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Juan Manuel SantiagoCruda fandomía
Mentidero 5
Juan Manuel Santiago




Mucho cuento (IV)
Visiones peligrosamente propias

La inminente aparición de la edición de 2001 de la antología Visiones, seleccionada por Luis G. Prado y editada por la Asociación Española de Ciencia Ficción (AEFCF), nos sirve de excusa para repasar la trayectoria de estas selecciones tan irregulares como interesantes y, huelga decirlo, polémicas. El porcentaje de batallas campales desatado por algo tan aparentemente inocente como es una antología de cuentos españoles inéditos hace sobradamente merecedor de este Mentidero 5 a todos y cada uno de los Visiones, lo cual nos puede servir también como excusa para efectuar un repasito histórico al devenir de la Asociación, desde los tiempos en que hacían fortuna expresiones populares como "Vendes menos que un Visiones" hasta la fecha actual, en que el invento parece haberse consolidado gracias al crecimiento de la AEFCF, e incluso tiene una seria competidora interna por ganarse los favores de los socios: las antologías Fabricantes de Sueños.

Sabido es por todos que la AEFCF arrancó oficialmente el primero de enero de 1992, si bien ya había dado muestras de actividad nonata, con la primera convocatoria de los premios Aznar (más tarde, Pablo Rido, aunque ya dependientes de la TerMa o tertulia de Madrid), la primera edición de los premios Ignotus y la HispaCon Barcelona ´91. En el transcurso de esta HispaCon, la primera que se celebraba después de más de una década, todos los asistentes éramos un pozo sin fondo de ilusiones, entrega y ganas de trabajar o, más bien, de dejarnos pringar de mala manera en cualquier marrón, por descabellado que fuera. Fruto de esas irreflexivas ilusiones, Julián Díez (a la sazón secretario de la I Junta) se comprometió, en el transcurso de una mesa redonda, a preparar en el plazo de un año una antología con relatos inéditos de autores noveles españoles. Antología que se presentó, con toda puntualidad, en el transcurso de la HispaCon Gadir ´92, aunque sólo Dios sabe cuán cerquita estuvimos del desastre, pues la imprenta no nos tuvo los no más de doscientos ejemplares de tirada hasta apenas hora y pico antes de que el autobús de la expedición madrileña partiera rumbo a tierras gaditanas.

Sobresaltos aparte, lo más destacable de aquel Visiones Propias era la sensación de ruptura generacional. Julián se había tomado aquella antología con extrema seriedad y en su introducción hacía un repaso de lo que podría considerarse un subgénero soterrado dentro de la corriente principal de la cf española, una ciencia-ficción llamémosla "castiza" que contaría con ilustres precedentes como los relatos y novelas de Ignacio Romeo y Gabriel Bermúdez Castillo y que había eclosionado con fuerza gracias al relato "El mensaje perdido" de César Mallorquí, ganador del primer Aznar. Aunque no se observara ninguna conexión temática o estilística entre los relatos, todos ellos participaban en cierta medida de los propósitos que Julián enunciaba en su introducción:

"He oído que hay quien se queja de que no han aparecido nombres nuevos de relieve en el fandom desde la época de Nueva Dimensión. Los viejos aficionados parecen olvidar que, hasta ahora, esos autores jóvenes no habían tenido un lugar al que enviar sus relatos y donde se les respondiera historia por historia."

En efecto, tanto en su faceta de seleccionador de esta antología como en la de director de Gigamesh, Julián Díez siempre se ha caracterizado por responder a los autores que le envían relatos y comentarlos exhaustivamentes, por mucho tiempo que ello suponga, hasta asegurarse de que no sólo merecen ser publicados sino que han alcanzado el máximo de sus posibilidades. Algo que, por desgracia, no se puede decir de todos los editores o faneditores del mundillo, ni siquiera en la actualidad, cuando en ocasiones la arrogancia de los que se pretenden autores o la pusilanimidad de los editores impide toda posibilidad de mejora, reescritura o, simplemente, autocrítica. No creo que la labor de taller literario permanente, la labor de editor a la antigua usanza que Julián practicó con los autores de este primer Visiones Propias fuera desdeñable a la hora de analizar hasta dónde llegaron, andando el tiempo. Lástima que, según cuenta el propio Julián, la corrección de alguno de los relatos quedase, por cuestiones de trabajo de última hora, en manos de Alberto Santos, a la sazón corrector en Edaf, quien no se molestó en completar la revisión.

"Tan sólo se trata del principio. La intención de la AEFCF es la de regularizar la aparición de una antología como la que tienes en tus manos, si es que se obtiene el suficiente respaldo por parte del público. El nuevo fandom está dispuesto a presentar batalla."

En efecto, aquello fue sólo el principio. Ni un solo año (pese a algún retraso) ha faltado la Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción a su cita con los socios, y de hecho, después de diez años de existencia, la aparición del Visiones y la votación de los premios Ignotus han terminado por convertirse en dos de los momentos culminantes del año, en lo que a fandom se refiere.

"El nuevo fandom no entiende de personalismos, de mesianismos. Para los aficionados jóvenes, nadie es significativo en un campo que ocupa a la raquítica cantidad de tres mil personas. Los éxitos de hace años merecen respeto, no veneración.

(...) Casi todos procedemos, curiosamente, del campo de las humanidades en lugar de las ciencias, lo que se hace patente en los relatos."

