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Los sin nombre
Los sin nombre
Ramsey Campbell
Título original: The Nameless
Trad. Isabel Merino
Col. Solaris Terror
La Factoría de Ideas, 2004

Barbara Waugh es una relevante agente literaria que se ha quedado sola en la vida. Perdió a su hija y su marido hace varios años y aún no ha conseguido recuperarse por completo. Sin embargo, un día todo cambia cuando recibe una llamada de su niña. Todo apunta, entonces, a que su hija está viva y en malas manos, y Barbara se lanza a una frenética búsqueda para salvarla. Con esa premisa, Ramsey Campbell nos traslada a la periferia de la sociedad y nos sube a una absorbente historia de sectas y torturas.

La novela arranca como una historia íntima, con escasos personajes, aunque poco a poco se va ensanchando el encuadre. Sin embargo, a pesar de narrar acontecimientos con una gran trascendencia en el conjunto de la sociedad, el escritor se centra en el drama personal, en la angustia de Barbara.

De este modo, Campbell construye una mujer obsesiva y atormentada, que se debate entre la ilusión y la desesperanza y que va siendo desgajada del mundo lentamente. Barbara se va desorientando progresivamente y va quedando cada vez más aislada, rodeada de alucinaciones y recuerdos. Su neurosis crece conforme avanza la historia, al igual que la tensión, hasta llegar al desconcertante final. Un elemento que podemos rastrear, por otro parte, en otros de sus libros.

Los sin nombre resalta por el brillante uso que hace el narrador de la sugerencia. Sabe solventar los episodios más escabrosos dejando que sea la imaginación del lector, a la postre más eficaz para crear terror, la que complete las carnicerías perpetradas o los oscuros rincones de polvorientas habitaciones. Además, incide en la sugestión y nos transmite la inseguridad y el miedo a lo desconocido de los personajes con notable habilidad.

Otra de sus características destacadas es la ambientación que crea, que se erige como uno de los elementos diferenciadores de la novela. Mediante unas descripciones de corte impresionista, propone un replanteamiento de los mecanismos de la novela gótica. Campbell actualiza los escenarios y nos presenta un Londres decadente, asfixiante, lleno de ajetreo y extraños, que aumentan la ansiedad y nos remiten a un mundo reconocible. Las constantes alusiones al ruido del tráfico (que disparan la autosugestión, pues cubren todo tipo de sonidos, incluidos los de un hipotético perseguidor) en los momentos donde mayor terror se pretende transmitir, por ejemplo, refuerzan la identificación, la cotidianidad. En ese sentido, cobran gran relevancia las casas decrépitas que visitan los personajes, una modernización del clásico elemento gótico de la mansión abandonada, sobre el que ahondará en su posterior Nazareth Hill.

La reiteración de situaciones dota de fatalismo la historia, al mismo tiempo que la hace, en ocasiones, previsible. En ese sentido, Campbell juega, en la mejor tradición de Hitchcock, a revelar al lector más de lo que saben los personajes para crear tensión.

Los sin nombre ahonda en la familia, como es habitual en su trayectoria. El peso del libro lo llevan los personajes femeninos, y, en esencia, toca uno de sus temas principales: la perversión de la inocencia.

Como marco, también debemos señalar el mundo editorial, con sus penas y glorias, sobre el que no se pretende realizar un retrato exhaustivo, sino una ligera ambientación para indagar en el personaje de Barbara.

En cuanto a su estructura, cabe mencionar los primeros capítulos, que son distintos flashbacks muy precisos, con los que Campbell nos esboza los rasgos principales tanto de la historia como de los personajes.

Así, Los sin nombre se presenta como una buena novela de interés creciente, que atrapa al lector a base de buena planificación y autosugestión.

Alberto García-Teresa

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