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Rafael MarínCómic fantástico
Umbrales
Rafael Marín

50 cómics de fantasía (XXXVII)

 

Bloodstar
de Richard Corben

(1975)

No deja de ser curioso que la historia más redonda de Richard Corben desde una perspectiva puramente de guión, Bloodstar, sea la adaptación de un relato de Robert E. Howard... y que se parezca tan poco al relato original (y a la versión de ese relato que realizó para Marvel un grande entre los grandes, Gil Kane) como para que podamos considerarlo una creación absolutamente propia.

"El valle del gusano" es la base literaria de este bello poema épico donde un Richard Corben completamente entregado a la narración olvida sus florituras con el color (la primera versión de esta historia es en blanco y negro; en la que conocemos todos el color no fue aplicado por el propio autor) para, apoyándose al principio demasiado en los bloques de texto (en la versión en álbum, además, hay dos páginas de relato que separan cada capítulo) ir desgranando una historia de honor, amor, amistad y violencia  que sorprende por su sencillez y deslumbra por su acabada puesta en escena.

Si en ocasiones la frontera que separa la ciencia-ficción de la fantasía es escasa, y ambos géneros a veces se solapan con el terror, aquí Richard Corben nos ofrece una perfecta muestra de los tres géneros en una narración que no chirría en ningún momento, sin dejar además de hacer un guiño a la aventura en su estado más puro. Así, en las primeras páginas asistimos al fin del mundo, el choque de un planeta errante que destruye a la humanidad y la obliga a partir de cero. El nuevo comienzo nos presenta a un jovencito rubio, Bloodstar, a quien un feo y algo simiesco anciano, Grom, (hay cierto tonillo de racismo inofensivo en la historia, suavizada por Corben del original, posiblemente, entre los rubios aesir y los salvajes morenos que habitan la región que estos invaden) cuenta la historia de su padre, el Bloodstar del título. Todo el cuerpo de la historia nos narra la amistad entre Grom y Bloodstar, y la enemistad de éste con su antiguo camarada Loknar cuando el protagonista y Helva, la hija del jefe de la tribu, se enamoran. Aventuras de caza, escenas de sacrificio tribal  heredadas del cine, el exilio y el nacimiento del pequeño Bloodstar desembocan en el final terrorífico: el enfrentamiento del héroe contra el gusano gigantesco que ha devorado a la tribu, una criatura surgida de la imaginería de H.P. Lovecraft y a la que Corben es capaz de dibujar con toda su viscosa magnitud.  La historia cierra con la muerte del monstruo y el héroe y, recuperado el flashback, con la del narrador, para reconducirse de nuevo hacia el original literario y concluir que el lector vive en el segundo albor de la humanidad y que el relato de Bloodstar, al igual que en el original literario, pertenece a nuestro pasado remoto.

Todos los elementos de la épica están perfectamente reflejados en esta historia: el héroe noble, valiente y desprendido; el amigo fiel, el antiguo amigo enloquecido por el despecho y su propia falta de catadura moral, la bella princesa capaz de renunciar a todo por su amor, el heredero como depositario de las cualidades del héroe y la memoria histórica de sus hazañas, y el camino lleno de peripecias por las que unos y otros han de ir pasando, desde el enfrentamiento entre las tribus a la lucha contra jabalíes mutantes, tigres de dientes de sable, ritos de estacas, la primera gran prueba con la serpiente Satha y por fin el enfrentamiento contra el rey del abismo del norte, ese trasunto de Grendel igual que Bloodstar fue, para los lectores de su momento, el trasunto del Beowulf de donde todos estos héroes parten.


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