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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 obras maestras
del comic de cf (XL)

Superlópez
de Jan
(1973)

Superlópez

El titánico hombre de acero venido de Kripton tuvo, desde sus orígenes, la fortuna o la desgracia de crear una pléyade de imitadores de medio pelo y la dicha o el sambenito de dar cobijo bajo su capa a una no menos interesante caterva de versiones satíricas. Quizá la mejor de todas ellas, por la inmediatez de su existencia y por la categoría del producto, sea este Superlópez, quizá la parodia que más y mejor ha sabido llevar a las últimas consecuencias los contrasentidos y vicisitudes del Supermán original para, de paso, asentar sobre sí mismo un universo creativo deliciosamente caótico y propio.

Y es que el Superduperman con que Wally Wood parodiaba a Clark Kent y su alter ego era un arma de un solo tiro, con incursiones más o menos afortunadas en el sexo o su conciencia de americanito extremadamente diestro y bueno, pero este oficinista con bigote y mala pata ha demostrado, desde hace casi tres décadas, que puede crearse más allá de la simple parodia o la burla de otros personajes establecidos.

Superlópez

De los chistes mudos con que el personaje inició su andadura en 1973, y tras permanecer en estado letárgico durante algunos años, Superlópez resurge, y de qué manera, cuando las historias inevitables de una sola página dan el salto a aventuras más largas donde puede desarrollarse por un lado al personaje como patosa contrarréplica del original norteamericano y por otro como entrañable vecino de este país tan inconfundiblemente nuestro. Los impecables guiones que Francisco Pérez Navarro presta al personaje y la inclusión del ya histórico Supergrupo (o cómo mezclar sin estridencias la parodia del universo DC con el universo Marvel) convierten de pronto a Superlópez en un tebeo a seguir con atención, dada la jugosa sátira que se hace de los combates, destrucciones, continuarás y contrasentidos de los personajes de uniformes de colorines, y además en un entorno donde es obligado detenerse en los detalles de calles, marquesinas, autobuses y periódicos, porque son los nuestros.

Superlópez

Superlópez, con su peinado a navaja y su bigote precursor de futuros presidentes de gobierno, su uniforme arrugado y sus continuas meteduras de gamba se reconduce a sí mismo cuando, ya en solitario, Jan aparta la serie de la sátira del superhéroe al uso (un terreno que sin duda conocía Pérez Navarro como la palma de mano y que entonces era todavía terreno fértil, antes de que los propios superhéroes "serios" se convirtieran en parodia de sí mismos) y lo reconduce hacia la ciencia-ficción, sin olvidar nunca el desarrollo de los personajes secundarios y cierto rigor en las tramas, a veces no tan conseguidamente humorísticas como antaño. Desde el Señor de los Chupetes a los Cabecicubos, pasando por simpáticos homenajes a Julio Verne, invasiones extraterrestres de todo tipo o las películas de moda, Superlópez ha aguantado el tirón editorial, las infidelidades de los lectores y la evolución (o lo que sea) que ha experimentado España desde aquellos lejanos chistes mudos hasta hoy día. Como su autor y sus lectores, el propio Superlópez ha ganado en prestancia (hoy unas elegantes canas adornan sus sienes), y las aventuras que en principio fueron simples y luego desatadamente fantásticas reflejan, a veces con cierta amargura no oculta, la actual situación social o la inseguridad auténtica de las calles. Las estufas de butano de hace veintitantos años hoy son pantallas de ordenador, pero la intención sigue siendo la misma.

A destacar el magnífico trazo del dibujo de Jan, el detallismo de sus viñetas y el divertido lenguaje gestual de sus personajes, que respiran en todo momento una personalidad propia. En ciertos aspectos, Superlópez ha llegado a ser más interesante que su modelo, y a la postre el parecido ha llegado a perjudicarlo, más allá de celosos problemas de copyright, cerrando la puerta a lo que, sin la premisa inicial hoy ya superada, podría y debería ser un tebeo popular más allá de nuestras fronteras, un tebeo de aventuras, humor, ciencia-ficción, reflejo social y fantasía desbordada hecho con la seriedad y los toques de genialidad justos para ser el último peldaño de la historieta española, ésa que parece que ahora ya no tiene quién le escriba...


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