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Visiones 2000
Visiones 2000
Juan Miguel Aguilera (selecc.)
AEFCF, 2000

La Asociación Española de Fantasía y Ciencia Ficción ha logrado institucionalizar dos colecciones anuales de cuentos de carácter muy diferente. Si Fabricantes de Sueños se puede considerar una selección de los mejores relatos aparecidos en nuestro país el año anterior, Visiones se sitúa en las antípodas, ya que bajo la total subjetividad del antologista, diferente cada año, sirve como primera oportunidad de publicación a talentos hasta ese volumen inéditos. El encargado de la selección de este año ha sido Juan Miguel Aguilera, santo y seña de la ciencia-ficción española, cuyo gusto por la hard scifi hacía presagiar (¡por fin!) una colección de relatos de temática menos cercana al género de fantasía y más encaminada hacia la ciencia-ficción, excesivamente abandonada los últimos años. Así es, y ése es sin duda el mayor mérito de Visiones 2000, aunque desgraciadamente la calidad de los relatos dé como resultado final una impresión global de irregularidad.

Podría achacarse exclusivamente a los nuevos autores el peso negativo de la recopilación, pero si bien es cierto que algunos de sus cuentos parecen impropios de una antología de calidad como se pretende que sea ésta, también lo es que aportaciones de autores cada vez más consagrados, como el desangelado ciberpunk "Diez segundos", de Eduardo Vaquerizo, o el frío "Proteo en el escenario", de Ramón Muñoz, se cuentan entre lo más flojo publicado por ambos escritores a lo largo del año 2000.

En el lado positivo, se pueden encontrar claros apuntes de futuro, promesas de variado contenido y construcción. Cristóbal Pérez-Castejón Carpena aplica en "Llanto de piedra" los conocimientos científicos con los que siembra habitualmente sus magníficos artículos, realizando un hard digno; en "Osiris", Luna relata la enésima inseminación alienígena, pero lo hace con un estilo francamente atractivo; Carme Abella hace gala de un humor fresco en ese chiste en forma de cuento que es "Melas, el zafiro de poniente". Y en otro orden de cosas, Luis Astolfi se desmarca con un evocador relato, titulado "Club Gricel", que se adivina de vivencias propias y recorre los caminos del maestro Bioy Casares.

Los principales valedores de Visiones 2000 se encuentran en la imaginación y el buen hacer de Javier Redal, quien en "Los mundos múltiples" adelanta el entretenimiento del futuro haciendo uso de una cómplice e irónica comparación; de Daniel Mares, que en el magnífico "El último viaje del Holandés Errante" logra una atmósfera de terror espacial deudora del cineasta Paul Anderson, estropeando el resultado final por un último cruce de frases bastante confuso; y del sorprendente Alejo Cuervo, con un entretenidísimo "Ostras con salsa picante", alegoría de la actualidad editorial del género fantástico, llevada al extremo en forma de extraña adicción y maquetaciones definitivas, una curiosa ironía en este volumen.

La antología posee además una pequeña perla escondida, que para mayor contraste no tiene nada que ver con la ciencia-ficción. "Plenilunio", de Pablo Herranz, es un humilde cuento narrado con sencillez y perfección argumental. Un nostálgico recuerdo de primera adolescencia y cobardía que acaba de manera terrorífica, sin decoraciones ni estorbos, y despierta el miedo a lo desconocido.

Todo esto, junto a otras aportaciones de dudosa calidad, configura esta nueva entrega de Visiones, que a pesar de fracasar en el cometido propuesto por el recopilador -presentar nuevos valores femeninos solventes-, no se ganará por su contenido el infierno. Por su contenido, digo. El continente es otra cosa, y debería servir para realizar una seria reflexión de carácter general.

Mucho se está discutiendo últimamente en el fandom acerca de cánones y raseros, sobre culteranismo y conceptismo, sobre lo verdaderamente bueno y lo verdaderamente malo en las obras de ciencia-ficción: sobre el arte, en suma. Me parece una discusión precipitada. De qué sirve afinar valoraciones sobre estilos y maneras de escribir o subir el listón de la calidad si el envoltorio impide acercarse al producto. La edición de Visiones 2000 es, por decirlo simple y llanamente, pésima: mala maquetación, errores ortográficos, tipo y tamaño de fuente insufrible... La lectura se convierte en una auténtica tortura, desgraciadamente semejante a la que se podía experimentar recientemente con algunas obras de distintas editoriales. Besos de alacrán, las primeras novelas publicadas por la colección Solaris Ficción y otras novelas recientes constituyen dolorosos ejemplos de libros interesantes (el primero incluso imprescindible) por su contenido, pero mancillados por una factura deficiente para cualquier género que se considere importante. Mientras las cosas se sigan produciendo de esta manera, preocuparse de fondo o forma se convierte en una cuestión baladí.

Cuidemos otras cosas antes de pretender hacer arte en latas de sardinas.

Santiago L. Moreno

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