Debo confesaros que, al comenzar a leer este libro, me pareció muy raro. Estaba muy bien escrito, pero no me enteraba absolutamente de nada. Se hablaba de personajes que no conocía, de ciudades que nunca se habían descrito, de imperios totalmente desconocidos para mí. ¿Acaso me había comprado la secuela de alguna novela?
Leídas las primeras veinte páginas, no obstante, todo empezó a encajar. La historia no sólo tenía sentido, sino que iba enganchando y me obligaba a seguir pegado a la novela, aunque debo avisar desde ya que este libro no se puede considerar de fantasía clásica ni tampoco de ciencia-ficción. Más bien es una genial mezcla de géneros.
M. John Harrison no nos cuenta la historia típica de fantasía, ésa que todos hemos leído un millar de veces y tanto nos gusta: el joven inexperto que se enfrenta a las fuerzas del mal, que se rodea de fieles amigos y que madura hasta convertirse en el héroe épico que salva a toda la humanidad. Muy al contrario, él nos habla de unos personajes que ya dejaron muy atrás sus aventuras, que ya hace años que son recordados como héroes, y que en la mayoría de los casos ya han comenzado a envejecer. Son los últimos supervivientes de la Orden de los Methven, y van a tener que reunirse una vez más para servir al Imperio que les entrenó.
Estos personajes claramente anti épicos que Harrison crea destacan como uno de lo principales atractivos de la novela. Sin convertirlos en estrambóticos, sí que consiguen sorprender al lector: un enano que usa una tecnoarmadura que le permite medir más de tres metros, un anciano mujeriego y borracho, un contrabandista, y un poeta espadachín que detesta la guerra y la muerte. ¡Desde luego no son los caballeros de Arturo!
Sólo ellos van a ser capaces de evitar que las hordas bárbaras del norte asolen el Imperio, una historia realmente bien llevada, ya que contrapone la idea de la civilización decadente y la de los pueblos bárbaros vigorosos, trata la historia del mundo de forma increíblemente ágil, creando un pasado de ciencia-ficción y un presente que es fantasía épica, y describe a la perfección a cada uno de los personajes y rivales principales.
Sorprende, claro, que la novela sea tan corta. Con un ritmo excelente, un desarrollo que no puede más que sorprender y un final que realmente le deja a uno pensativo. Hay de todo, desde batallas al viejo estilo de la fantasía clásica hasta increíbles armas y naves que podemos intuir como ciencia-ficción. Los personajes viven y mueren, la acción es continua y nunca decae, y resulta tan variada que uno realmente acaba rindiéndose ante el libro.
A mí me ha dejado un cierto sabor a Michael Moorcock, al de los buenos tiempos, con sus historias breves e intensas, y sus personajes memorables e irrepetibles. Y parece lógico, ya que Harrison colaboró con Moorcock en la revista New Worlds, e incluso escribió algunos relatos de Jerry Cornelius (uno de los personajes de Moorcock que se publicaba en la revista, y que en ciertas ocasiones "prestó" a otros autores). Es evidente que Inglaterra tiene una gran cantera de autores que, al menos en nuestro país, apenas ha conseguido despegar.
Aparte de la historia central, se incluyen tres relatos cortos escritos más de una década después, interesantes de leer porque dan más profundidad al mundo de Viriconium, y porque desde luego son historias realmente inusuales. Mi preferido es, sin duda alguna, "Grandes y extraños pecados": melancólico, magistralmente escrito, una mezcla de fantasía y realismo.
Aunque el libro fue escrito en 1971 (los relatos cortos en 1984), el encasillamiento del género fantástico en luchas de buenos contra malos, de orcos y trasgos contra elfos y magos, ha hecho que la historia no envejezca ni un ápice. La mezcla de tecnología milenaria y espadas es tan sorprendente hoy como hace tres décadas, lo que hace de este libro un salvavidas para todos aquéllos que estamos ya hartos de leer la misma historia y a los mismos personajes repetidos una y otra vez.
José Joaquín Rodríguez
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