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La isla de los antropólogos y otros relatos
La isla de los antropólogos y otros relatos
Iban Zaldua
Col. Nueva Biblioteca nº 65
Lengua de Trapo, 2002

Iban Zaldua lleva ya unas cuantas antologías trabajando con el relato breve. Es por ello que parece, a raíz de lo ofrecido en esta La isla de los antropólogos y otros relatos, que le ha pillado el truco a la extensión y sabe ofrecer textos bien estudiados, con una impronta personal, sin miedo a probar con todo tipo de materias.

El volumen nos presenta una colección de cuentos cuya máxima extensión son las diez páginas, y donde cuatro es la media. No en vano, se acumulan veintidós piezas en 158 páginas. Los relatos breves de página y media también abundan: textos que recogen apuntes, anécdotas, donde sobresale una notable capacidad de condensación. De este modo, su peculiar mundo extraño, a base de acumulación y de hacer entrar en el trapo al lector, funciona a la perfección.

La antología nos lleva hasta un espía que termina siendo ministro del enemigo, un escritor que se convierte en Robinson Crusoe para escribir una historia de náufragos auténtica, un pueblo que desaparece al ser omitido en un catastro o ante los muertos que, en el Día de los difuntos, abandonan sus tumbas para visitar sus antiguas moradas mientras sus familiares les rinden homenaje en el cementerio.

El autor recrea, muchas veces ahondando en un costumbrismo decadente, propio de la novela negra, espacios y personajes cotidianos, anclados en las pequeñas cosas. Con morosidad, refleja la mediocridad que los rodea. Pero, desde lo mundano, relata historias extraordinarias y extrañas, contadas sin una mirada maravillada, asumidas con naturalidad, envueltas en una sempiterna atmósfera deprimida, amarga y agotada. La ironía y, muy especialmente, el humor negro sazonan con frecuencia las historias.

Zaldua, además, utiliza todo tipo de registros y géneros. Por un lado, en ese espacio se cuelan elementos fantásticos, como fantasmas, la fusión entre realidad y ficción o regresiones en el tiempo, que no producen extrañamiento debido a esa naturalidad en la que son recibidos dentro del relato, pero que demuestran la gran fuerza fabuladora del escritor.

También es muy reseñable que buen número de cuentos (como "La visita", "Donante" o "La archivera") podrían ser historias de terror de no ser por su tratamiento y tono, que arruinan el efecto por completo, pues hablan de psicópatas, mutiladores, muertes crueles... Es muy significativo cómo reutiliza todo ese material sacándolo de su contexto. Estos cuentos más siniestros suelen arrancar apuntando a otros caminos hasta un par de giros que precipitan la historia hasta el horror, por lo que tienen muchos elementos que, a la postre, resultan accesorios. No parece casual que, precisamente, sean, además, las narraciones más extensas. El autor parece que alarga historias que sabría contar en un par de páginas.

En la antología también hay un par de piezas ("La cama" y "New Manchester") que son relatos socialistas, pero que, lejos del entusiasmo y la exaltación ideológica, con sus giros irónicos y trágicos, son más bien una cruda reconsideración de las utopías obreras y de capacidad fagocitadora del capitalismo.

Otro grupo de cuentos son de corte biográfico ("Un hombre para SECTRA" o "La isla de los antropólogos") que, bajo una gran documentación, muestran una menor valía literaria y son, con mucho, lo más flojo del libro, pues dejan al lector totalmente indiferente.

Zaldua, así, emplea registros de muy distinto tipo, pero el cuidado formal es constante y uno de los aspectos más llamativos. Podemos encontrarnos historias donde abundan los recursos para imitar la oralidad, recursos casi experimentales (como la omisión de palabras para suprimir datos eliminándolas sin dejar marca alguna) o relatos de corte más melancólico, mucho más descriptivos, con cuidadas metáforas. Lo que está claro es la gran capacidad imaginativa del autor y el dominio sobre la narración, que maneja y amolda a su antojo.

Con todo, muchos de sus cuentos no consiguen impactar con sus historias. Son narraciones correctas, tras las que se aprecia un profundo trabajo, pero tampoco son deslumbrantes, aunque hay un puñado de cuentos notables. Es, así, una antología heterogénea, irregular a pesar de algunos buenos aciertos; más brillante, sobre todo, en las piezas más breves y, por qué no, gamberras.

Alberto García-Teresa

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