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La selección del mes
Julián Díez


Christopher Priest
El último día de la guerra

Subvertir las expectativas

El último día de la guerra

Es un corruptor. Christopher Priest está utilizando las sacrosantas temáticas de la cf para hacer lo que le viene en gana, sin respetar las leyes básicas de racionalidad del género. Por ejemplo, para construir historias que se leen en un suspiro, pero en las que es difícil entrever una intencionalidad. En las que, al final, la razón por la que el relato es fantástico y diverge de nuestro mundo conocido no está del todo clara, y en la que no hay una causalidad que sostenga los sucesos, ni una intencionalidad obvia por parte del autor para haber narrado como lo hizo.

En El último día de la guerra, por ejemplo, Priest utiliza un método totalment e nuevo para desarrollar una ucronía. Tras presentarnos a un historiador que está investigando el final de la guerra mundial en 1941, con la firma de un armisticio entre Inglaterra y Alemania, nos contará sucesivamente las vivencias de dos hermanos gemelos, los Sawyer, durante ese periodo trascendente. Una fase de la guerra en la que, caída Francia y antes de que comenzara la Operación Barbarroja contra Rusia, Gran Bretaña estuvo sola contra el aparentemente invencible ejército de Hitler.

En la historia del primero de los hermanos, que fue aviador de la RAF, la guerra terminó como conocemos, en 1945. En la historia del segundo, objetor de conciencia y conductor de la Cruz Roja bajo los bombardeos alemanes, Rudolph Hess consiguió pactar con Churchill un final del conflicto en el Oeste. El que uno u otro de esos hermanos cuya identidad resulta confusa para los demás sobreviviera, el que uno u otro de los hermanos fuera quien tomara en un momento puntual contacto con Churchill y Hess, supone una trayectoria totalmente distinta del curso de la historia.

En contra de las teorías históricas, Priest truca los dados sutilmente -sus personajes hablan alemán, conocen a Hess en los Juegos de Berlín…- para convertir la actuación de un solo individuo en el eje del curso de la historia. Y, además, un individuo que no es un personaje central de la Historia, sino un secundario con un rol ocasional: para auxiliar como militar a Churchill haciendo una valoración de ese Hess que viaja temerariamente a Inglaterra, o bien para formar parte de la comisión que negociará esa misma paz en calidad de miembro de Cruz Roja.

La sutileza en todo ese juego de confusiones es el arma principal de Priest. Una sutileza que sostiene el complejo edificio, pero que en parte es también la debilidad del libro frente a obras más cuajadas, más enteras, como las dos publicaciones previas de Minotauro: El prestigio, una novela anterior (quizá, la obra maestra de Priest hasta hoy), y Experiencias Extremas S.A., su producción más reciente (una obra más contundente, más cerrada). En ese contexto de falta de respeto a la causalidad que mencionaba más arriba, la novela se cierra con algunos puntos oscuros, con algunas casualidades demasiado forzadas -como la identidad del historiador que comienza el relato-. Además, es una obra más extensa y menos "al punto" que las citadas: se prolonga más allá de las cuatrocientas páginas gracias a una exhaustiva documentación, que incluye amplias explicaciones sobre, por ejemplo, la personalidad de Churchill. Si toda esa ambigüedad podía resultar atmosférica en novelas de regusto más fantástico, como La afirmación o El glamour, aquí, en una obra de contexto histórico, resultan más incómodas. Al menos a mí, como lector; pero estoy dispuesto a reconocer que he caído, en parte, en la provocación de Priest, en ese deliberado intento de subvertir las expectativas del lector acomodado de género.

Hablamos de una obra de categoría alta, aunque no puedo evitar la sensación de que los premios que recibió eran los típicos que, en realidad, premiaban la trayectoria del autor, a sus libros no reconocidos previamente, más que a la novela puntual. En todo caso, no creo que queden ya muchas dudas a estas alturas: con su prosa impecable, su manejo totalmente personal de las tramas y su búsqueda de nuevos horizontes en cada novela, Priest es uno de los grandes. Al menos, si no de los que el género asume como sus propios grandes, sí de los que hacen gran literatura a través del género, de los que uno puede confrontar con total convicción con los escritores punteros de cualquier ámbito.

Mención aparte merece la edición del libro, que encubre su auténtica naturaleza bajo la apariencia de novela histórica. Realmente, no quiero ponerme en la piel del inocente lector que buscaba una novela de aviadores heroicos en la Segunda Guerra Mundial -que es lo que parece físicamente el volumen- y se encuentran con este complicado (y sabroso) pastel.

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