Hijos del crepúsculo es una novela atípica e
interesante que parte de una premisa prometedora bastante bien desarrollada. Se
desenvuelve en tonos oscuros e inconcretos; el ambiente es extraño y opresivo;
el tono, lento y sugerente. Se sigue con curiosidad, aunque podría sufrir
cierta afección de "paginitis". Es en definitiva una obra original,
distinta a los estándares del género, aunque no llega a ser perfecta.
La premisa es, como decimos, interesante y novedosa: una
historia de terror místico ambientada en los campos de concentración nazis. En
esta pequeña ucronía, los nazis han retomado la idea, ya propuesta por Napoleón
y otros mandatarios, de convertir Madagascar en el destino final de la nación
judía y "recluir" allí a toda la población.
Nos encontramos con una continuación directa del segundo
volumen de la trilogía Madagascar Manifesto (no publicada en España), que acaba con la llegada
del primer destacamento a la isla. Se retoma la acción donde quedó
interrumpida y nos encontramos con ciento cuarenta prisioneros judíos y medio centenar de
guardianes nazis, todos ellos encargados de preparar las condiciones necesarias
para la reconversión de la isla.
Los tres personajes protagonistas son: Solomon, un
respetado prisionero judío, líder de los demás reos; Miriam, su amada, también
judía, embarazada y a punto de dar a luz; y Erich, un oficial nazi casado con
Miriam, y que es el personaje más complejo del libro, debatiéndose entre su
vieja amistad infantil con Solomon, su amor por Miriam y las obligaciones que le
impone su rango militar. También nos encontramos con algunos mandos nazis
perversos hasta la médula; un par de hechiceros indígenas de inciertas
intenciones; unos adiestradores de perros que no sabemos muy bien qué pintan y
una tribu misteriosa que aparece y desaparece. La acción transcurre durante las
primeras semanas de estancia en la isla y muestra los conflictos, temores e
intrigas que surgen entre todos los implicados.
El tono es de cierto realismo mágico; Madagascar se
convierte en un lugar misterioso, fantástico, cargado de leyendas y secretos,
en el que todo parece posible, desde la existencia de hombres-luciérnaga hasta
la realización de hechizos transcorporales. Los autores crean un ambiente único
y original, repleto de sugerencias, nos transmiten de forma casi imperceptible
una atmósfera de misterio y magia sumamente lograda, que es el mayor logro del
libro. Posee ciertas reminiscencias estilísticas de la escuela de Lovecraft,
salvando las distancias.
El material es a priori muy interesante y el tono el
adecuado. El lenguaje posee cierto barroquismo y es prolijo en descripciones
exhaustivas. El ritmo es tranquilo y a veces parece que pasen pocas cosas. De
hecho, éste es uno de los problemas de la novela: durante gran cantidad de páginas
se está dando vueltas a lo mismo y toda la parte central podría haberse
contado en muchas menos páginas. Hay algunos enfrentamientos, por poner un
ejemplo, que ocurren dos y hasta tres veces de forma casi idéntica y que no
acaban de resolverse a pesar de que el clímax creado parezca indicar lo
contrario. Es un poco el síndrome del "que te mato, que te mato... Bueno,
ya te mataré luego". Podrían quitarse ochenta o cien páginas fácilmente
sin que se perdiera el aire de misterio e insinuación creado y sin que el libro
se resintiera.
La novela no podría calificarse de aterradora, a pesar de
que no desdeña descripciones violentas y hechos atroces. En ocasiones es sórdida
y hasta malsana, pero lo es más por la maldad humana que refleja que por los
aspectos fantásticos presentados. La magia está siempre en segundo o tercer
plano y en muy pocos momentos se convierte en el verdadero motor de la acción.
Los hechiceros (uno bueno y otro malvado) poseen ciertos poderes que nadie
cuestiona y que sólo se nos muestran veladamente. La selva y los animales también
parecen poseer cierta cualidad mágica que de nuevo sólo se insinúa. Mucha
sugerencia, pues, y no demasiada acción, excepto al final del libro. Gustará a
los aficionados al terror refinado con toques de fantasía oscura, un poco a lo
Lovecraft, y defraudará a los que busquen una novela explícita o violenta.
