La desgraciada vida de Mijail Bulgákov -ex médico morfinómano, luego escritor acallado por el régimen estalinista al que imploró por su exilio- supongo que ya habrá sido objeto de alguna novela. Bulgakov, en su obra, intentó burlar la censura y la persecución empleando las herramientas de la ciencia-ficción, en historias como “Los huevos fatídicos”, la célebre novela El maestro y Margarita y ésta que paso a comentar, que es seguramente la más estrictamente perteneciente a nuestro género.

Corazón de perro comienza desde la mirada de un chucho callejero que recorre las calles del Moscú de los años veinte en busca de algún alimento con el que subsistir. Conocemos brevemente sus conflictos con porteros y cocineros, su búsqueda del calor, sus míseras aunque muy justas ambiciones caninas. Todo eso cambiará de forma repentina cuando es recogido por un personaje acomodado que resulta ser Filip Filipovich Preobrazhenski, un médico que va consiguiendo burlar las limitaciones impuestas por el estado soviético gracias a su doble condición de autoridad internacional y de cirujano plástico para las clases pudientes del nuevo régimen. Preobrazhenski, gracias a su labor, tiene una casa de siete habitaciones y dos criadas, mientras el resto de los residentes en su bloque se hacinan en pequeños cuartos.

Poco a poco saldremos de la mente del perro, bautizado como Shárik (literalmente, chucho) para conocer qué está sucediendo a su alrededor. El profesor Preobrazhenski y su ayudante, el doctor Bormental, van a utilizarle para un experimento: le insertarán el bulbo raquídeo y los organos genitales de un hombre fallecido, con el fin de observar una posible evolución, en particular un rejuvenecimiento.

Sin embargo, las consecuencias de la operación van mucho más allá de lo soñado por los dos investigadores. Shárik comienza a humanizarse de forma obvia, y termina por convertirse en un pequeño y desagradable individuo con todos los defectos del poseedor de sus órganos. De hecho, acabará por convertirse en un desagradable funcionario soviético -Poligraf Poligrafóvich Sharikov- en connivencia con el responsable del bloque de viviendas en el que vive Preobrazhenski, además de acosar a las criadas de éste y causar todo tipo de complicaciones.

Una vez más, al referirnos a cf creada fuera de los esquemas tradicionales, hallamos que el uso de los materiales narrativos del género sirve para la parábola, para la denuncia. En este caso, con especial amargura por parte de un Bulgákov, que no podía sentirse confortable en ninguna de las Rusias que había conocido; ni en la egoísta y autocrática que añora el profesor Preobrazhenski, que consigue pese a todo mantener sus privilegios, ni en la demagógica y absurda soviética que le rodeaba. Es ésta una historia cruel sobre la condición humana: sólo Shárik, en su estado como chucho, apenas consciente de cuanto le rodea, es capaz de albergar sentimientos positivos dentro de su primitivo egoísmo de superviviente.

Al margen de esa doble lectura indudablemente sustanciosa, y que llevó a que el libro fuera censurado y permaneciera oculto en los archivos de la policía secreta durante décadas, hay otros valores intrínsecos en la novela. En el cinismo de todos los personajes, en sus diálogos chispeantes y malintencionados, reside una de las fortalezas de la historia. Y también en la variada forma de narrar de Bulgákov, que es capaz con la misma firmeza de introducirse en la mente de un animal, narrar a través de un diario médico o manejar el relato como narrador omniscente.

Qué hubiera sido de Bulgákov, de su demoledora capacidad satírica, en un ambiente más favorable, resulta una de los grandes condicionales de la literatura contemporánea. Leer los amenos testimonios que tenemos de su talento resulta en el fondo entristecedor.

Archivo de Extramuros