Existía una cierta cohesión entre los autores seleccionados en aquel Visiones, del mismo modo que en posteriores ediciones existía un cierto nexo común que hermanaba a todos los relatos (y autores) participantes. No tanto el hecho de que su procedencia fuera predominantemente de Letras como el de una edad más o menos similar (catorce años entre el más veterano, León Arsenal, y la más joven, Adolfina García), tal vez suficiente para hablar de una nueva generación literaria, o el que todos mostraran ciertas afinidades literarias o estilísticas, una preocupación tanto por "escribir bien" como por hacerlo acerca de temáticas interesantes. Bajo aquel cuerpo de cartón (apenas se contaba con medio centenar de socios y el presupuesto no daba para más, esto es algo que con frecuencia se olvida a la hora de enjuiciar los dos primeros Visiones Propias) latían cuentos francamente meritorios, como "Tormenta", del por entonces principiante José Antonio Cotrina (una visión muy poética de un tema clásico, tal vez uno de los relatos más hermosos escritos dentro del fandom), o "El celador", de Félix J. Palma (apartado de su actual estilo, aunque dando ya muestras de su inequívoco talento). También se podía leer el primer (o segundo: realmente, fue cuestión de horas) cuento publicado de León Arsenal, "Cromatóforo" (reeditado en Besos de alacrán y otros relatos), una space opera oscura que anticipaba todas las constantes literarias posteriores del autor. Adolfina García, con sólo dieciocho años (un récord de precocidad todavía hoy poco habitual), nos ofrecía "El relevo", una historia simbólica bastante bien resuelta. Aparecían también los relatos clasificados en segundo y tercer lugar del premio Aznar de la AEFCF, "Recuerda, aquello, sueños, nosotros tres" de vuestro más seguro servidor (un relato en clave sturgeoniana) y "El piso maldito" de Pedro Pemau (fallido experimento de terror con fantasmas y apartamentos autoconscientes), que era una de las historias más flojas del conjunto, junto con "El dragón está suelto" (desvaída parodia de la fantasía dragonera, de Pedro Pablo García May, ahora más conocido como autor divulgativo) y la hoy prácticamente ilegible "Un cuento de Vir Boogliest" de José Ignacio Ocaña, el único de todos los participantes en aquel Visiones de quien nunca más se supo...

"(...) Este primer resultado de nuestra tarea tiene como modelo, de forma evidente, las Visiones peligrosas de Harlan Ellison. Como aquellas, nuestras propias visiones tienen como objetivo ser el germen de una pequeña revolución, más bien un levantamiento familiar considerando el tamaño de nuestro fandom. Pero si Ellison portaba la bandera del fin de los tabúes, nuestro afán es el de la construcción de un género nuevo con personalidad propia. La ruptura que propugnamos es el fin de la cf española que podría haber sido escrita por un norteamericano (generalmente, de los malos)."

Bueno, lo cierto es que la relevancia del primer Visiones Propias fue menos literaria que psicológica: no dejaba de contener los primeros o segundos cuentos publicados por sus autores, a todos los efectos era una antología de noveles, y ello se nota, tanto en la fuerza de sus historias como en un talento indómito que, visto en perspectiva, causa más emoción que admiración, si bien relatos como los ya mencionados "Tormenta" y "El celador" siguen resultando más que meritorios. Más que la calidad media del producto, muy irregular, lo verdaderamente importante fue la sensación de que, tal como venía a afirmar Julián en la introducción, se estaba dando la oportunidad de expresarse a toda una nueva generación de aficionados hasta entonces inéditos y con muchas ganas de hacer cosas interesantes. Es bastante probable que este Visiones Propias sirviera de acicate para seguir publicando a personas que, hoy por hoy, están en lo más alto del fandom (José Antonio Cotrina o León Arsenal) o más allá del mismo (Félix Palma o Pedro Pablo García May). Se trató, en suma, de una antología más trascendental que lograda.

Se registró un fallo lamentable: un par de páginas de mi relato aparecían en blanco en algunos ejemplares defectuosos.

El segundo Visiones Propias se presentó en Gijón ´93, y fue el resultado directo de los talleres literarios organizados por la AEFCF que Elia Barceló dirigió en Andorra y Cádiz durante 1992. Si el común denominador del primer Visiones eran los autores rigurosamente noveles, en esta segunda edición se intenta publicar sobre todo relatos procedentes del taller de la HispaCon Gadir ´92, aunque con la incorporación de un autor ya curtido como Juan Carlos Planells, hecho que en su momento despertó ciertas reacciones de descontento.

Si en el prólogo del primer Visiones Propias Julián optaba por las proclamas rupturistas, en esta ocasión Elia nos deleitaba con una auténtica pieza de coleccionista, una socarrona visión en la que se narraban los pormenores de la evolución futura de la AEFCF, cincuenta años después de la antología. Mediante la técnica del manuscrito encontrado ("Desgraciadamente, y por razones desconocidas, la introducción que debería haber acompañado a los relatos no ha podido encontrarse"), Elia va armando su declaración de intenciones ("Elia quería ofrecer un panorama variado del año 1993 y para ello no vaciló en escoger los textos más dispares que, seamos sinceros, si no fuera porque debemos tomar la recopilación a modo de escaparate, no ofrecen un conjunto demasiado coherente") y pronostica cuál sería el papel histórico de aquel Visiones Propias II:

"Lo que no debemos olvidar es que se trata de un preludio a la Época Dorada, un aperitivo que precede cronológicamente a los platos fuertes que vendrían después, hacia el cambio de siglo. En esta antología se perfilaron estilos, aparecieron por primera vez, o casi, nombres señeros de nuestras letras, irrumpieron las mujeres escritoras en un género que hasta el momento había estado representado en nuestro país exclusivamente por hombres..."

No iba completamente desencaminada, aunque la realidad nunca termina de parecerse a la ficción. Es cierto que lo que vino después fue mucho mejor, pues nos hallamos ante uno de los primeros años de esa eclosión de buenos autores y magníficos relatos que terminó siendo la década de los noventa, pero el resto de los pronósticos quedaron, por desgracia, desmentidos por los hechos posteriores.

El Visiones Propias II no perfiló ningún estilo, si bien es cierto que en sus páginas aparece uno de los mejores relatos españoles de fantasía de toda la década: "Ojos de sombra" de León Arsenal, la historia de un soldado medieval que vuelve al hogar, después de guerrear contra los infieles, y es vampirizado por un súcubo, una hermosa y destructiva mujer que le seduce en un baile. Esta historia, narrada con toda la fuerza, precisión lingüística y preocupaciones temáticas de Arsenal, se cuenta entre sus mejores trabajos y, cosa rara en el madrileño, muestra un punto lírico que la hace inolvidable.

