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Fernando Ángel MorenoCine clásico fantástico
Contraplano
Fernando Ángel Moreno


Código 46

Destino, genética y globalización

Comienza a poder hablarse de un estilo propio en cierta ciencia-ficción de los últimos años. Significa esto que la influencia entre unas películas y otras ha llegado a tal punto que han creado un subgénero de la ciencia-ficción diferente de otros. De este modo, por un lado tendríamos las clásicas novelas de acción, aventuras, BEMs (tipo Star Wars)... Por otro, el subgénero apocalíptico (en general serie B) y, por último, el de las reflexiones sobre aspectos sociales, políticos, psicológicos, filosóficos (y no incluimos aquí Matrix, sino Gattaca, Blade runner, El show de Truman, Olvídate de mí, etcétera)... Es en esta última línea donde podemos empezar a ver algunos factores en común.

Incluso un autor tan personal como Michael Winterbottom llega en esta "manera de hacer ciencia-ficción" a coincidir en muchos elementos con muchas otras películas que también reflexionan sobre la sociedad y la psicología. ¿Es esto un defecto? Por supuesto que puede serlo o no, según transmitas algo nuevo o te limites a repetir lo de siempre. En este sentido, Código 46 apenas aporta nuevas ideas, con lo cual sales de la película satisfecho, habiendo pasado un excelente rato, disfrutando de una historia y una atmósfera muy bien ensambladas, pero con la sensación de que no te han contado nada que no hayas visto ya en otras películas.

No significa esto que no pueda ser recomendada; en absoluto, uno lo pasa bien y está llena de aciertos, resueltos con un pulso excelente. Es sólo que sus aportaciones innovadoras en materia de ciencia-ficción son escasas.

Como película, es muy interesante el punto de vista escogido, con una voz en off que acompaña la visualización de los acontecimientos desde una curiosa ambigüedad. Este tono, esta manera de narrar de uno de los protagonistas ya satisface por sí mismo: literariamente funciona y tiene un aire de cuento que engancha desde el principio y cuya citada ambigüedad atrae de inmediato. Recomiendo fijarse en cómo las impresiones de esta voz en off revelan los sentimientos de una protagonista hacia el otro y cómo, al contrario, los sentimientos del segundo protagonista son mostrados por planos subjetivos de la cámara. De este modo, cada personaje tiene su lenguaje, reflejo también de su peculiar manera de ser: extrovertida ella, introvertido él. Éste quizá sea el mayor acierto de la película, por la poeticidad y el estilo propio que aportan.

Sin embargo, la solidez del guión no sostiene toda la información en dicha voz en off. Su empleo es sumativo y estético, no esencial; la imagen no deja de ser el principal motor narrativo. Se trata de una literaturización muy conseguida de la narración cinematográfica, con el uso del "relato" como recuperación de la historia -muy adecuado en un tema de olvidos y recuerdos-. Esta recuperación de la pérdida a través de la narración oral es el principio motor de la película, su principal razón de ser junto a la idea de "Destino", la cual analizaremos más abajo.

Ya siguiendo con los personajes, nos encontramos con una de las primeras similitudes con el Lost in Traslation de Sofia Coppola: dos personajes en "jet lag", perdidos en una situación extraña y muy diferentes entre ellos. Como recurso interesante -aunque no demasiado innovador- está el uso de la cámara en mano en momentos de desubicación en la relación entre ellos. No es una cámara en mano mareante, sino sólo incómoda, que va encontrando su sentido según cambian la acción y los sentimientos.

Tampoco aquí queda justificada la atracción que sienten el uno por el otro y se desvía dicha justificación, como en la película de Coppola, hacia la convención cinematográfica. El tono de cuento escogido, así como el bonito uso -la película disfruta de un montaje muy interesante- de la inserción de los sueños de ella, resuelven la situación: la idea de Destino -como decíamos- recorre como una maldición toda la película.

En muchos momentos, los personajes parecen arrastrados a hacer lo que hacen; poco poder de decisión les queda. Bien las normas sociales y políticas, bien la dirección de una empresa, bien los sueños, bien las casualidades... Los obstáculos se van alternando para que apenas puedan hacer nada para resolver la situación y todo quede dirigido hacia lo predeterminado. Para ello, se juega con una estructura muy interesante, contemplando las actitudes de cada personaje respecto a un mismo problema de manera sucesiva: otra de las virtudes de la película. Hay un juego simétrico de actitudes, con una división en varias unidades argumentales muy bien planteada -de bonita alternancia entre abandonos y recuperaciones- y sin que se note la transición de una a otra. La cohesión de esta estructura vuelve a deberle mucho a la cuidada voz en off. Con ella, la sensación de un destino tiránico se mantiene durante toda la película, pero sin que prácticamente en ningún momento se muestre desde lo dramático. Por ello, el tiempo de la película pasa muy liviano, sin horrores ni grandes tragedias. La cotidianidad -incluso en unos hechos tan rompedores en las vidas de los personajes- aligera la carga de la película, dejando al espectador la reflexión sobre lo que está ocurriendo y las conclusiones que él mismo quiera sacar. También debe mucho esta facilidad de ritmo a las calculadísimas actuaciones de Tim Robbins y Samantha Morton, cuyas interpretaciones acompañan a la perfección el ritmo del montaje. Respecto a este hecho, hay que destacar el excelente planteamiento y ejecución de Morton, en un papel que podría haber sido forzado hacia la exageración, pero que ella consigue controlar.

