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Hijos del crepúsculo
Hijos del crepúsculo
J. Berliner y G. Guthridge
Título original: Children of the Dusk
Trad. Ana I. Domínguez Palomo, Concepción Rodríguez González y Mª del Mar Rodríguez Barrena
Colección Solaris Terror nº 19

La Factoría de Ideas, 2005

Premio Stoker (2000)

 

Hijos del crepúsculo es una novela atípica e interesante que parte de una premisa prometedora bastante bien desarrollada. Se desenvuelve en tonos oscuros e inconcretos; el ambiente es extraño y opresivo; el tono, lento y sugerente. Se sigue con curiosidad, aunque podría sufrir cierta afección de "paginitis". Es en definitiva una obra original, distinta a los estándares del género, aunque no llega a ser perfecta.

La premisa es, como decimos, interesante y novedosa: una historia de terror místico ambientada en los campos de concentración nazis. En esta pequeña ucronía, los nazis han retomado la idea, ya propuesta por Napoleón y otros mandatarios, de convertir Madagascar en el destino final de la nación judía y "recluir" allí a toda la población.

Nos encontramos con una continuación directa del segundo volumen de la trilogía Madagascar Manifesto (no publicada en España), que acaba con la llegada del primer destacamento a la isla. Se retoma la acción donde quedó interrumpida y nos encontramos con ciento cuarenta prisioneros judíos y medio centenar de guardianes nazis, todos ellos encargados de preparar las condiciones necesarias para la reconversión de la isla.

Los tres personajes protagonistas son: Solomon, un respetado prisionero judío, líder de los demás reos; Miriam, su amada, también judía, embarazada y a punto de dar a luz; y Erich, un oficial nazi casado con Miriam, y que es el personaje más complejo del libro, debatiéndose entre su vieja amistad infantil con Solomon, su amor por Miriam y las obligaciones que le impone su rango militar. También nos encontramos con algunos mandos nazis perversos hasta la médula; un par de hechiceros indígenas de inciertas intenciones; unos adiestradores de perros que no sabemos muy bien qué pintan y una tribu misteriosa que aparece y desaparece. La acción transcurre durante las primeras semanas de estancia en la isla y muestra los conflictos, temores e intrigas que surgen entre todos los implicados.

El tono es de cierto realismo mágico; Madagascar se convierte en un lugar misterioso, fantástico, cargado de leyendas y secretos, en el que todo parece posible, desde la existencia de hombres-luciérnaga hasta la realización de hechizos transcorporales. Los autores crean un ambiente único y original, repleto de sugerencias, nos transmiten de forma casi imperceptible una atmósfera de misterio y magia sumamente lograda, que es el mayor logro del libro. Posee ciertas reminiscencias estilísticas de la escuela de Lovecraft, salvando las distancias.

El material es a priori muy interesante y el tono el adecuado. El lenguaje posee cierto barroquismo y es prolijo en descripciones exhaustivas. El ritmo es tranquilo y a veces parece que pasen pocas cosas. De hecho, éste es uno de los problemas de la novela: durante gran cantidad de páginas se está dando vueltas a lo mismo y toda la parte central podría haberse contado en muchas menos páginas. Hay algunos enfrentamientos, por poner un ejemplo, que ocurren dos y hasta tres veces de forma casi idéntica y que no acaban de resolverse a pesar de que el clímax creado parezca indicar lo contrario. Es un poco el síndrome del "que te mato, que te mato... Bueno, ya te mataré luego". Podrían quitarse ochenta o cien páginas fácilmente sin que se perdiera el aire de misterio e insinuación creado y sin que el libro se resintiera.

La novela no podría calificarse de aterradora, a pesar de que no desdeña descripciones violentas y hechos atroces. En ocasiones es sórdida y hasta malsana, pero lo es más por la maldad humana que refleja que por los aspectos fantásticos presentados. La magia está siempre en segundo o tercer plano y en muy pocos momentos se convierte en el verdadero motor de la acción. Los hechiceros (uno bueno y otro malvado) poseen ciertos poderes que nadie cuestiona y que sólo se nos muestran veladamente. La selva y los animales también parecen poseer cierta cualidad mágica que de nuevo sólo se insinúa. Mucha sugerencia, pues, y no demasiada acción, excepto al final del libro. Gustará a los aficionados al terror refinado con toques de fantasía oscura, un poco a lo Lovecraft, y defraudará a los que busquen una novela explícita o violenta.