En cuanto a la pretendida irrupción de las mujeres escritoras en el género, ésta aún no se ha producido, y resulta curioso que el género fantástico español continúe siendo uno de los escasos bastiones masculinos a ultranza en cualquier campo de la creación literaria. Georgina Burgos, con "El sol se ha roto", y Susana Vallejo, con "Caliente y oscuro", realizan unos trabajos correctos, en la media del volumen. No obstante, quien de veras destaca es Adolfina García, quien con ese relato gore que es "De postre" pone un punto de mala leche a la antología que, francamente, se agradece sobremanera. Adolfina, por aquel entonces, contaba diecinueve años de edad, iba creciendo relato a relato y tenía todas las papeletas para convertirse en la autora española de cf de los siguientes años, aunque por desgracia su carrera no ha tenido continuidad.

El resto del Visiones Propias II estaba conformado por relatos típicamente de taller: correctamente escritos aunque sositos, meras viñetas de muy pocas páginas en las que los autores se limitaban a esbozar ideas o situaciones. Tan sólo escapaban a esa tónica los relatos ya citados de León Arsenal y Adolfina García, así como "La mujer que sabía escribir" de Juan Carlos Planells, cuya idea central (el mejor escritor español de ciencia-ficción es en realidad una mujer analfabeta de provincias que escribe bajo pseudónimo) resulta francamente descacharrante. Tampoco eran desdeñables los méritos de "La verdadera historia del María Galante", por la capacidad fabuladora de Fernando Bendala.

Se volvió a registrar otro fallo lamentable: el relato de Susana no aparecía listado en el índice ni en el encabezamiento de página y, además, no estaba separado por ninguna tipografía del relato inmediatamente anterior, obra de Rafael Muñoz Vega.

En 1994 se produce un relevo en la directiva de la AEFCF. La II Junta decide apostar a fondo por el Visiones como principal arma publicitaria de la Asociación de puertas afuera, lo cual implicaba necesariamente una mejora en su presentación y calidad (mejora que sin embargo no llegó a ser "extraordinaria", como apuntaban los más optimistas), aun al precio de desvirtuar la filosofía de las antologías: servir de plataforma a los autores noveles. El Visiones 1994 participa de ambas concepciones, es una antología de transición, pues incorpora el nuevo cambio de imagen propugnado por la II Junta (portada a color, mayor gramaje en el papel, incorporación de solapas con textos sobre los seleccionadores, cambio del título Visiones Propias por simplemente Visionesmás el año correspondiente a su aparición), aunque por contenidos todavía se mantiene fiel al espíritu de los Visiones Propias, con autores por aquel entonces noveles.

El seleccionador de este Visiones fue Javier Redal, quien por aquel entonces todavía colaboraba con Juan Miguel Aguilera en la elaboración de las novelas del ciclo de Akasa-Puspa, cuya novela corta En un vacío insondable se presentó en el transcurso de la HispaCon Burjassot. De este modo, el autor valenciano fue en cierto modo la estrella de la HispaCon, al presentar ambos libros en su propia casa, como quien dice.

Como nexo de unión podríamos hablar de la procedencia de los relatos, algunos de autores pertenecientes a la BBS El libro de arena o recibidos a través de correo electrónico. Las nuevas tecnologías se incorporaban al modus operandi del fandom en letra impresa.

Se trata sin duda del menos publicitado de todos los Visiones, pues no apareció reseñado ni en BEM ni en Gigamesh, lo cual, en 1994, equivalía prácticamente a afirmar que su repercusión fue nula. Sin ser ni mejor ni peor que las dos anteriores entregas, el nivel medio es más consistente. Tan sólo seis historias, ninguna de las cuales era brillante (en el sentido en que pudieran serlo "Ojos de sombra", "Tormenta" o "El celador"), pero tampoco se podían leer relatos insalvables. En ese sentido, se trata sin duda del Visiones más compensado y uniforme, por eso resulta especialmente triste su olvido.

Resulta difícil destacar alguno de estos relatos por encima de los demás, pues todos tienen algo reseñable. "Abolicionistas" de Javier Cuevas es una de las típicas historias con trasfondo bélico del asturiano. "Sigue al rey" de Manuel Jiménez Soler y "Discípulo de Jano" de Pedro Pablo García May confirman, en palabras de Javier Redal, que no hay que confundir cyberpunk con realidad virtual, que en relatos como estos andan juntos pero no revueltos. "Dario" de Eduardo Gallego y Guillem Sánchez es una agradable novela de aventuras, de lo mejor que ha publicado el dúo, que en el transcurso de Burjassot ´94 también publicó Nina, primer título de los entonces llamados Cuadernos Espiral de Juan José Aroz. "Confesiones de un papanatas de mierda", de servidor, es una ucronía sobre una guerra civil alternativa, mezclada con una trama en la que aparece Philip K. Dick. "Estar tres" de Susana Vallejo es uno de los ejercicios que Elia Barceló impuso como deberes a los participantes del taller literario de Andorra: escribir un relato humorístico con un loro y sexo en gravedad cero. Tan sólo respondieron Fernando Bendala con "Verga de toro" (Cyber Fantasy nº 4) y Susana con esta historia. Ambas resultan curiosas y divertidas.

Era de destacar la ilustración de la portada, obra de Jesús Parera, coeditor hasta su fallecimiento del histórico fanzine Maser, junto con su hermano Juan José Parera, actual responsable de la enciclopédica página web Términus Trántor.

El fallo lamentable de esta edición corrió a cargo de los duendes de la imprenta, que atribuyeron la autoría de "Dario" a Guillem Sánchez en exclusiva.

Tras este Visiones de transición, sobreviene el "bienio negro" de la II Junta, que es precisamente la etapa más brillante de la historia de estas antologías. ¿Contradicción? En modo alguno. Las portadas del Visiones 1995 y el Visiones 1996 son de color negro, de ahí la expresión para referirme a ellas.

