Un tango. Un tango intenso, poderoso y añejo. Ésa es la
mejor metáfora para describir la última novela de Elia Barceló, quien se
reafirma en su gran calidad como narradora, por encima de géneros y registros.
Corazón de tango es un tango hecho novela. La
propia historia es un relato propio de una canción; una historia de pasiones,
amores, engaños y fatalidad. La lograda atmósfera que crea es nostálgica,
melancólica, como el baile que envuelve el texto. Los personajes se mueven por
pasiones, por el instinto de supervivencia, rozando el arquetipo, como las
figuras que pueblan el folclore. El tango aparece como fin en sí mismo y como
motivo principal pero también sirve para crear, pues es quien abre el relato en
un soberbio capítulo inicial, la atmósfera densa, de cierto misterio vago, de
neblina, que desde el principio atrapa el libro. "El tango difumina las
cosas, las desdibuja, como el alcohol", y con ello se origina esa atmósfera
de irrealidad.
Ésta se sostiene esencialmente en los episodios
milongueros, pero su potencia hace que se mantengan durante muchas páginas,
como un extraño eco. Es en ese juego precisamente donde se aprecia más la
influencia de los narradores fantásticos latinoamericanos (no en vano, el último
agradecimiento de la autora es: "Por supuesto, al maestro Julio Cortázar,
siempre"), que no es una influencia imitativa sino genuina y original; de
espíritu, textura y terrenos. Afortunadamente, Elia Barceló hace muchos años
que mantiene una voz propia en sus obras, que se asienta cada vez más.
En esa línea, de hecho, se pueden vislumbrar los hilos que
comunican la presente obra tanto con El
secreto del orfebre como Disfraces terribles, sus antecesoras.
Puede decirse que el ambiente nostálgico, de mañana pueblerina de El
secreto del orfebre; ese aroma a primeras décadas del siglo XX,
tremendamente evocador, igualmente rodeado de melancolía y sentimiento amoroso,
es uno de los ejes de Corazón de tango (sensacional aquello de que era
una mujer como "una foto en tonos sepia"). Del mismo modo, también
encontramos aquí el periplo entre ciudades, que juega con el desarraigo de sus
personajes emigrantes, que se va convirtiendo en una marca de esta segunda etapa
narrativa de la autora. Desde Innsbruck (su residencia habitual, a la cual
despacha con un "una ciudad triste (...), una ciudad gris poblada por
gentes grises, como si el peso de su historia, de tantos y tantos siglos, fuera
una losa que no los dejara alzar la mirada, el alma, la voz") hasta Buenos
Aires.
Además de un tango, Corazón de tango es una novela
fantástica y un artefacto de gran valor literario. El hecho fantástico que
sirve de pilar a la historia puede no ser temáticamente demasiado original,
pero el planteamiento y, sobre todo, su desarrollo, lo dotan de una fuerza y una
frescura notables.
Ya desde el comienzo, el ritmo es marcado con firmeza e
intensidad. El libro discurre con una enorme fluidez, con la resonancia más o
menos audible de los tangos entre sus líneas. Por momentos, esa particular
confluencia parece sugerir que la obra, efectivamente, avanza a golpe de tango:
flexible, tensa, dinámica y mágica. Esos momentos de irrealidad, en esos
bailes, van punteando la trama como momentos climáticos, que aumentan conforme
pasan las páginas. Son episodios límites, de felicidad e intensidad extremas.
El relato se enfoca desde el multiperspectivismo, con la
alternancia de diferentes narradores en primera persona. Se cruzan entonces flashbacks
y saltos temporales, lo que, sumado al cambio de narradores y a paralelismos
narrativos y estructurales, da lugar a un juego de confusión con las
identidades bien planificado.
En el fondo, la escritora nos está contando una historia
de seres empequeñecidos, solitarios, asfixiados, que buscan un asidero o una
evasión: una promesa; el tango, que es la constante de casi todos los
personajes; el amor correspondido apenas vivido y largamente ensoñado; la
esposa en tierra del marinero... Todos los personajes, desde sus narraciones en
primera persona, parecen personas desamparadas, bondadosas, aunque desde otras
perspectivas se presenten severos y firmes, cuando no agresivos o distantes. Es
una historia tremendamente triste, de seres que anhelan un sueño para
mantenerse a flote, que lo buscan sin descanso pero que se van hundiendo cada
vez más.
Sin embargo, se abre una vía a la esperanza (simbolizada
en el libro con un vestido), y esa vía está marcada, cómo no, por el tango.
El tango, por tanto, es asociado con vitalidad, con energía. Se trata de la
evasión de una sociedad triste, monótona y previsible. La intensidad, el
sentimiento y el sabor del tango es lo que permite sobrevivir a varios de sus
personajes, que se llegan a encontrar en ese mundo cotidiano viviendo dos vidas
(combinando un "yo diurno" y un "yo nocturno, el tanguista, el
milonguero") o procurando hacer convivir en sí mismos a dos pasiones
incompatibles causadas por ello.
Jugando con lo premonitorio, con que el lector intuye o
sabe lo que va a pasar, Elia Barceló explota brillantemente la tensión.
Hitchcock decía que, para crear mayor tensión y ansiedad en el espectador, no
había que mostrar una cafetería donde explotara una bomba, sino una bomba
dentro de una caja, con un reloj en marcha, a los pies de una mesa de una
cafetería donde una pareja conversa animosamente mientras discurren los minutos
y el paquete permanece a sus pies. La autora utiliza ese recurso. Retrasa los
momentos de enfrentamiento (el multiperspectivismo es una herramienta clave para
ello), que se le antojan inevitables al lector, para dejarle completamente a
merced de la narración y atraparle sin remedio.
Por otra parte, hay que añadir que la perspectiva de uno
de los personajes femeninos da pie a una recreación, no exenta de crítica, del
papel de la mujer en la sociedad y, sobre todo, en el ámbito doméstico y
sentimental de principios del siglo pasado. La crítica se va haciendo más explícita
conforme avanza la trama, y, finalmente, la escritora exalta que la mujer pueda
decidir su vida en igualdad, que trate de ser feliz, de seguir sus pasiones e
intereses y no doblegarse a los dictados sociales que la subordinan al varón.
En ese sentido, debemos destacar también la espléndida
progresión de la novela. Elia va cuidadosamente ahondando en los diferentes
elementos y aspectos que se entreven, titubean, se asientan y finalmente se
reafirman vigorosos del texto. El libro va excavando en su propia materia ficcional
y filosófica en espiral, con un trabajo de planificación e indagación en las
posibilidades del planteamiento verdaderamente notables.
Así, por todo ello, podemos decir que, además y por
encima del sentido y honesto homenaje que realiza la autora al tango en el
libro, Corazón de tango es una novela brillante, meticulosamente armada
y exquisitamente ejecutada, con un sobresaliente dominio de la tensión
narrativa y de la intensidad emocional.
Alberto García-Teresa
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