Sorprendente. Cuando uno inicia la lectura de En tierra cruenta se
encuentra con algo absolutamente inesperado. Un libro atípico e imprevisible.
La potente prosa de Patricia Flores Figueroa te agarra y no te suelta. No se trata de una novela
de terror al uso. Es algo muy diferente que podrá gustar o no (no todos los
paladares están preparados para platos así), pero que desde luego es original y
fascinante. En la cubierta posterior se la compara con Anne Rice, pero Flores
Figueroa es
mucho más elegante, onírica y fantástica.
¿Y qué hace tan especial al libro?, se preguntarán aquéllos que no lo hayan leído. La respuesta es sencilla: el estilo de la
autora. Su prosa es exquisita y de un altísimo nivel literario, en ocasiones
roza lo poético (o hasta lo sobrepasa). Sus metáforas son abundantes y sus
descripciones acertadísimas a la par que inesperadas. No se trata de un libro
de lectura fácil, hay que leerlo despacio, con cuidado, saboreando cada párrafo,
deteniéndose en cada frase. Requiere un importante esfuerzo del lector, que en
ocasiones ha de releer algunas frases para disfrutarlas en toda su magnitud.
Esta forma de escribir envuelve el libro de un aire onírico y fantasmal, dotado
de una gran calidad que puede
asustar a los que busquen algo directo y sencillo. Por ejemplo, la autora dice
"el yerro que pretende suprimir de sus remembranzas" en lugar de decir
"el error que quiere olvidar" o usa frases del tipo "La evasión
envenena mi espíritu que invariablemente termina caminando en círculos por los
rumbos intrincados de millones de evocaciones siniestras". Ya veis, prosa
difícil, pero cargada de simbolismo y con significados más allá de los
habituales. Por cierto, el hecho de que la autora sea mexicana no dificulta la
lectura: no se detectan localismos o giros específicos mexicanos, el castellano
es perfectamente neutro y asequible.
En esta novela predomina la "forma" antes que el
"fondo", es decir, es más importante cómo se nos cuenta la historia
que lo que se nos narra en sí mismo. Y este es uno de los grandes logros del
libro: no es fácil ganarse al lector con esta fórmula, sin embargo Patricia
Flores lo
consigue. Si entras en su juego quedas atrapado, te subyuga y te hace disfrutar
cada una de las frases del libro; supongo que si no es así, uno se aburrirá
soberanamente. Con semejante riqueza léxica y con la fuerza de sus innumerables
y concatenadas metáforas te transporta a un lugar mágico del que no puedes
escapar, como le pasa a alguno de los protagonistas de la novela.
De todas formas, es un libro arduo que exige tu complicidad
y que no se puede recomendar a todo el mundo, porque habrá quien se sienta
desbordado por el estilo de la autora. Apenas existen diálogos y es fácil
encontrarse un par de páginas sin un punto y aparte.
Pero, ¿qué nos cuenta En tierra cruenta? La
historia tampoco es fácil, su presentación no es lineal y posee cierto efecto Memento,
es decir, narración no cronológica, que aún complica un poco más la cosa. Se
nos presentan varios personajes y situaciones que en principio parecen no estar
relacionados entre sí, pero que finalmente están implicados en una fina trama
de vampirismo y hechicería. Y aquí es donde sí puede rastrearse alguna
influencia de Anne Rice: una niña vampiro más allá del mal, un vampiro
poderoso que convierte a otro y lo acoge como acólito... pero ahí acaba el
parecido. Los seres de En tierra cruenta son mucho más complejos y
especiales que los de Entrevista con el vampiro y el parecido es
meramente nominal, no pueden meterse en el mismo cesto.
Durante gran parte de la novela, uno casi cree estar
leyendo varios relatos independientes que se alternan, pero en el último
tercio, y de manera un poco forzada, todas las piezas encajan en el complicado
puzzle que es la novela. De hecho, algún fleco no está especialmente bien
hilado, y el final deja un poco indiferente. También en este aspecto se
requiere la implicación del lector, que ha de esforzarse por recomponer
mentalmente la historia en orden más o menos lineal para dotarla de sentido
completo.
De todas formas, insisto, lo de menos es lo que se nos
cuenta, el libro se disfruta sobre todo en su vertiente literaria, alcanzando
sus más altas cotas en esas descripciones estremecedoras y en esas metáforas
deslumbrantes que sorprenden y subyugan. Prueba de esto es que en algunos
fragmentos desconocemos la época en la que transcurre la acción o el país en
que se desarrolla, pero no importa, la autora crea ese lugar mágico más allá
del tiempo y el espacio en el que habitan los sueños, o las pesadillas.
Recomendable sólo para aquéllos que buscan en un libro de
terror algo más que sustos inopinados y proliferación de sangre, para los que
prefieren sumergirse en parajes sombríos cargados de poder mágico.
David Jasso
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