Sí, yo fui uno de los que salieron bastante cabreados de
la película de Lynch que adaptaba la novela de Herbert. Y, durante muchos años,
no desaproveché la ocasión para echar pestes de ella. De hecho, solía
comentar jocosamente que su único mérito había sido darle su primera
oportunidad a Kyle MacLachlan, lo que con el tiempo le permitiría encarnar al
entrañable e indescriptible agente Cooper de Twin
Peaks.
Claro que, pensaba a veces, la alternativa podría haber
sido peor: el enloquecido y absurdo proyecto previo de Alejandro Jorodowsky podría
haber llegado a buen puerto y sabe Dios entonces qué Dune habríamos visto en la pantalla. Sólo pensarlo hace que
tiemble de angustia y la idea puebla ocasionalmente mis pesadillas.
Curiosamente, con el paso de los años me fui reconciliando
con la película. Seguía considerándola fallida (como buena parte de la obra
de Lynch, por otro lado: siempre me ha parecido que todas sus películas se
quedan a medias de lo que pretenden) pero al mismo tiempo visual y
conceptualmente la encontraba cada vez más atractiva, evocadora e
impactante (también como buena parte de la obra de Lynch, pese a todo).
No me convertí un fan de la película. Pero digamos que mi
cabreo inicial fue cediendo y, poco a poco, el film fue encontrando un hueco más
o menos digno en mi memoria.
Y ahora mismo, medio saliendo aún de un empacho "dunesco"
(que incluye la relectura de los libros originales, las precuelas, el visionado
de las series de TV y el de la película de Lynch, todo ello casi sin solución
de continuidad) no puedo por menos que pensar que ese Dune
cinematográfico es, pese a todos sus defectos, el más logrado de todos los
productos que han salido al mercado a la estela del éxito de la obra original
de Frank Herbert.
El responsable de ese pensamiento ha sido, especialmente,
el visionado de las dos series que adaptan las tres primeras novelas (Dune
-donde se pasa a la pantalla televisiva la primera novela- y Children
of Dune -que condensa en una sola miniserie las dos siguientes-) y la
inevitable comparación que surgió tras ver el film de Lynch inmediatamente
tras ellas.
Y no, no es que las series estén mal. De hecho, tienen un
guión más que competente: narrativamente son una buena adaptación de las
novelas originales y John Harrison (guionista de ambas series y director de la
primera) ha hecho un excelente trabajo en ese terreno.
Pese a todo... las series carecen del poder evocador y la
capacidad de generar momentos inquietantes que tiene la película. Pero de las
series y sus virtudes y defectos, hablaremos con más calma otro día.
Como ya he dicho, encuentro fallida la adaptación de Lynch.
A partir del momento en que Jessica y Paul huyen al desierto y son acogidos por
los fremen (o tal vez un poco antes, quizá desde el ataque de los Harkonnen),
la película baja de nivel a pasos acelerados y ya no levanta cabeza hasta el
final: es como si en ese instante el film se convirtiera en un resumen de lo que
realmente pasa y, al faltar cada vez más información, las cosas dejan de tener
sentido. Lo que hasta entonces era una
cuidadosa puesta en escena se convierte, a partir de ese momento, en un
batiburrillo contado de prisa y corriendo y cada vez menos interesante.
Es evidente que hubo problemas de montaje y estoy seguro de
que se rodó mucho material que luego no se pudo usar por imposiciones del
productor. No tiene mucho sentido, si no, que los fremen acojan a Paul como su
mesías prácticamente sin dudas ni preguntas y, antes de que nos demos cuenta
de lo que sucede, todos ellos estén bajo su mando y siguiéndolo fanáticamente
donde quiera que va. El espectador no puede por menos que preguntarse cómo se
ha llegado a esa situación y por qué.
Algo parecido pasa con la muerte a manos de los Harkonnen
del planetólogo imperial, Liet-Kynes. Si en la novela hay un motivo claro y válido
para eliminarlo, en la película (al haber prescindido del momento en que Kynes
acoge a los fugitivos) parece que los Harkonnen lo hacen simplemente porque son
Harkonnen y disfrutan haciendo esas cosas. De hecho, precisamente los enemigos
juramentados de los Atreides son uno de los principales puntos débiles de la
película: Lynch los convierte en una pandilla de sádicos descerebrados y ridículos
y resulta difícil vender la moto de que tipos como esos hayan llegado tan alto
en los puestos de poder e influencia de la Galaxia o que sean capaces de
elaborar retorcidas y brillantes tramas bizantinas para librarse de sus
enemigos: más parece que, tras generaciones de endogamia y decadencia, están a
punto de caer para no levantarse más. Aunque, eso es indudable, visualmente
funcionan, que posiblemente fuera lo único que le interesaba al director.
Y llegamos al meollo del asunto. El filme de Lynch, pese a
sus vacilaciones, tropezones y errores narrativos, funciona en lo visual, en lo
conceptual, y consigue hacer creíbles ambientes y personajes. Durante poco más
de una hora, la película discurre con eficacia y convence al público: uno va
creyendo lo que ve en la pantalla y acepta lo que ocurre en ella. Y lo cree y lo
acepta gracias a un esfuerzo gigantesco de diseño de producción, especialmente
para una época como aquella, anterior a los efectos digitales. El cuidado que
se pone en vestuarios y decorados, lo detallado de cada pieza de ropa, cada
elemento de mobiliario, la acertada decisión de que la tecnología presente en
la pantalla parezca "sucia" y "anticuada", casi decimonónica
en ocasiones... todo ello contribuye a crear una atmósfera que hace funcionar
la película. Eso y que, evidentemente, durante esa primera hora se toman la
molestia de narrar lo que ocurre de un modo correcto y sin prisas.
Es, como he dicho, a partir de que se toma la decisión de
apresurar los acontecimientos que la película empieza a fallar. No sólo por
eso, claro: unos efectos especiales que "cantan" demasiado no
contribuyen a mejorar la impresión que recibe el espectador. De hecho, los
responsables del montaje, conscientes de la debilidad de esas partes de la película,
hacen que buena parte de las escenas "grandiosas" que incluyen a los
gusanos del desierto estén continuamente rodeadas de nubes de polvo, en un
intento vano de tapar con "ruido" la pobreza de lo que vemos.
Es cierto que se rodó mucho más material que el que vimos
en la pantalla. Y, de hecho, existe una versión televisiva que (mediante la
inclusión de bocetos de producción y tomas no utilizadas en el montaje
cinematográfico) intenta darnos una idea de cómo podría haber sido la película
de Lynch si las exigencias comerciales no le hubieran obligado a recortar su
obra más de lo que quería. Esta versión televisiva se incluye como extra en
la reciente edición en DVD del filme. Sin embargo, la pobre calidad de imagen y
sonido de la copia no ayudan a apreciarla en lo que vale. Por otro lado, Lynch
ha desautorizado esa versión (aparece dirigida, de hecho, por el ubicuo Alan
Smythe), así que tampoco sirve para hacernos una idea de lo que tenía en
mente.
Aunque no es tan difícil. Como he dicho, la primera hora
de la película es casi modélica y bastaría con que el resto del filme hubiera
seguido el mismo tono y ritmo para que la adaptación a la pantalla de la novela
de Herbert hubiera resultado casi redonda.
Claro que entonces no sería una película fallida. Y, si
no fuera fallida, no sería de Lynch.
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