Para quienes estábamos implicados en los primeros Visiones, la nueva política de la II Junta suponía despojarlos del carácter con el que fueron concebidos: un servicio público ofrecido por la AEFCF para promocionar a autores noveles, dado que los autores consolidados tenían lugares suficientes en los que publicar. En resumen, una situación inversa a la del premio Aznar, que como se vio en el anterior Mentidero 5 fue suprimido precisamente porque existían otras convocatorias en el fandom y la II Junta estimaba que no era función de la Asociación competir con ellas, además del desembolso económico que suponía. El resultado: a partir de este momento, los Visiones se convierten en antologías abiertas a autores noveles y consagrados (aunque lo de consagrados, en un mundillo tan precario como era el fandom en aquella época, no puede sino hacernos recordar las palabras que León Arsenal empleaba para la ocasión: "¿Consagrado, un escritor de cf? Pues como no sea a hostias..."). Durante los Visiones de la II Junta, las antologías alcanzan su mayor nivel literario, eso es difícilmente discutible, aunque siguen existiendo problemas para distribuirlas fuera del fandom, que era uno de los propósitos que se buscaban con el cambio de política y de diseño.

Y es una pena, pues tanto en el Visiones 1995 (seleccionado por Pedro Jorge y presentado durante la HispaCon Gadir ´95) como en el Visiones 1996 (seleccionado por Joan Manel Ortiz y presentado en Burjassot ´96) podemos encontrar magníficos relatos. Visiones ya no es sólo la antología de la AEFCF, que justifica el pago de la cuota anual por parte de los socios: se convierte además en el plato fuerte de la temporada fandomera. Esto conduce a ciertos excesos publicitarios, muy típicos de los seleccionadores de estas dos ediciones, pero que difícilmente tienen sentido para antología que no puede traspasar las fronteras del fandom y que llegaba exclusivamente a lectores que hubieran adquirido igualmente estos productos, por no hablar del texto de presentación de Joan Manel Ortiz en la solapa del Visiones 1996, que se podía interpretar como un anuncio gratuito de BEM en una publicación editada con dinero de los socios de la AEFCF. Textos como el siguiente, que ocupa la cuarta parte de la ficha biográfica de Joanma, no son de recibo en una publicación que no fuera la propia BEM:

"BEM es editada en la actualidad por cuatro personas: Ricard de la Casa, Pedro Jorge Romero, José Luis González y él mismo, y acaba de publicar su número 53, habiendo llegado a ser la revista no comercial más popular del género en España, y un punto de referencia ineludible para estar al día de lo que ocurre en nuestro país."

Entrando en materia, la selección de 1995 elevaba de una manera evidente el nivel de las tres ediciones anteriores. Con una buena y más que resultona portada de Paco Roca, Pedro basó su antología en nombres conocidos, algunos de los cuales cumplieron las expectativas y otros no.

En el primer apartado, brillaba con luz propia "Otro día sin noticias tuyas", excelente relato del veterano Juan Carlos Planells (y seleccionado en la antología Lo mejor de la ciencia ficción española. 1980-2000 de Julián Díez, que próximamente aparecerá en Minotauro), una muy sentida, muy elaborada y muy catalana historia sobre veranos en la playa y extrañas compañías que, sin exagerar, podría haber sido escrito por Juan Marsé o Cristina Fernández Cubas. Probablemente se trate del mejor cuento de uno de los mejores cuentistas de la ciencia-ficción española. Con "Maleficio", Juan Miguel Aguilera y Javier Redal venían a rematar el ciclo de Akasa-Puspa de una manera más que digna, con una historia divertida, trepidante y sencillamente memorable. Le ganó el premio Ignotus de novela corta nada menos que a "La casa del doctor Pétalo" de César Mallorquí (en El Círculo de Jericó). "Desde el sol hasta el corazón de la Tierra" es un relato tan gore y desagradable como técnicamente impresionante, un plano-secuencia en el que Carlos Fernández Castrosín se puso muy alto el nivel.

Menos afortunados estuvieron Manuel Díez Román con "Lagunas de Kirkwood" (que hacía un uso tan interesante del conflicto lingüístico en Cataluña como insostenible resultaba el argot "catañol" en que estaba escrito el relato), Armando Boix con "Cuando regresan los dioses" (convencional y muy clasicota space opera a lo Sheckley, que no obstante entró en la papeleta final de los Ignotus) y "En el país de Oneiros", de Javier Negrete, un relato con un toque a lo Lord Dunsany que encubre una absoluta falta de ideas y originalidad y confirma que Negrete pierde fuelle en extensiones breves.

Con todo, el peor relato del volumen era "Machote, machote" de Ángel Torres Quesada. A pesar de sus deméritos propios (fácilmente justificados por el hecho de que se trataba de un relato humorístico y, ya se sabe, lo que a uno le hace gracia a otro no tiene por qué hacérsela), esta historia suscitó (involuntariamente) una polémica, que no era sino el último coletazo de la bronca fandomita originada tras la publicación de Consecuencias naturales de Elia Barceló (Miraguano, 1994). En su novela, Elia planteaba una sutil metáfora de la lucha de sexos (dicho sea de paso, más bienintencionada que lograda), desde el punto de vista de un machote que queda embarazado por una alienígena. Aunque Arnold Schwarzenneger y Emma Thompson protagonizarían muy poquito tiempo después una comedia con similar premisa, dejamos aquí constancia de que Elia fue la primera. La novela, ya se ha dicho, no era gran cosa, como tampoco lo eran las demás obras que anteriormente habían abordado esa temática en España: El hombre estrella de Gabriel Bermúdez (Ultramar)... o esa cima del desarrollismo landista que es la película Si las mujeres mandaran (o mandasen). Sin embargo, las réplicas y refutaciones posteriores consiguieron hacerla buena. A propósito de unas palabras de Miquel Barceló en el prólogo de Estado crepuscular de Javier Negrete (Quaderns UPCF nº 2, 1993), Javier Cuevas publicaba al mismo tiempo un artículo demasiado visceral, "¿Machista o gilipollas?" (BEM nº 42, diciembre-enero 1994-95), en el que desaprovechaba la oportunidad de iniciar un auténtico debate de ideas sobre los distintos roles sexuales, una especulación sobre su vigencia y sus perspectivas de cambio; al fin y al cabo, se supone que la ciencia-ficción, buena o mala, debe ser literatura especulativa. Este debate, que sigue siendo necesario en la actualidad (y que, incidentalmente, tal vez explique el porqué de la tan escasa presencia femenina en el campo de la cf española), ni siquiera llegó a plantearse de manera seria, excepto en un párrafo de la interesante presentación que Pedro escribió para Visiones 1995. En su lugar, a Elia le cayeron críticas por lo insostenible del argumento; no sé por qué, pero a veces sospecho que la propia autora sabe que es imposible que una hembra, sea cual sea su especie, deje embarazada a un macho, y que se limitaba a plantear una metáfora. Y la cosa no pasó de ahí. Por eso, la aparición de "Machote, machote" fue interpretada como un episodio más de una polémica que, en el fondo, tal vez ni siquiera llegara a existir. El caso es que, dejando aparte estas consideraciones, el relato no daba mucho más de sí y se quedaba en una muestra bastante desvaída de lo que el bueno de Ángel es capaz de escribir cuando se suelta la melena.

