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Julián DíezNovedades atractivas
La selección del mes
Julián Díez


Ursula K. Le Guin
Los dones

Menores aspiraciones

Hay un tipo de libro sobre el que me resulta siempre especialmente complicado realizar análisis: las obras menores de autores importantes. Hay dos tentaciones a la vista. La primera, la de encontrar en el texto pistas de la grandeza de su autor, justificarlo por encima de su propio valor para mantener en los posibles lectores el interés por su obra. La segunda, la de degradar el libro obviando sus méritos, comparándolo exclusivamente con los mejores trabajos del escritor, y olvidando cuán por encima de la media actual se sitúan sus esfuerzos.

Los dones, resultará obvio tras esta introducción, es un trabajo menor de Le Guin, aunque no una obra fallida como lo era, pongamos por caso, El eterno regreso a casa. Es, simplemente, una novelita con menores aspiraciones en su planteamiento. Aparente inicio de una serie dirigida primordialmente al público juvenil, dado el final abierto y algunos comentarios realizados aquí y allá por la autora, resulta muy difícil valorar si esta serie podría alcanzar el impacto y la calidad literaria de los mejores momentos de Terramar, el ejemplo con el que obviamente será comparada.

Lo que tenemos, por el momento, es una novela de fluida lectura, con algunos atisbos de interés y la sensación global de encontrarnos frente a una labor competente. La historia, de fantasía pura, se desarrolla en un entorno primitivo-medievaloide fácil de caracterizar, en el que determinadas personas pertenecientes a una cultura primitiva y guerrera tienen esos "dones" del título y pueden transmitirlos a los hijos. Hay familias que emplean sus dones con propósitos nobles, las hay que los utilizan para hacer crecer su poder. Los dones tienen muy distintos grados de poder, y van desde simples utilidades de construcción o para convocar la caza, hasta el terrible don del protagonista: el deshacer, la capacidad de destruir algo con el deseo y la mirada.

El planteamiento, que parece poco menos que de juego de rol, por supuesto tiene algo más de vuelo en las manos de Le Guin. Se apuntan las reflexiones sobre la responsabilidad de quien detenta un gran poder sobre los demás, algo que en alguien de la ideología de la autora puede adivinarse como síntoma de una comparación con el gran poder detentado irresponsablemente por su propio país.

Quizá lo que más me ha atraído de Los dones sea, con todo, la verdad poética contenida en sus páginas. Le Guin es capaz de insertarnos en un mundo de manera sencilla, de caracterizarlo con verosimilitud sin la necesidad de apelar a construcciones barrocas para buscar nuevos efectos. Su verbo directo, traducido sobriamente por Rafael Marín, tiene sensorialidad, y sus personajes resultan verosímiles, unos por evitar caer del todo en el tópico de iniciación adolescente, otros por eludir el comportamiento monolítico de los maestros sabios.

Dicho todo lo cual, uno también tiene la sensación de que este tipo de faenas de aliño se las hace a estas alturas doña Ursula sin pestañear. Sin embargo, ¿cuántos podrían decir lo mismo entre los escritores de fantasía más destacados actualmente? Dejémoslo en que Los dones es un libro que se puede disfrutar en varios sentidos, y que uno podría poner en manos de un chaval de catorce años con la convicción de que no se aburrirá y la seguridad de que extraerá algún material para pensar un poquillo. Ya es más que suficiente, en realidad.

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