En realidad, son dos personajes atados por el mundo en el que viven, y aquí entra la historia de amor en contacto con la parte de crítica social. El problema de la globalización está presente a lo largo de toda la película. No encontramos esa saturación de orientalismo de otras historias ambientadas en China, sino que observamos constantemente la mezcla de razas, presente de manera muy explícita incluso en los diálogos, salpicados de referencias a otros idiomas. Se pretende reflexionar sobre la situación actual y para ello hay un adelanto de muy poco tiempo en el futuro, con una gran cercanía a nuestro tiempo en vestuario y en la mayor parte de la tecnología: el autor no quiere que el espectador vea el problema como algo lejano. En este sentido guarda no pocas relaciones con la Hasta el fin del mundo de Wenders (estéticamente hablando, insistimos).

También debe señalarse el excelente uso de los paisajes urbanos, otorgando enorme protagonismo a las ciudades. De nuevo, la relación con Lost in Traslation es inmediata: planos estáticos muy seguidos para marcar las transiciones -en lugar de las clásicas panorámicas-: planos de composiciones arriesgadas, en la línea de los movimientos fotográficos actuales. Y, si en aquella película el uso del urbanismo japonés apoyaba la desubicación de los personajes, en ésta nos sirve para ambientarnos en una atmósfera futurista y de actitud dialéctica del director hacia la globalización. La ciudad de Shangai, desconocida para la inmensa mayoría de los espectadores, parece en sí misma un escenario de ciencia-ficción y así la aprovecha el director. En esta misma línea, el contraste entre los paisajes naturales y los urbanos puede sugerir constantemente la idea de invasión de lo artificial. En este sentido, conviene fijarse en los numerosos planos de ciudades observadas desde lejos, rompiendo con el desierto.

Y es en esta cuestión estética donde se aprecia esta línea del nuevo cine de ciencia-ficción reflexiva: uso muy simbólico de los espacios; colores poco saturados; fotografía de alta sensibilidad, con poca definición; vestuario cercano al actual; espacios con abundancia de motivos geométricos, en contraste con el caótico "afuera"; planos muy simétricos y centrados... Lo hemos visto en Inteligencia Artificial, Minority Report, Olvídate de mí, El show de Truman, Gattaca (exceptuando lo dicho acerca de los colores y la sensibilidad de la película), entre otras. Incluso esta diferenciación entre el "afuera" y lo controlado socialmente ya viene de THX-1138 o La fuga de Logan, por ejemplo, películas que contenían en sí la idea de futuro frío y geométrico que iniciara 2001: una odisea en el espacio.

Por otro lado, nos encontramos ante otro de los temas de moda en la ciencia-ficción actual: la inconsistencia de nuestra mente y de nuestras identidades, así como -a partir de ello- la falta de certeza en nuestra relación con la realidad. Somos sólo meros cuerpos, limitados al funcionamiento de nuestro cerebro, y éste puede ser manipulado al no existir alma. No podemos, por tanto, estar seguros de nada de nuestro entorno. ¡Son tantas las películas de ciencia-ficción centradas en este problema! La cada vez más obsesiva identificación de la personalidad con los recuerdos y las percepciones nos ha traído: Nivel 13, Matrix, Dark City, Días extraños, Desafío total, El show de Truman, Big Fish, eXistenZ, Olvídate de mí... No tiene poco que ver con esto la obsesión actual de Hollywood con los relatos de Philip K. Dick, muestra de cómo los principios de la postmodernidad están en la base intelectual del cine de especulación.

Por último, está el tema de la genética, gran mcguffin de la película. Con una idea un tanto retorcida, se nos muestran las consecuencias de la manipulación genética en los nacimientos, la cual impide incluso relaciones amorosas. En este sentido, tenemos un protagonista enamorado de una mujer con el código genético de su propia madre. Ni Winterbottom ni el guionista se molestan en profundizar en las posibilidades psicológicas de este conflicto y se muestran más interesados en la idea de Destino ya comentada. Lo que interesa es la relación amorosa entre ambos y la manera de reaccionar ante los obstáculos sociales, no la reflexión sobre el progreso de la genética. Especialmente interesante es la manera en que la determinación médica impuesta puede alterar el libre albedrío de los protagonistas.

En definitiva, multitud de temas tradicionales bien ensamblados, bien narrados e interesantes para pasar un buen rato, girando en torno a la esclavitud del destino. Sin grandes adelantos respecto a la ciencia-ficción que ya conocemos, pero de resultados notables.


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