Los otros relatos de la antología pertenecían a autores que, en términos puramente fandomísticos, resultaban noveles, aunque no tanto. Manuel Montes, autor de "La soga" (un hard muy pero que muy hard), es experto en cuestiones de astronáutica y ha publicado ensayos sobre la carrera espacial soviética. Francisco José Súñer Iglesias (Paco Pepe, en el mundillo) ya había publicado guiones de cómic en Creepy antes de escribir "La travesía" y, andando el tiempo, convertirse en uno de los popes fandomítico-interneteros par excelence. Y de Xavier Riesco, autor de "El pistolero", apuntar que, una vez quedó suficientemente claro que no era un pseudónimo de Pedro Jorge, ha continuado una competente carrera como crítico literario y ensayista.

En esta ocasión no se puede decir que hubiera errores lamentables de edición. Puestos a soltar el comentario borde, diría que la inclusión del relato de Ángel Torres era en sí misma un error lamentable, pero no dejaría de ser una verdadera desconsideración con el autor gaditano... Dejemos la cosa en que el cuerpo de letra era ínfimo. Y es que, durante el "bienio negro", leer el Visiones sin lupa era (y sigue siendo) poco menos que una apología de la vista cansada, un canto al desprendimiento de retina, una siniestra orgía de astigmatismo y conjuntivitis crónica.

Más acertado es el Visiones 1996 (con la excepción, ya comentada, del parrafito de autobombo que se marca Joanma Ortiz), una selección francamente potente. A diferencia de Pedro Jorge, aquí no existe la menor presencia de autores noveles, todos los que publican tienen ya una experiencia contrastada, lo cual, volvemos a lo mismo, redunda en beneficio de la calidad de la antología pero se aparta definitivamente de la filosofía de los primeros Visiones. En todo caso, es un libro que merece la pena leer.

Joan Manel Ortiz, antes de integrarse en el Grupo Interface, editaba el fanzine Tránsito, uno de los más activos de la década de los ochenta. Este fanzine, del que surgieron nada menos que Alejo Cuervo (coeditor durante una temporada) y prestigiosos críticos cinematográficos como Jordi Sánchez Navarro y Jordi Costa, fue el centro del fandom barcelonés durante los "años oscuros" del género, aquellos en los que ya no existía Nueva Dimensión y cada cual iba a lo suyo. De hecho, las cenas que organizaba, las llamadas TransCones, fueron durante una década lo más parecido a las HispaCones que podíamos echarnos a la cara, la mayor concentración de aficionados a la cf que se podía juntar en España. En 1993, Joanma intenta relanzar Tránsito, que llevaba unos cuantos años en el dique seco, y lo hace con un número 17 francamente bueno, que sin embargo no funciona como hubiera sido deseable. El número 18 no llega a aparecer, con lo cual Joanma repesca dos relatos que hubieran sido incluidos en su sumario: "Ébano y acero" de Rafael Marín y "Desde la tierra más allá del bosque" de Rodolfo Martínez. La portada era de Carlos Ortín.

No faltaron los buenos relatos en este Visiones. El ya citado "Ébano y acero", ambientado en el universo referencial de Lágrimas de luz (próximamente reeditada por Gigamesh Ediciones), está narrado con tanta fuerza y convicción como la magnífica novela del gaditano, y tal vez con más desesperanza. Fue justo finalista del Ignotus. Como curiosidad, destacar que, con la falta de visión que le caracteriza, Alberto Santos lo había rechazado para la revista Cyber Fantasy, porque "era muy complicado". Cosas vered... digo, lo que hay que ver.

Otro relato sobresaliente era "Wolfgang Amadeus Mozart, tú que estás en los infiernos" de Armando Boix, una fantasía histórica protagonizada por el genial músico austríaco, cuyo tramposo título utilizaba el sabadellense para sumergirnos en una trama de sociedades secretas, pactos demoníacos y sobre todo mucha música.

La terna de relatos destacables se completaba con un ultracorto ejemplar, "Un animal en tu estómago (Una historia de amor)", del asturiano José Luis Rendueles (editor de Parsifal), de la que podríamos decir a modo de boutade que es Alien reescrita por Carlos Fuentes. Ha sido traducido al japonés.

Juan Carlos Planells nos presenta "La mirada del intruso", un buen relato que sin embargo no está al nivel de "Otro día sin noticias tuyas". Tampoco ofrecen lo mejor de sí mismos Rodolfo Martínez con "De la tierra de más allá del bosque" (una historia victoriana de vampiros que palidece en comparación con otro pastiche más satisfactorio del de Candás, La sabiduría de los muertos, Fundación Dolores Medio, 1996) o Eduardo Gallego y Guillem Sánchez con "Dime con quién andas" (tal vez demasiado autorreferencial y, en todo caso, menos acertados que en "Dario"). Son relatos que no resisten una comparación con otras obras más lucidas que sus respectivos autores publicaban simultáneamente, lo cual tal vez haga que uno pierda la perspectiva. Sin embargo, los deméritos de "Muerte de ida y vuelta" de Pedro Pablo García May lo eran por sí mismos, sin necesidad de compararlos con otros relatos más acertados del autor. Este relato, finalista del Pablo Rido de 1996, es una fantasía histórica (el auténtico nexo de unión de este Visiones) que arranca muy bien, con un aire de novela gótica verdaderamente logrado, pero va perdiendo fuelle conforme arranca la narración y desemboca en un final sorpresa absolutamente gratuito, lo cual, por desgracia, es algo muy frecuente en Pedro Pablo.

