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Juglar
Juglar
Rafael Marín
Colección Pegasus
Minotauro, 2006

Finalista del premio Minotauro (2006)

Quizá el mayor problema de Rafael Marín (y supongo que el de bastantes escritores que conocemos por estos lares) sea el encasillamiento en el mundillo del fantástico. Perdidas en las arterias del fandom más recalcitrante, que tiende a amarlas y odiarlas por igual, muchas de sus obras no suelen ser observadas desde una posición neutra, desde una posición "literaria" que se limite a reseñar su valía desde de un punto de vista meramente estético, sin abundar, las más veces erróneamente, sólo en el público al que van dirigidas.

Tal es el caso de Juglar, sin lugar a dudas.

Esta novela, si hubiera venido desde otro punto cardinal de nuestras letras, sería por todos alabada y considerada como lo que es: una obra maestra. Tiene todos los requisitos para serlo. Una ambientación social e histórica cuidada hasta el más mínimo detalle; unos personajes redondos y bien construidos que en algunos momentos parecen cobrar vida propia y salirse de las páginas del libro, unos tipos a los que aprendemos a amar y detestar cual si fueran personas de nuestro entorno; magia, mucha magia, destilando cada una de las frases y la situaciones que se nos presentan, una magia arcana que muy pocos libros pueden enorgullecerse de poseer; y, sobre todo, planeando por todas las dimensiones del volumen, un buen hacer literario que nos embarga hasta el paroxismo, de modo que es casi imposible soltar el libro y dedicarnos a otra cosa.

Los ojos de este Estebanillo, ese juglar a contrapelo que nos explica las miserias y las virtudes de una época oscura de nuestra historia, nos muestran una realidad tan cercana como la que nos rodea, en un tiempo lleno de magia y oscurantismo que quizá nos han enseñado a olvidar. Sin duda, una de las mayores virtudes de esta novela es demostrarnos que, a poco que escarbemos en los estratos de nuestro pasado, podemos encontrarnos con un folklore fantástico tanto o más rico que el anglosajón, ése que nos invade con sus leyendas artúricas y seres de fantasía alejados de nuestras raíces y nuestra cultura. Rafael Marín, como ya hiciera en La leyenda del Navegante, reinventa, o más bien redescubre, ese mundo mágico mediterráneo, esa literatura de fantasía anclada en nuestro sustrato cultural, en nuestras costumbres, en esas tradiciones que, y me repito, hemos dejado de lado por mor de falsos profetas y estrategias editoriales.

Entre sus páginas vamos descubriendo, de la mano de los diversos personajes, mitos y leyendas que conformaron una historia diferente, un trasunto de la "versión" oficial que es mucho más atrayente y creíble, unas líneas de actuación que se apartan de los heroicos protagonistas de la historia franquista para mostrarnos la miseria y la gloria humanas completamente al desnudo. Es un intento, bien conseguido, de colocar a cada cual en su sitio, de darle a cada uno de los actores y actrices su verdadero papel en la representación.

Amena, tragicómica, amoral, transgresora, Juglar debería estar llamada a ser uno de los clásicos literarios de este amorfo y deslavazado siglo XXI. De lectura no sólo recomendable, sino imprescindible, al que suscribe le consta que muchos profesores de literatura la tienen ya entre su lista de lecturas académicas recomendadas, y no es para menos. Pocas veces un libro están tan bien escrito y estructurado, o tiene la capacidad de llegar a sectores del público que los que nos movemos en el "mundillo" consideraríamos impensables. Tiene la extensión justa, todo un alivio en estos tiempos de tetralogías, pentalogías y ene-logías que tanto gustan a las editoriales de franquicias; su simpleza es todo un soplo de aire fresco en el neo-rococó que nos asola desde los cuatro puntos cardinales.

Todo lo que yo pueda decir es poco. Cómprenla, siéntense en su sillón favorito y disfrútenla como una ambrosía para sus cerebros. Les prometo que incluso querrán repetir. 

Desgraciadamente, no creo que haya una segunda parte.

Joaquín Revuelta
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