Hijos del crepúsculo es una novela extraña y
especial, pero (sí, algún "pero" tenía que haber) es la tercera
parte de la trilogía Madagascar Manifesto, cuyas dos primeras entregas no
han sido publicadas en España. Este hecho marca (lacra, más bien) la lectura del volumen
editado. Al leer el libro uno siente que se ha embarcado a mitad de la historia,
que se le han escamoteado hechos vitales. Es como engancharse a un culebrón ya
empezado: sabemos que nos hemos perdido acontecimientos importantes. Desde el
texto de presentación de la novela se nos asegura que es un volumen de lectura
independiente, y puede ser verdad, de hecho se sigue con bastante facilidad,
pero no podemos evitar sentirnos un poco desorientados durante toda la novela, y
la impresión de que nos faltan datos se repite constantemente. Es una sensación
incomoda de la que uno no logra desprenderse. Son muchos los
"recuerdos" que se citan y el lector no sabe valorar en su justa
medida porque desconoce si detrás de ellos hay poco o mucho más. La película
ya está empezada.
Este problema no radica tanto en la presentación de los
personajes, a los que más o menos conocemos enseguida, sino en las complejas
relaciones que existen entre ellos y que ya están definidas en los libros
anteriores tras más de dos décadas de trato entre sí. Ejemplos: al empezar
este volumen nos encontramos con que una de las protagonistas está embarazada,
pero en ningún momento sabemos con certeza quién es el padre. Desconozco si en
los libros anteriores este dato se concreta, pero aunque no sea así, uno no
puede evitar sentirse desorientado porque no sabe si este aspecto está
explicado o no. Igualmente, uno de los protagonistas parece ser que estuvo poseído
por una especie de espíritu (y en el epílogo este hecho puede ser
determinante) pero no tenemos ni un solo detalle del suceso. Nos impide
disfrutar plenamente de la novela.
Precisamente la relación entre personajes es el mayor
acierto: los protagonistas son seres complejos y cada uno interactúa con los
demás de forma distinta y creíble. Una lástima que desconozcamos los
fundamentos de estas relaciones, por lo que perdemos gran parte de su riqueza.
Cada protagonista arrastra un tortuoso pasado lleno de vicisitudes que sólo
podemos intuir. Tanto es así que al principio del libro nos cuesta orientarnos
y se hace difícil ubicar a cada personaje con respecto a los demás, exigiendo
demasiado esfuerzo de imaginación al lector, que tiene que estar suponiendo
hechos constantemente.
Por otra parte, comprendemos que La Factoría de Ideas no
se haya atrevido a publicar la trilogía desde el principio, pues se trata de un
material arriesgado que puede no ser aceptado debidamente por los aficionados, y
que en principio comprometería a la publicación de la trilogía completa. Pero
aun así, puestos a elegir la publicación de un solo tomo, casi parece más lógico
editar el primero en lugar del último. Supongo que el hecho de haber ganado el
premio Stoker ha sido determinante para decantarse por este último, y puede ser
un buen dato orientativo, pero no habría que dejarse llevar demasiado por la
"premiitis", tendencia que parece haberse alojado en el mercado español,
al que sólo llegan los libros con premio.
El lector, antes de lanzarse a la lectura de Hijos
del crepúsculo, tiene que tener asumido que va a encontrarse con el capítulo
final de una saga ya empezada (vale, quizás el mejor capítulo, pero el último.
Es como ver sólo la tercera parte de El Señor de los Anillos).
La traducción (acreditada a tres personas) parece correcta
y no se detecta ningún problema de adaptación, punto positivo. Un último
detalle en cuanto a la edición: la cubierta a pesar de ser llamativa y bonita,
es absolutamente inadecuada y engañosa, no posee ni la más mínima relación
con el contenido del libro (pero en absoluto, vamos, igual podía verse una
pera).
David Jasso
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