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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 obras maestras
del comic de cf (XVI)

Vida en otro planeta
de Will Eisner
(1976)

Vida en otro planeta

Cuando parecía que Will Eisner lo había hecho ya todo en el mundo de la historieta, desde su memorable e iconoclasta The Spirit (el tebeo más inclasificable a este lado de Krazy Kat, con su mezcla de iconografías culturales e incluso su burla continua de los convencionalismos de los cómics mismos), hasta su indispensable y magistral reflexión sobre la teoría del medio como arte secuencial (sólo superado años más tarde por la disertación de Scott McCloud Understanding Comics), el veterano autor se descuelga con la invención de la novela gráfica, y trae al medio su experiencia no ya como insuperable dibujante y guionista, sino como ser humano que ha vivido y ha mirado. De esta etapa de madurez de Eisner resulta difícil señalar una sola obra, puesto que en todas ellas se encuentran valores sobresalientes, en muchas ocasiones autobiográficos: Contrato con Dios, La avenida Dropsie, El soñador, El corazón de la tormenta o, dentro del tema fantacientífico (?) que nos ocupa, Vida en otro planeta.

Vida en otro planeta

Esta larga novela gráfica es ciencia-ficción solamente como excusa. Al estilo de Contacto de Carl Sagan, pero llegando muchísimo más allá que el científico metido a novelista (y no hablemos aquí de la paupérrima y cienciológica versión cinematográfica que Robert Zemeckis hizo sobre la novela), Eisner utiliza el macguffin de la recepción de una señal de otro planeta para descargar una acidísima y virulenta reflexión sobre las miserias y bajezas del ser humano. Lejos de unir a la humanidad para alcanzar las estrellas y ese planeta llamado ridículamente "Bernard", Eisner nos presenta una obra coral donde las vidas de los personajes se cruzan y se entrecruzan en una loca carrera de ratas, no muy distinta a la gauche divine puesta en solfa por otro gran genio, Lauzier, para dotar de ridículas motivaciones a unos hombres y unas mujeres para quienes la posible aparición de vida en el espacio no es más que un nuevo medio que asegura su poder en la Tierra; poder que no tiene por qué constreñirse a las dictaduras mundiales de los supervillanos tan ineludibles al cómic, sino a las pequeñas miserias de cada día: sexo, alcohol, dinero y comodidades que derivan peligrosamente en inútiles lujos.

Vida en otro planeta

La investigación científica se mezcla con el espionaje industrial, con la guerra fría ya a punto de dar sus últimos coletazos (si es que los dio), con las sectas milenaristas ahora reconvertidas al misticismo estelar, con los golpes de estado centroafricanos y sus reyezuelos caníbales que, en un arranque de cinismo, se declaran súbditos de esa misma estrella lejana por la que pelean hombres de negocios y groupies sin escrúpulos, alcoholizados mendigos reconvertidos a gurus y lascivas femmes fatales que sirven a una causa totalitaria pero son capaces de renunciar a sus ideales por una pasión quizá sentimental, quizá animalesca. En el cruce de vidas y muertes que salpican las casi doscientas páginas de narración, donde Eisner elude las viñetas tradicionales y no tiene reparos en insertar alguna página donde sólo domina el texto, como si de una novela "auténtica" se tratara, se vislumbra una capacidad de observación del entorno que los cómics ya han perdido: la suciedad de las calles (este es un tebeo que "huele"); el derrumbe físico y moral de unos personajes que no tienen más sentido en sus vidas que sobrevivir al día siguiente; el contraste con los repeinados hombres de la política y los negocios para quienes la vida es poder, soledad y aburrimiento; las alcantarillas donde los espías hacen y deshacen sus negocios a la sombra; los laboratorios donde se decide un futuro posible cuyos forjadores tendrán vedado, porque la muerte acecha entre matraces y pistolas. Nunca un cómic ha reflejado mejor la violencia de los asesinatos, lo difícil y trabajoso que es matar a una persona a golpes o estrangulándola (y la escena clave de Cortina rasgada de Hitchcock viene inmediatamente a la memoria), la languidez de las mujeres pre o post-coito, o la indefensión de unos ingenuos científicos que han vivido literalmente en las nubes ante la sinvergonzonería y los tejemanejes de quienes saben que con un poco de placer o un mucho de dinero los tienen comiendo en la palma de la mano. Todo es tan dolorosamente real, tan plausibleamente ilógico como la vida misa.

Sarcástico, satírico, crítico y cruel, Eisner es ante todo un moralista. Las páginas finales de esta gran obra así nos lo indican. La decisión última de ese frío y silencioso personaje que es el astrofísico Bludd, rubio trasunto de The Spirit y del propio autor, dota a Vida en otro planeta de esa chispa desesperanzada y a la vez anhelante sobre el futuro de la humanidad, del deseo de que todo hubiera sido distinto y tuviéramos la oportunidad de volver a partir otra vez desde cero.


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