Tras el "bienio negro" vienen los Visiones de la III Junta de la AEFCF, el período 1996-1998. Son los Visiones de los "R.M.": Rafael Marín (1997, presentado en la HispaCon de Mataró) y Rodofo Martínez (1998, en la tercera HispaCon de Burjassot). Un escalón por debajo de los Visiones del "bienio", continúan con la tendencia a publicar autores "consagrados", si bien permiten la entrada de más noveles y en cierto modo siguen un criterio geográfico: cuatro de los diez relatos del Visiones 1997 pertenecen a autores gaditanos; cuatro de los seis del Visiones 1998 son obra de asturianos.

La selección de 1997 es la única de todas las existentes que parece dotada de una unidad temática claramente definida. Casualidad o no, síntoma de las preocupaciones del seleccionador o consecuencia de las de los seleccionados, el caso es que resultó un Visiones taciturno, triste, desesperanzado. La descocada "perica en tanga" (que diría José Luis Rendueles) de Jesús Yugo que nos lanza una mirada entre asqueada y lasciva no nos podía haber preparado para el desfile de padecimientos y pesares, el mudo grito de dolor que lanzan los personajes de los relatos. El epítome de esta actitud, ya bien clara desde la misma presentación, pudiera ser "Mi esposa, mi hija" de Domingo Santos, que ganó el Ignotus. Nos hallamos ante una historia hermosa y derrotista, una especie de claudicación ante la vida por parte de un científico que, tras la muerte de su esposa, la clona y educa desde su misma infancia hasta que la vida le demuestra que, por encima de todo, somos individuos. No obstante, esta misma poética de la irreversibilidad de lo reversible, de las vidas que pudimos haber vivido y no llegamos a vivir, alcanzan sus exponentes más depurados en "La vida correcta" de Félix J. Palma (¿qué haríamos si nos encontrásemos con una versión mejorada de nosotros mismos? Mejor aún, ¿qué haría la versión mejorada de nosotros mismos si se encontrase con nosotros?) y "Victoria pírrica" de Rodolfo Martínez (¿puede la voluntad transformar la realidad, o sólo nuestra realidad?)... Preguntas y más preguntas.

Entre los relatos menos destacados tenemos "Josaphat, Rey" de Luis G. Prado (una historia en clave simbólica que viene a confirmar el tono general del Visiones: vivimos en un mundo sin escapatoria posible... ¿o sí?), "El día que hicimos la transición" de Pedro Jorge y Ricard de la Casa (finalista del Pablo Rido y del Ignotus: una ucronía sobre la transición que, aunque olvida alguna variable fundamental, puede considerarse satisfactoria), "La colina del brezo" de Ángel Torres Quesada (una suerte de Brigadoon crepuscular), "La casa de las dos escaleras" de Ángel Olivera (un relato de terror que funciona relativamente bien) y "El camino más corto entre el cielo y el infierno" de Manuel Díez Román (con una de las obsesiones temáticas del autor, un México situado veinte minutos en el futuro). "Picasso visita el planeta dels simis" de Sebastiá Roig es un ultracorto publicado en catalán y español del que bien poco se puede contar.

Decir que el Visiones 1998 es menos denso y derrotista que el anterior tampoco es decir demasiado, visto el precedente. En efecto, la selección de Rudy es tan poco complaciente como la de Rafa, aunque también la portada de Sayar (en este caso, una escena de cultos chungos en el gijonés cerro de Santa Catalina) prometa algo más ligerito. Destacan por encima de la media dos de las mejores historias aparecidas en 1998.

Por un lado, "Historia del insomnio de Raazd el ocioso y del triunfo de Pafpaf, deshacedor de entuertos real" de José Luis Rendueles es un impresionante pastiche del ciclo de Tierra Vaga de Enrique Lázaro. Con los relatos de Tierra Vaga (reeditados por Artifex Serie Minor en dos volúmenes), Lázaro revolucionó el fantástico español de fandom durante los últimos años setenta y primeros ochenta, fundamentalmente desde las páginas de Nueva Dimensión. En aquellos relatos, deudores a partes iguales de Lewis Carroll y de los cuentos de robots de Stanislaw Lem, todo podía suceder, siempre que fuera rematadamente improbable y al mismo tiempo resultara lógico. Con su relato de este Visiones, Rendueles consigue ser extremadamente fiel al original, en un ejercicio alucinante de mimetismo literario, poner fin al ciclo de una manera en absoluto forzada y hacer aparecer a todos sus colegas del fandom asturiano sin que la cosa resulte demasiado evidente. Un verdadero tour de force, en suma.

"Postales del laberinto" de Juan Carlos Planells consigue otro tour de force, en el que la temática de la máquina del tiempo adquiere un nuevo sentido y al mismo tiempo queda evidenciada la necesidad de recopilar en una antología los relatos más destacados del barcelonés, aun a riesgo de reiteraciones, pues en ocasiones uno tiene la impresión de que Planells lleva años intentando contar la misma historia de muerte, dolor y pérdida. Un viajero en el tiempo es un arqueólogo de su propio pasado y la memoria no es más que una mentira, nos dice el autor, en un relato en el que literalmente Planells se desborda y se vacía por completo, como ya hiciera en "Otro día sin noticias tuyas".

Pese a que se trata de su peor obra sin Javier Redal, Juan Miguel Aguilera aporta una historia, "Semilla", que no es sino el germen (¿o tendría que decir semilla?) de La llavor del mal, con la que ganó el premio Juli Verne, en colaboración con Ricardo Lázaro. En este relato, Juanmi no lucha contra una obra imitada (como hacía Rendueles) ni contra sí mismo (como Planells), sino contra una temática, la de la nave generacional que llega a destino, y una historia definitiva en la materia: Seis, de Daniel Mares. Si uno compara ambas obras, la de Aguilera sale perdiendo; si juzga "Semilla" por sí misma, queda una novella entretenida que se lee de un tirón pero resulta claramente menor. Fue finalista del Ignotus.

