En verano de 2003 comenzó a salir a la venta una serie que constará de 28 libros, al precio insólito de 6 euros cada volumen, que pretende publicar de forma cronológica toda la saga del Orden Estelar de A. Thorkent... vamos, las novelitas de a duro de Ángel Torres Quesada.
Y lo primero que sorprende es lo cuidada que está la edición que Robel ha sacado a la calle. Unas portadas con ilustraciones de Luis Royo que son una gozada, un papel bueno y un formato bastante llamativo hacen que a simple vista estas novelas no parezcan bolsilibros reeditados. Si a eso sumamos un prólogo del siempre erudito Domingo Santos, una revisión por parte de Ángel de cada novela, y una edición cronológica, nos queda un producto que al fan del Orden Estelar le va a encantar.
Pero, ¿y si no eras fan del Orden Estelar? ¿Y si nunca has podido leer la epopeya cósmica de Ángel Torres? ¿Qué es lo que puedes esperar encontrarte? Pues tranquilo, que para eso estamos aquí.
El Orden Estelar bebe mucho de Isaac Asimov y de su Fundación, eso no es un secreto, y sería ingenuo intentar negarlo. Al igual que Asimov, Ángel se dedica a contarnos la historia de un decadente Imperio galáctico a lo largo de los siglos, cómo la civilización acaba alcanzando su ocaso, y cómo un movimiento democrático (pero de verdad, no como en los EE.UU.) llamado el Orden Estelar intenta reunir de nuevo a la humanidad. No contento con esto, la saga continúa con la decadencia del Orden y el advenimiento de nuevas formas de gobierno galáctico que guiarán a la humanidad hacia su futuro.
Pero la forma de contar estas historias es muy diferente a la que hemos visto en Asimov. Ángel Torres demuestra ser un fan absoluto de la ciencia-ficción, todo un experto del género, y se dedica a jugar aunando la novela de aventuras y los diferentes subgéneros de la ciencia-ficción. Desde la más pura space opera hasta aventuras en mundos posapocalípticos a lo Mad Max, pasando por sorprendentes historias urbanas en las megaciudades de la Luna. En ciertas ocasiones usa a los mismos personajes, los hace evolucionar y les dota de una fuerte personalidad, y en otras historias desarrolla aventureros puntuales que ya no volverán a aparecer. Todo vale con tal de no repetirse, de sorprender siempre, y de hacer amena una tarde de lectura.
En particular, este libro contiene dos historias bastante curiosas. "Rebeldes de Dangha" tiene mucho mérito, porque podría ser una simple historia de buenos contra malos, pero Ángel la enriquece muy sabiamente, convirtiendo al protagonista en el hijo de un héroe difunto, un idealista que quiere superar la sombra de su padre, pero que a la vez teme ser devorado por ella. Si a eso le sumamos una chica muy bien definida y con un fuerte carácter (algo típico de Ángel), se obtiene algo que recuerda a Fundación sólo de lejos (muy de lejos). "Los brujos de Lero" es la segunda historia del libro, y en principio trata de un malo muy malo que quiere usar un ejército de ciborgs para asegurar su posición como tirano. Pero claro, es Ángel el que escribe, así que la historia se enriquece con las descripciones de la espeluznante fábrica de ciborgs de combate, con un combate entre el hombre y la máquina que realmente sorprende y absorbe, y con ideas sobre la esclavitud, el miedo a lo desconocido y el racismo.
Una de las cosas que más sorprenden de Ángel es su capacidad para conectar con el lector, y las múltiples lecturas que sus novelas aportan. No son un producto ñoño, ni meras aventuritas espaciales, por más que nos lo pasemos de maravilla leyéndolas. Por poner un ejemplo, en "Rebeldes de Dangha" vemos a unos insurgentes de un mundo luchando contra la fuerza invasora del Imperio que controla las ciudades... ¿Sólo a mi me recuerda a la situación del Irak actual?
Estas novelas son buen ejemplo de la ciencia-ficción que se hacía en España en los años 70, una reinterpretación magnífica del género, que evidentemente está limitada por el espacio del formato bolsilibro (en 180 páginas caben holgadamente ambas novelas), y que evidentemente ha sido superada por los trabajos más actuales de Ángel, pero que a pesar de ello sigue cumpliendo magistralmente la misma tarea para la que fueron escritas hace ya casi tres décadas: sorprendernos, entretenernos, y sobre todo devolvernos el sentido de la maravilla.
José Joaquín Rodríguez
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