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Rafael MarínComic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XXIV)

Los mitos de Cthulhu
de Alberto Breccia y Norberto Buscaglia
(1974)

Los mitos de Cthulhu

Resulta una acertada paradoja: Alberto Breccia, el autor uruguayo que más ha hecho por acercar al cómic a otros cauces de expresión, uniéndolo de manera indisociable a la pintura y sus recursos expresivos, es al mismo tiempo el dibujante que más y mejor ha tenido en cuenta la cualidad literaria de la que forma parte también la historieta. Bien con guionistas de primera fila como H.G. Oesterheld, autor de una evocadora prosa poética que ha dado a nuestro idioma y al mundo del cómic sus mejores momentos (recuérdese El eternauta o Mort Cinder), o adaptando a novelistas como Sábato, Poe o H.P. Lovecraft.

El mundo de Lovecraft, lo saben ustedes, es un batiburrillo de moral judeocristiana teñido de temores ancestrales hacia las sombras magnificadas que creemos ver bajo la cama. Un mundo sin explicación, con una lógica de la condena eterna que va más allá de cualquier intento de redención cristiana, el miedo por el miedo, el espanto al más allá que está siempre pared con pared con el más acá, la realidad más débil y más inquietante de todas cuantas podamos temer (incluyendo, sí, las paranoias de Philip K. Dick). Leer a Lovecraft en según qué periodo de la vida supone una experiencia cuasi religiosa, mística en sí misma, una epifanía que, tomada a pies juntillas, puede derivar en peligroso frikismo y que, fagocitada y expulsada por medio de la oportuna catarsis, sirve para poner en su sitio muchos de los parámetros en los que hemos sido educados y/o alienados. Es dudoso que Lovecraft fuera consciente y pudiera liberarse de lo que su subconsciente vomitaba.

Los mitos de Cthulhu

Breccia supo comprender a la perfección que es aislando la capacidad de percepción como se explican los mecanismos del miedo. Y en su adaptación de los relatos del autor de Providence, siendo prodigiosamente fiel a la letra textual (la adaptación que hace de los cuentos Norberto Buscaglia es fidedigna, recargada en sus bloques de texto, apabullante en su asfixia narrativa) nos encontramos con un mundo lleno de luces y sombras y, sobre todo, inquietantes manchas de gris que se solapan y nos desequilibran. La experimentación continuada del autor uruguayo-argentino no deja dudas sobre el destino final del protagonista de cada cuento, aunque éste se relate en primera persona, pero al mismo tiempo nos sacude los cimientos sobre los que creemos estar de pie.

Los mitos de Cthulhu

Cada viñeta de Breccia, en esta adaptación que es sin duda la mejor adaptación de Lovecraft a la historieta (y, si me apuran ustedes, la única posible) es un terremoto. Breccia rompe el papel, lo rasga, lo mancha, usa collages y bloques de fotografías, raya las sombras, ilumina los rincones, talla rostros imposibles y repite imágenes que provocan un pesadillesco efecto estroboscópico en la mente del lector. No hay anclaje en lo real, los pliegues de esos mundos que acechan desde más allá y desde más atrás del mundo apenas sirven para revelarnos, de cuando en cuando, la debilidad de eso que consideramos la realidad, y entonces el autor usa fotografías decididamente blandas, el contraste plácido que intuimos, que sabemos ficticio.

Porque más allá están los monstruos, esperando con sus espejos dispuestos, con sus rostros mortecinos, los ángulos imposibles, las miradas de pez, con su regusto a tiza o a pizarra, siempre un paso por delante de nuestra capacidad de horror.

Una adaptación sobresaliente que además ha sido recientísimamente editada en nuestro país, en una edición (Sins Entido) impecable.


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