Es importante destacar que la obra de Aguilera es entretenida y se lee de un tirón, porque todo lo contrario sucede con "Gusanos de la guerra" de Miguel Ángel Díaz Fernández, un ultracorto cuya lectura, pese a sus dos páginas, da la impresión de durar el doble que la de "Semilla". El problema, me temo, no provenía tanto de su carácter críptico como de su innecesariedad. Tan sólo Luis G. Prado supo verle algún sentido al relato, al afirmar en una nota a la reseña de Alfredo Benítez en Artifex (primera época) que se trataba de la narración en clave alegórica de una plaga de termitas. Será eso.

No hemos hablado hasta ahora de autores noveles. El propio seleccionador comenta en la presentación que tuvo que solicitar relatos a ciertos autores de su confianza porque el material que le había llegado era claramente insatisfactorio y en esas condiciones no se podía construir un Visiones digno. ¿Supone esto que no iba a haber historias de autores primerizos? Rudy no responde en la presentación, pero prepara una jugada (jugarreta, más bien) que deja bien clara su postura, al mismo tiempo que nos ofrece la posibilidad de ver, por primera y hasta ahora única vez en la historia de las antologías Visiones, de leer a dos generaciones de autores.

"El corazón de Dante" es una inquietante historia de Javier Cuevas que termina de apuntalar la sensación de unidad entre los Visiones de los "R.M.": el primer relato de ambas antologías es una historia de terror urbano ambientado en una vivienda de la ciudad donde reside el seleccionador.

Y si la narración de Javier Cuevas es la primera del volumen, también lo es la última. En efecto, Javier Cuevas Fernández firma "El tercer cielo", un cuento algo inocente y con destellos de buen hacer literario que nos ofrece un divertimento en clave de space opera más propio de novela juvenil que de otra cosa. La razón es muy simple: "El tercer cielo", aunque venga firmado por Javier Cuevas, no es de Javier Cuevas. O mejor dicho, no es obra del Javier Cuevas que conocemos en el fandom, sino de su hijo de once años. ¿Tomadura de pelo o golpe maestro de cinismo? No lo sé. No me importa. No me preocupa. Lo único que sé, me importa y me preocupa de este asunto es que "El tercer cielo" (cuento escrito, no lo olvidemos, por un chaval de once años) no es, ni de lejos, la peor historia que ha aparecido en las antologías Visiones, y no sólo no desentonaría sino que incluso destacaría en buena parte de los actuales fanzines de ciencia-ficción, terror y fantasía.

Con esto llegamos a la IV Junta de la AEFCF, que gestionará los Visiones 1999 y 2000, si bien es cierto que este último apareció ya bajo el mandato de la V Junta, por razones que detallaremos más adelante. Se vuelve a los orígenes, a una política encaminada a promocionar a los autores noveles. ¿Significa eso que se rompa con la II y III Juntas? Sí y no. Se rompe en el sentido de que se imprime un nuevo rumbo a las antologías, pero de ello no debemos colegir que se trata un paso atrás (pues, se quiera o no, una antología con autores noveles es peor que una con autores más conocidos... a no ser que Luis G. Prado nos demuestre lo contrario en la edición de 2001). El enorme crecimiento en el número de socios que se registra a partir del advenimiento de la IV Junta permite la edición de dos antologías anuales: las ya tradicionales Visiones y, a partir de 1999, las Fabricantes de Sueños, en las que se recogen los relatos del año anterior que las publicaciones colaboradoras de la AEFCF estiman más representativos.

El Visiones 1999 se presenta en la HispaCon de Santiago de Compostela y la selección corre a cargo de Juan José Aroz, editor de Espiral Ciencia Ficción. Con los 162 relatos recibidos (frente a la habitual veintena), confecciona una antología con catorce autores, casi todos ellos debutantes o con una escasa trayectoria en el fandom.

"Apuntes para un experimento" de Alberto Castellón es una ingeniosa y muy elaborada historia que hace concebir esperanzas de futuro en su autor, por desgracia poco prolífico. "Claudia5 y la encantadora fragilidad de los deseos" de Juan Antonio Madrigal tiene fuerza, aunque no llega a explotarla; no obstante, y a diferencia de Castellón, Fernández Madrigal sí está demostarando ser un autor prolífico y se encuentra en pleno proceso de maduración. Lo mismo le sucede a Eugenio Sánchez Arrate, que con "Completismo" (una curiosa historia de amor fou entre humano e insecto) va más allá de lo que había escrito hasta entonces y también demostraba hallarse en el inicio de un proceso de maduración. "Viajero de Ibiris" de Christian Comes pone el punto humanista en la que es la historia más emotiva del volumen. "El planeta oculto" de Pablo Herranz aún no permite suponer el salto cualitativo que su autor iba a dar en el siguiente Visiones. "El ornitomurio" de David Soriano es un ultracorto desconcertante y muy bien construido. "Si te dicen que Caín" de Raúl Gonzálvez del Águila es demasiado tópico pero difícil. "Templanza" de Josep Carles Laínez es un policíaco construido exclusivamente a base de diálogos, en el que sin duda es el relato más arriesgado de la antología.

Cualquiera de estos ochos relatos, los más destacables de este Visiones, deja entrever a posibles buenos escritores que aún no han alcanzado la cima de sus posibilidades, que aún están por hacer pero que cuentan con la actitud, preparación técnica y enfoque adecuados para mejorar en los próximos años. Nombres como Juan Antonio Fernández Madrigal, Eugenio Sánchez, Christian Comes, David Soriano, Josep Carles Laínez o Pablo Herranz podrían ser ese recambio generacional que tanto se está retrasando y que la cf española pide a gritos. Si ese recambio generacional llega a concretarse en torno a los nombres que acabo de citar, el Visiones 1999 quedaría como la antología seminal. Aún es demasiado pronto para saberlo.

