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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XV)

Sherlock Time
de Héctor G. Oesterheld y Alberto Breccia
(1958)

Sherlock Time

La genialidad, a veces, no nace por generación espontánea, sino que es fruto de una labor paciente y callada, de un tira y afloja consciente y consecuente, actos de amor hacia los géneros que van estilizando corrientes y creando pequeñas obras maestras que desembocan, con suerte, en grandes títulos.

Oesterheld y Breccia ya eran dos veteranos en el campo de la historieta. Con casi cuarenta años a sus espaldas, ya habían hecho mucho y bueno dentro de sus campos respectivos. Lo sorprendente es que todavía les quedaba mucho por crear, aún más excelente. Quizás Sherlock Time fue el título que los puso en el camino para convertirse en los dos más grandes autores de historietas en español.

Ecos de Borges, de Sábato, de Cortázar y Matheson, de Campbell y Lovecraft, Lovecraft sobre todo (¡y cuánto se ha perdido, ay, desde que los cómics han dejado de fijarse en el referente de la literatura para crear sus mitos!), jalonan las historias cortas de este detective improbable, con rostro de boxeador bonachón, y de su adláter, su conciencia humana, su reverso entrañable en forma de ensoñador jubilado adecuadamente apellidado Luna, el inevitable Watson que el pintoresco nombre del personaje necesita. Se ha dicho que Time y Luna son precedentes, borradores o primeras versiones de lo que luego serían Mort Cinder y Ezra Winston, pero una lectura atenta, como sin duda debe hacerse de este título, nos muestra que unos y otros tienen características propias que no tienen por qué palidecer por la comparación casi obligada.

Sherlock Time

En Sherlock Time la aventura es todavía el detonante de la acción, un misterio que lo mismo se decanta hacia el terror que a la ciencia-ficción. El inteligente Oesterheld cuenta en primera persona las impresiones de Luna, y es ésta subjetividad y esta debilidad del personaje la que nos atrae hacia el inefable Sherlock Time y su torre-cosmonave, su misterio de personaje más grande que la vida enfrentado a lo inexplicable. El no menos inquieto Breccia dota a sus pinceles de un trazo seguro y entrecortado, los inicios de una experimentación que harían luego de él un creador único en la historia del medio: las manchas de sombra se convierten en algunos episodios en asfixiante ser que envuelve a los personajes y al lector mismo; los gestos de sorpresa y terror se van apoderando de unos rostros a quienes roban sus proporciones para convertir en caricaturas de sí mismos que tienen mucho de calavera y muerte. Las historias se vuelven puro contraste de estilos y ambientes, de personajes que se pierden o se enfrentan a terrores inimaginables, y siempre sin perder de vista que la sorpresa y la maravilla y el asombro y el terror existen porque, en el fondo, tanto Luna como Time tienen los pies bien pegados a la Tierra y la inquietud de los lectores es la inquietud que ellos filtran.

Sherlock Time

Cada episodio es distinto al anterior, y a la vez encaja en una cosmogonía privada, una mezcolanza de miedos ancestrales y deseos de futuros luminosos donde la ciencia-ficción aumenta el misterio porque el mañana es tan insondable como atractivos son los huecos del pasado que no se entiende: Sherlock Time conjuga los géneros con la sabiduría de quien encuentra en cada pincelada un filón, sugiriendo cuando es necesario, detallando cuando se antoja. Tanto misterio causa la sombra como la luz misma, tanta emoción se oculta en las nieves de la antártida como en un colectivo bonaerense, la misma tensión produce un monstruo de tres ojos que una simple, insistente, tenebrosa gota.


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