Hijos del crepúsculo es una novela extraña y especial, pero (sí, algún "pero" tenía que haber) es la tercera parte de la trilogía Madagascar Manifesto, cuyas dos primeras entregas no han sido publicadas en España. Este hecho marca (lacra, más bien) la lectura del volumen editado. Al leer el libro uno siente que se ha embarcado a mitad de la historia, que se le han escamoteado hechos vitales. Es como engancharse a un culebrón ya empezado: sabemos que nos hemos perdido acontecimientos importantes. Desde el texto de presentación de la novela se nos asegura que es un volumen de lectura independiente, y puede ser verdad, de hecho se sigue con bastante facilidad, pero no podemos evitar sentirnos un poco desorientados durante toda la novela, y la impresión de que nos faltan datos se repite constantemente. Es una sensación incomoda de la que uno no logra desprenderse. Son muchos los "recuerdos" que se citan y el lector no sabe valorar en su justa medida porque desconoce si detrás de ellos hay poco o mucho más. La película ya está empezada.

Este problema no radica tanto en la presentación de los personajes, a los que más o menos conocemos enseguida, sino en las complejas relaciones que existen entre ellos y que ya están definidas en los libros anteriores tras más de dos décadas de trato entre sí. Ejemplos: al empezar este volumen nos encontramos con que una de las protagonistas está embarazada, pero en ningún momento sabemos con certeza quién es el padre. Desconozco si en los libros anteriores este dato se concreta, pero aunque no sea así, uno no puede evitar sentirse desorientado porque no sabe si este aspecto está explicado o no. Igualmente, uno de los protagonistas parece ser que estuvo poseído por una especie de espíritu (y en el epílogo este hecho puede ser determinante) pero no tenemos ni un solo detalle del suceso. Nos impide disfrutar plenamente de la novela.

Precisamente la relación entre personajes es el mayor acierto: los protagonistas son seres complejos y cada uno interactúa con los demás de forma distinta y creíble. Una lástima que desconozcamos los fundamentos de estas relaciones, por lo que perdemos gran parte de su riqueza. Cada protagonista arrastra un tortuoso pasado lleno de vicisitudes que sólo podemos intuir. Tanto es así que al principio del libro nos cuesta orientarnos y se hace difícil ubicar a cada personaje con respecto a los demás, exigiendo demasiado esfuerzo de imaginación al lector, que tiene que estar suponiendo hechos constantemente.

Por otra parte, comprendemos que La Factoría de Ideas no se haya atrevido a publicar la trilogía desde el principio, pues se trata de un material arriesgado que puede no ser aceptado debidamente por los aficionados, y que en principio comprometería a la publicación de la trilogía completa. Pero aun así, puestos a elegir la publicación de un solo tomo, casi parece más lógico editar el primero en lugar del último. Supongo que el hecho de haber ganado el premio Stoker ha sido determinante para decantarse por este último, y puede ser un buen dato orientativo, pero no habría que dejarse llevar demasiado por la "premiitis", tendencia que parece haberse alojado en el mercado español, al que sólo llegan los libros con premio. 

El lector, antes de lanzarse a la lectura de Hijos del crepúsculo, tiene que tener asumido que va a encontrarse con el capítulo final de una saga ya empezada (vale, quizás el mejor capítulo, pero el último. Es como ver sólo la tercera parte de El Señor de los Anillos). 

La traducción (acreditada a tres personas) parece correcta y no se detecta ningún problema de adaptación, punto positivo. Un último detalle en cuanto a la edición: la cubierta a pesar de ser llamativa y bonita, es absolutamente inadecuada y engañosa, no posee ni la más mínima relación con el contenido del libro (pero en absoluto, vamos, igual podía verse una pera). 

David Jasso

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