Ahora debería decir que el Visiones 2000 se presentó en el transcurso de la HispaCon (AsturCon) de Gijón, por aquello de no romper la tónica de las ocho ediciones anteriores... pero no puedo. Visiones 2000 no se presentó en la HispaCon, en primer lugar porque ésta adelantó sus fechas habituales de celebración de octubre a julio (coincidiendo con la Semana Negra) y en segundo lugar por una serie de circunstancias a cual más aciaga que conllevaron que una antología que debería haber aparecido en octubre de 2000 no llegara a los socios hasta marzo de 2001. El de Juan Miguel Aguilera quedará, pues, como el "Visiones maldito". Problemas personales de las personas implicadas en el proyecto, cambios de fuentes que desvirtuaban la maqueta original, fallos de diseño, correcciones ortográficas realizadas pero no reflejadas en el producto final... Todo permite hablar de un pequeño desastre que, sin embargo, queda paliado por una selección que mantiene el nivel de su predecesora. Catorce relatos y un poema para un Visiones cuyo nexo de unión, en esta ocasión, no es geográfico ni temático, sino de género: seis historias escritas por mujeres, una proporción realmente elevada. Como dato diremos que en las ocho ediciones anteriores tan sólo habían aparecido cinco obras de tres autoras, pues tanto Adolfina como Susana hicieron doblete.

La selección presenta tres bloques bien diferenciados de autores y una excepción. Como ya se ha dicho, hay seis historias escritas por mujeres. Entre ellas destaca "Renuncia" de Alejandra Medina, una historia de realismo mágico que narra los amores entre pumas y humanos, o entre humanos y humanos, o entre pumas y pumas... Carme Abella, autora de Terra non descoperta (Quaderns UPCF nº 3, 1993) intenta urdir una metáfora de la falta de privacidad en "Melas, el zafiro de poniente", pero no lo consigue. Susana Sussmann, en "La esperanza es lo último que se pierde", retrata con fidelidad el mundo de la investigación científica.

El segundo bloque lo conforman tres autores digamos consagrados que no dan lo mejor de sí mismos, ni mucho menos. Ni Eduardo Vaquerizo en "Diez segundos" ni Ramón Muñoz en "Proteo en el escenario" se aproximan a los relatos que han publicado en Artifex o Gigamesh. Sin irle mucho mejor, Daniel Mares sí da la impresión de haberse esforzado algo más, y "El último viaje del Holandés Errante" tiene un buen ritmo y una buena historia.

El tercer y último bloque es el más sorprendente. Nos presenta relatos de autores a los que podríamos considerar noveles, pero sólo por el hecho de que no han publicado demasiados cuentos. Entre la treintena y la cuarentena, estos autores poseen suficiente rodaje como para plantearse la escritura a una edad tardía, y por ello nos deparan los mejores momentos de la antología. Luis Astolfi, antiguo colaborador de BEM, nos regala el precioso "Club Gricel", una historia casi onírica acerca de un español que en el transcurso de un viaje de negocios a Buenos Aires se enamora de una bailarina de tangos que encierra un trágico secreto... digno de personaje de tango. "Plenilunio" de Pablo Herranz era en principio un guión de cortometraje y también destaca por encima de las demás narraciones del volumen, la narración de un adolescente cuyo aburrido veraneo da un giro cuando conoce a una chica. Aunque inferior a estos dos cuentos, la sorpresa la da Alejo Cuervo, que publica su primer vuelo literario, "Ostras con salsa picante", la muy temible y tremenda consecuencia que una franquicia de fantasía puede tener sobre el mercado editorial. Viniendo de quien viene, desde luego, el relato adquiere un sentido aún más terrible. Cristóbal Pérez-Castejón se queda en correcto con "Llanto de piedra", y Alfred Ahlmann consigue hacer insufrible un argumento a priori tan fascinante como el de "Kortés en los infiernos": se trata de una ucronía en la que los toltecas descubren Europa y le imponen su cultura.

Queda la excepción, el cuento que no entra en ninguna de las tres categorías anteriormente descritas. "Los mundos múltiples" de Javier Redal no tiene apenas ningún mérito, excepto el de seguir al pie de la letra el esquema de narraciones como "Zirn desguarnecida, el palacio Jenghik en llamas, Jon Westerley muerto" de Robert Sheckley... con un final sorpresa que, en los tiempos que corren, de sorprendente tiene poco.

Aunque el retraso en su elaboración y el adelanto en la renovación de la directiva de la AEFCF para coincidir con la HispaCon (en julio, en vez de octubre, que es lo habitual) han hecho que el Visiones 2000 haya visto la luz bajo la V Junta, su primer Visiones va a ser el de 2001, que Luis G. Prado va a presentar en la HispaCon Salduba 2001 de Zaragoza. Habrá que permanecer a la expectativa y ver si éste es el primer Visiones compuesto casi exclusivamente por autores noveles que alcanza un nivel equiparable al de los Visiones abiertos o si, por el contrario, calidad y caras nuevas van a seguir reñidas indefinidamente y la única manera de confeccionar una buena antología es dar cabida a los más veteranos... Lo sabremos a su debido tiempo.

La valoración de las antologías Visiones debe ser necesariamente positiva. Pese a sus altibajos, ha conseguido llegar a las diez ediciones. Ha generado polémicas, pero también nos ha regalado algunos de los mejores relatos españoles de los últimos años: "Ojos de sombra" de León Arsenal, "Otro día sin noticias tuyas" y "Postales del laberinto" de Juan Carlos Planells, "Un animal en tu estómago" e "Historia del insomnio de Raazd el ocioso..." de José Luis Rendueles, "Maleficio" de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, "Wolfgang Amadeus Mozart..." de Armando Boix, "Ébano y acero" de Rafael Marín, "Mi esposa, mi hija" de Domingo Santos... Ha descubierto a una de las generaciones más brillantes del fantástico español (la de León Arsenal, José Antonio Cotrina y Félix J. Palma) y es relativamente probable que haya descubierto a la próxima generación que recoja el testigo del género. Y lo que es más importante y rompe con una de las tendencias históricas más arraigadas del género: en diez años, ningún seleccionador ha publicado nunca un cuento suyo.


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