los frentes acompañado por doce compañeros, y que utiliza sus permisos para predicar su mensaje de paz a ambos lados de las alambradas con extraña habilidad. Es, sin embargo, una fantasía que tiene más que ver con el Saramago de Ensayo sobre la ceguera, donde se utiliza ésta como medio de llevar al ser humano a situaciones extremas en las que salgan a la luz los más bajos instintos y pasiones. Es una fantasía con una utilidad pedagógica y moralizante (el título no es casual), escrita con una prosa prolija y a veces oscura que no tiene demasiado que ver con la literatura de genero al uso, pues si bien es capaz de despertar nuestro sentido de la maravilla, ("Ésta es la historia del soldado que está enterrado en el Arco de Triunfo de Paris (...) Su mujer se llamaba Magda. Lo fusilaron entre dos ladrones. Resucitó") no llega nunca a esa supresión de la incredulidad a la que nos tienen acostumbrados los libros de autores de fantasía. Es un libro lleno de sucesos increíbles contados de manera que parecen totalmente plausibles; si es posible que la guerra se detenga porque los soldados digan ya basta como sucedió en realidad en 1917, ¿por qué no va a ser posible todo lo demás que nos cuenta Faulkner?
Por último, es también un cuadro costumbrista como los que le gustaban al padre de la novela americana moderna, sólo que esta vez lejos del sur norteamericano inmortalizado en la mayoría de sus obras. Faulkner nos pinta un cuadro costumbrista de la guerra de la que fue testigo, en el que se entrelazan historias como la del oficial degradado porque está harto de dirigir a los hombres al matadero (que es la antítesis del general que manda el regimiento, a quien sólo le interesa su honor por encima de las vidas de todos sus hombres), la del soldado a quien todos sus compañeros han hecho beneficiario de sus testamentos, que nos hace empezar a entrever posibilidades fantásticas en la novela, o la del piloto recién llegado a quien el súbito fin de las hostilidades frustra en sus ansias de gloria, y que bien puede estar basado en el mismo Faulkner.
Todo ello convierte esta novela en una obra rica en contenidos que ha sido, a mi entender, injustamente dejada de lado a favor de otras mucho más conocidas del ganador del premio Nobel de 1949. Un descubrimiento interesante.
José Antonio del Valle
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