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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XIX)

Dylan Dog
de Tiziano Sclavi y otros
(1986)

Los iconos cambian de rostro con el tiempo, pero siguen siendo los mismos, adaptados a las necesidades y los gustos de cada generación. El envidiable tebeo italiano, siempre enraizado en una tradición de lo popular que tampoco hace ascos a las experimentaciones temáticas, conoció hace casi veinte años un importante impulso cuando la editorial Bonelli, siempre al socaire del éxito de su Tex, probó fortuna con el personaje que nos ocupa, el detective de las pesadillas de improbable nombre y moderna vestimenta vaquera, Dylan Dog.

Dylan Dog

Desde su casa londinense, situada en el significativo número 7 de Craven Road, Dylan Dog (un nombre que surge casi por casualidad, como borrador de trabajo y que luego se queda así, con su alusión a Dylan Thomas y su aliterativa y algo absurda referencia animal) es un joven moderno y melancólico, con un pasado policial y alcohólico a las espaldas, con miedo a las alturas, que toca al clarinete “El trino del diablo” y se dedica a desfacer entuertos sobrenaturales donde, signo de los tiempos, no siempre saldrá victorioso. Un Sherlock Holmes moderno y vital, en su mismo teatro de operaciones, acompañado por un extraño y ridículo compañero que tiene el físico y suele responder con los retruécanos de Groucho Marx (y que, por evitar problemas de imagen, vio rasurado su bigote y cambiado su nombre en la breve incursión del título en el mercado americano).

Siendo un tebeo de destino eminentemente popular, de formato barato e historias de larga exposición, lo que permite que estas fluyan con un ritmo envidiable hasta un desenlace que no siempre remata los argumentos en la cúspide deseable, Dylan Dog es también un tebeo de culto que aglutina a sus seguidores en toda Italia y que, como no podía ser de otra manera, incluso da nombre a algún festival... cinematográfico.

Dylan Dog

Porque siendo un fumetto que puede tener referentes en el giallo italiano y los tebeos de terror de tercera fila, con su dosis de sangre y de mal gusto, el escritor Tiziano Sclavi no duda en dirigir su criatura hacia los mitos del terror moderno, ese que usa al mismo tiempo las vísceras y el pseudogore, mezclando ese estilo del cine de miedo conemporáneo con escenas clásicas de tensión y sombras, con referentes cultos (la Muerte con la que Dylan juega al ajedrez), las citas inevitables que llevan a la reflexión, o el más que evidente juego cinematográfico que proporciona el rostro del personaje: aunque en el primer guión Sclavi quiso darle los rasgos de nuestro Antonio Gades, es el actor Rupet Everett (entonces desconocido y hoy una estrella) quien sirvió finalmente como molde para el simpático y atractivo detective. Se da el caso de que una película de terror escrita por Sclavi y no relacionada de partida con Dylan Dog ha sido interpetada por Everett, por lo que funciona entre sus seguidores como un Dylan Dog apócrifo.

Dylan Dog

Admirado por el gran público y por la crítica excelsa (Umberto Eco ha llegado a decir que Dylan Dog es una de sus pasiones), dos veces ha sido publicado en España. Las dos con poca fortuna. Primero, por Ediciones Zinco, en formato novelita similar al italiano. Luego, con gran bombo y menor fortuna, por Ediciones B: en formato grande, tapas de cartoné y precio elevado. Ninguna de las dos veces superó la decena de números. Nunca aprenderán nuestros editores que son los formatos, más que los personajes, lo que hay que importar, y que el tebeo popular no puede venderse más que como lo que es: un puro divertimento ingenuo, una pasión sin pretensiones, el escalofrío de una mano que sale de una tumba, la muchacha que grita y corre, el héroe que tropieza y a lo mejor tampoco es capaz de rescatarla de las garras de la muerte o de horrores aún peores que la muerte.


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