Vlad el empalador es probablemente uno de los personajes más atrayentes con el que cualquier curioso aficionado a la literatura puede toparse. El saber que es el personaje real en el que se basó Bram Stoker para crear su inmortal vampiro no hace sino que nos preguntemos cómo pudo ser su vida para que su recuerdo llegara mucho más tarde a encarnar al mal más absoluto. Y en teoría de eso trata el presente libro de M.J. Trow. Digo en teoría porque luego la parte dedicada por Trow al príncipe de Valaquia es menos de la mitad del libro. El resto es un interesante viaje por la vida de Stoker, la sociedad victoriana, los mitos irlandeses y centroeuropeos en los que se basó al parecer el autor e, incluso, las diferentes adaptaciones cinematográficas y los actores que representaron al vampiro y al mismo Vlad en algunas ocasiones.
Todo ello hace que el conjunto sea inferior a otras aproximaciones a cada tema que aborda. Así, en la caracterización del monstruo y su relación con la sociedad victoriana me quedo con el artículo "Drácula: el espejo en la sombra" de Rafa Marín (Gigamesh nº 26) antes que con lo que me cuenta Trow, y en el relato de la vida de Vlad, el voivoda de Valaquia, el presente trabajo es superado claramente por la obra Los Drácula de Ralf-Peter Märtin (Tusquets), mucho más amena e informativo a mi entender, y en la que se consigue algo a lo que no llega Trow, aunque lo intenta, que es distanciarse lo suficiente del personaje fantástico para lograr una descripción más objetiva e "histórica" del personaje real. Y es que, aunque reconoce que las fuentes que nos han llegado fueron en su mayoría redactadas por sus enemigos, se empeña en aplicar conocimientos actuales sobre psicópatas y asesinos en serie a un personaje de otra época, una época brutal sin duda en la que todo lo que se nos cuenta del empalador no resulta tan extraño. Sin llegar a considerarle un héroe, como hacen los rumanos, hay que decir que cuadra más la personalidad de un príncipe como el que describe Maquiavelo (la tésis de Märtin) con el tiempo y las circunstancias en las que le toco vivir (en constante guerra contra turcos otomanos al sur, húngaros al norte, y su propia familia en el interior) que la de psicópata al uso a la que se aproxima peligrosamente Trow.
Aparte de lo dicho, hay que comentar que Trow a lo largo de todo libro adopta una postura de superioridad intelectual exagerada frente al lector, que le hace plagar su texto de notas a pie de página con razones tan peregrinas como explicarnos quién fue Martín Lutero, el hombre de Piltdown o Walt Whitman tras referirse minimamente a ellos en ejemplos o comparaciones con las que, al parecer, pretende ilustrar mejor la época y personalidad del protagonista y que logran en cambio hacer la lectura bastante pesada.
Mención aparte merece la traducción que, si bien es correcta en su mayor parte, tiene algunos detalles que resultan bastante frecuentes últimamente para desgracia de los lectores, como por ejemplo el no traducir (o no saber que existe traducción) nombres como Timur-i-Leng (más conocido aquí por Tamerlán) que es pasable, u otra más discutible como es Adrianopla en vez de Adrianópolis (supongo que del inglés Adrianople).
Con todo, el presente trabajo resulta lo suficientemente interesante como para recomendarlo, sobre todo como primera aproximación al tema en todas sus facetas, destacando para mí la parte en la que se nos enumeran los seres sobrenaturales de la zona balcánica.
José Antonio del Valle
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